La industria aeroespacial española existe y quiere un papel en la explosión de la nueva conquista espacial

La ‘desconocida’ industria aeroespacial española facturó el año pasado casi 11.500 millones de euros, dio empleo directo a más de 45.000 personas y, a pesar de los enormes desafíos que está viviendo en 2020, sigue aspirando a colocar a nuestro país entre las potencias europeas.

“España es uno de los pocos países en el mundo capaces de diseñar y construir una aeronave de principio a fin”. Y esto no lo dice ningún responsable de marketing sino Antonio Fernández López, adjunto a la Dirección de la E.T.S.I. Aeronáutica y del Espacio para Empresas y Empleo de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM).

El sector aeroespacial español ha estado a punto de duplicar su facturación en los últimos diez años, pero la crisis pandémica y el lanzamiento fallido de un satélite se han interpuesto en su camino en 2020.

La pérdida del satélite Ingenio, en noviembre, supuso un golpe durísimo para el mayor proyecto civil de la industria espacial española, con un coste aproximado de 200 millones de euros. Su finalidad iba a ser tomar unas imágenes de alta resolución de la superficie terrestre que permitieran, entre otras cosas, conocer el estado de las cosechas, el avance de la desertificación o las consecuencias del cambio climático.

La crisis pandémica ha hecho peligrar el presupuesto europeo de defensa y ha provocado el desplome en los viajes en avión y la comercialización de los aparatos. Y esto ha ocurrido justo cuando España intentaba dar un salto de calidad para convertirse en una potencia espacial comunitaria.

El Gobierno de Pedro Sánchez no solo se ha comprometido a aportar 1.200 millones de euros a la Agencia Espacial Europea en los próximos cuatro años, sino que acaba de intentar situar a uno de sus ministros, Pedro Duque, a los mandos del organismo. Aunque, al final, la candidatura fracasó, era un avance que tenía sentido después de más de una década de pasos al frente para los dos pilares del sector aeroespacial español: el segmento aeronáutico y el espacial.

El sector en cifras

De acuerdo con los datos de la patronal TEDAE , el segmento aeronáutico brincó de una facturación de 5.000 millones de euros en 2008 a otra de más de 10.500 millones el año pasado. En 2019, exportó casi el 80% de lo que produjo y mantuvo unos 45.000 empleos directos y otros tantos indirectos. Algo más de la mitad de su facturación se dirigió a proyectos civiles (es decir, no militares) y se desplegó en toda la geografía nacional. El 75% de sus cerca de 700 centros productivos se encuentra en Madrid (214), Andalucía (186) y País Vasco (122).

Antonio Fernández López, de la UPM, asegura que en España contamos con “un tejido industrial que permite afrontar retos de primer nivel, desde la fabricación de aeroestructuras a los sistemas”. Su especialidad, dentro del mercado internacional, matiza, son “los aviones de transporte militar, siendo el A400M y los productos propios, como el C295, los máximos exponentes dentro de este segmento, aunque también tiene una participación significativa en los aviones comerciales de Airbus”.

Más en general, añade el experto, “España posee un tejido productivo equilibrado y formado por empresas tractoras como Airbus o Indra, proveedores de primer nivel (TIER1) como Aernnova, Aciturri y Alestis y una industria auxiliar muy competitiva internacionalmente”.

La mayor especialidad de las empresas espaciales que operan en nuestro país es el diseño y fabricación de satélites, sondas o misiones que se ponen en órbita

El segmento espacial despegó, de acuerdo con los datos de TEDAE , de una facturación de 532 millones de euros en 2008 a otra de 863 millones el año pasado. Aunque, en 2019, su plantilla total solo ascendía a algo más de 4.200 profesionales, lo cierto es que España era la cuarta potencia europea por número de empleos, por encima de Reino Unido y por detrás de Francia, Alemania e Italia. Entre 2014 y 2019, las compañías españolas aumentaron sus plantillas en un 25%.

La mayor especialidad de las empresas espaciales que operan en nuestro país es el diseño y fabricación de satélites, sondas o misiones que se ponen en órbita. También existen grandes operadores que encargan satélites que luego utilizan ellos para ofrecer, por ejemplo, servicios de telecomunicaciones a sus clientes. La tercera especialidad de las empresas es el diseño y gestión de las instalaciones que controlan las misiones y satélites desde la Tierra.

