Cuando alzamos la vista al cielo y contemplamos las estrellas podemos con facilidad olvidar que el Universo es un lugar mayoritariamente inhóspito, salvo en las inmediaciones de esos pequeños puntitos brillantes.
Las nebulosas son nubes de gas y polvo que podemos observar desde la Tierra. Las podemos observar bien porque las partículas que las componen emiten su propia luz o bien porque reflejan la luz que les llega de otros lugares del Universo.
Las nebulosas son a menudo lugares de gran actividad en las que se forman estrellas y planetas. Un ejemplo cercano en términos astronómicos es la Nebulosa de Orión. Situada a unos 1.300 años luz de nosotros, esta región del Universo se extiende a lo largo de otros 24 años luz (unos 227 billones de kilómetros).
Podemos ver esta nebulosa en el cielo nocturno, situada algo por debajo del cinturón de Orión. Forma parte de un grupo nebular aún mayor y difuso: el Complejo molecular de la nube de Orión, que se extiende más allá de la constelación homónima.
A lo largo de los billones de kilómetros que ocupa la nebulosa, el polvo y gas puede compactarse como efecto de la gravedad dando lugar a nuevas estrellas. Las estrellas nacen constantemente en estos entornos. Esta actividad a veces suele concentrarse en algunas regiones dentro de la nebulosa, pero hay que tener en cuenta que estamos hablando de distancias astronómicas. Incluso en los clústers más compactos de estrellas las distancias son de miles de unidades astronómicas si no años luz.
Pero las estrellas no están solas, muy a menudo las acompañan planetas. O las acompañarán. Los astrónomos han descubierto en la Nebulosa de Orión un total de 42 discos ionizados protoplanetarios (llamados proplyds en inglés). Estos discos son nuevas nubes de polvo que orbitan una estrella y acabarán compactándose en forma de planetas, satélites y asteroides.
Conocemos estos objetos gracias al Hubble, pero es gracias a otros observatorios que hemos logrado observarlos mejor. Instrumentos como el Atacama Large Millimeter Array (ALMA) o el Very Large Telescope (VLT) nos han ayudado a entender mejor estos objetos, así como verlos desde distintos puntos de vista.
Un espejo de la soledad
Ahora contamos con una herramienta más para echar un vistazo a estas estrellas y sus discos. Ee la imagen compartida por Mark McCaughrean podemos observar el objeto Orión 294-606 en todo su esplendor y soledad. Orión 294-606 es un conjunto de estrella y disco protoplanetario. En la imagen se puede ver cómo el disco eclipsa parte de la estrella, cuya luz escapa por encima y debajo de éste.
También se puede apreciar otra cosa: lo que no está en la imagen. El disco se expande a lo largo de unas 300 unidades astronómicas (300 veces la distancia media entre la Tierra y el Sol). A su alrededor, nada. Las estrellas que pueden apreciarse en las esquinas de la imagen están a algo más de un año luz del disco.
Esto indica que, en su soledad, Orión 294-606 está en realidad más cerca de sus estrellas vecinas que nosotros, a unos cuatro años luz de las estrellas del sistema Alfa Centauri.
La imagen se la debemos al instrumento NIRCam del Telescopio Espacial James Webb y está tomada en una banda infrarroja de ~1870 nm, que nos permite observar el destello de la emisión y absorción del hidrógeno.
El James Webb parece continuar con su frenética actividad. Tras fotografiar los objetos más lejanos conocidos y tomar espectaculares imágenes de nebulosas, galaxias y planetas (incluso dentro de nuestro sistema solar) el telescopio espacial sigue dando de qué hablar durante los meses en los que la NASA está analizando la posibilidad de ampliar unos años la vida de su homólogo orbital, el Hubble.
Si esta extensión se materializa podremos seguir disfrutando de los resultados de este conjunto de telescopios, los cuales nos han dado algunas de las imágenes más memorables de nuestro Universo, pero sobre todo, nos están ayudando a comprenderlo un poco mejor.
Imágenes | Portada: NASA, ESA, M. Robberto (Space Telescope Science Institute/ESA) and the Hubble Space Telescope Orion Treasury Project Team
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