Aunque el segmento espacial español está dominado por grandes multinacionales extranjeras como Airbus o Thales, también cuenta con grandes firmas nacionales de amplia reputación internacional como Hispasat o las divisiones espaciales de Indra, GMV, Elecnor, Sener o Técnicas Reunidas (IberEspacio). Y los proyectos y contratos millonarios se han sucedido en los últimos años.

Proyectos, amenazas y desafíos

Falcon 9 despegando para la puesta en órbita del satélite español PAZ

En 2018, España puso en órbita, de la mano de la empresa de Elon Musk SpaceX, un satélite ‘espía’ con fines de seguridad y defensa. A finales de 2019, lanzó un satélite de fabricación nacional, que sigue orbitando a una altura de 700 kilómetros de la Tierra, para averiguar el tamaño de hasta 500 exoplanetas.

Por fin, hace pocas semanas, supimos que Airbus diseñará y construirá en Madrid un satélite para monitorizar la temperatura de la superficie terrestre y que lo hará dentro de un proyecto comunitario valorado en casi 400 millones de euros.

Fuentes de TEDAE aseguran que la participación de la industria española en programas europeos como Galileo y Copérnico es “muy importante y variada”. Galileo es un sistema europeo de navegación por satélite del que dependen más de mil millones de usuarios de teléfonos en todo el mundo. Copérnico es la gran apuesta espacial de Europa para obtener información sobre el medio ambiente, los efectos del cambio climático y los desafíos para la seguridad ciudadana.

Las notables zancadas de las industria aeroespacial española en los últimos años se entienden mejor si tenemos en cuenta la grave preocupación europea frente al ascenso de China, el distanciamiento militar entre Washington y Bruselas que se inició con Obama y se ha recrudecido hasta niveles increíbles con Trump (ya no se puede contar con una alianza espacial tan sólida como antes) y la convicción de que el avance de la cuarta revolución industrial va a depender de los datos e imágenes que recaben los satélites y de la conectividad que sean capaces de ofrecer. Amazon anunció el año pasado que se proponía lanzar casi 3.300 satélites para proporcionar internet de alta velocidad.

Además de eso, existe la esperanza de que podamos anticipar o gestionar mejor, desde el espacio, algunos de los mayores peligros que nos acechan a medio y largo plazo. Y en esta categoría entran tanto el cambio climático (y los eventos catastróficos que podría alentar) como la mejora en la toma decisiones en ámbitos tan sensibles como la seguridad nacional o los enfrentamientos con otros países.

Esto, es verdad, puede ayudar a prevenir la guerra pero también fortalecer la vigilancia ilegal o ilegítima de la población. Harán falta nuevas regulaciones nacionales e internacionales para garantizar la privacidad y medios de comunicación y grupos de presión que exijan, continuamente, el cumplimiento de unos estándares mínimos.

Las mujeres solo representan el 25% de las plantillas de las empresas espaciales

Y aquellos no serán los únicos desafíos que deberá superar la industria aeroespacial española. Según Eliseo Llamazares, Head Aviación y Turismo para LatAm en KPMG, el principal riesgo ahora pasa por conciliar la austeridad financiera que ha impuesto la crisis pandémica con la apuesta por conservar el talento. España, advierte, “no se puede enfrentar a un nuevo éxodo de talento como en la crisis de 2008”.

Albert Nacinovic, director de Segula Technologies en España, recuerda que otra de las asignaturas pendientes del sector es la automatización. Según él, a veces “existe un desconocimiento bastante alto de las posibilidades de automatización dentro de la industria aeroespacial”. Además, sigue, “los sistemas de información de la mayoría de las empresas se han vuelto obsoletos, las inversiones en esta área son difíciles ya que el retorno no parece directo y los sistemas que tienen suelen ser bastante cerrados, sin información sobre el estado en tiempo real y con informes poco fiables”.

Eliseo Llamazares, que también es profesor de ITAEREA Aeronautical Business School, cree que “hay mucho camino por andar sobre todo en la sostenibilidad de la industria” y que el sector en su conjunto debería avanzar en igualdad de género y diversidad cultural. En el segmento espacial español, las mujeres apenas representan el 25% de las plantillas.

Todo ello será lo que deberá seguir cambiando después de que las empresas aeroespaciales hayan dejado atrás lo peor del gran drama que está poniendo en peligro su propia supervivencia: una crisis pandémica que las ha llevado a pedir más de 180 millones de euros en ayudas para evitar cierres y despidos masivos. ¿Volarán de nuevo en 2021?

Fotos | ESA

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