A Tabby la conocimos en octubre de 2015. Parecía una estrella normal, más grande y más caliente que el sol, pero normal. Sin embargo, alguien se dio cuenta de que su brillo cambiaba. A veces se oscurecía, a veces se iluminaba. No había patrones, no había explicaciones.
Sólo hay una forma de ‘oscurecer’ una estrellas: tapándola con otro cuerpo. Podía ser polvo estelar, podía ser un campo de asteroides, podían ser incluso los restos de algún planeta destruído. Pero "sobre todo", a juzgar por los titulares llenos de “misterio”, podía ser una megaestructura alienígena. Ahora, que se acaba de resolver el misterio, hemos descubierto que Tabby era, en realidad, una cara de Bélmez.
La facilidad de ver cosas que no existen
No en sentido literal, claro. Las caras de Bélmez fueron un fenómeno "paranormal" que consistió en la aparición de manchas, con forma de cara, en el suelo y las paredes de una casa de Bélmez de la Moraleda, provincia de Jaén. Considerado por 'muchos' como «el fenómeno paranormal más importante del siglo XX», fue, como no podía ser de otra manera, un fraude a medio camino entre la pareidolia y el oportunismo.
La pareidolia es un fenómeno psicológico que hace que percibamos erróneamente formas reconocibles donde solo hay estímulos vagos y aleatorios. Las nubes con cara de Mufasa, las tostadas con la silueta de los Beatles, la piel de toro, la bota de Italia o las manchas de nacimiento con forma de mapamundi son eso, pareidolias.
También lo es la estrella de Tabby. Al menos, en sentido metafórico. En pleno hype, la descubridora del astro, Tabheta Boyajian, montó una campaña de Kickstarter y recaudó 107.421 dólares. Los resultados de la investigación eran los esperables para los expertos (¡Polvo!), menos para buena parte de la gente que puso dinero. No es de extrañar: la hipótesis extraterrestre se deslizaba en la misma descripción de la campaña de crowdfunding. Muchos vieron aliens donde solo había estímulos vagos.
La 'kickstarterización' de la ciencia
No me entendáis mal, Tabby merecía ser investigada en profundidad. Se trataba de un fenómeno interesante que podía ayudarnos a entender mejor el Cosmos. Es decir, no estoy acusando a nadie de fraude. Es más, la idea de que la sociedad asuma un rol más activo en la financiación de la investigación científica es algo muy estimulante. Casi revolucionario, si me permitís el exceso.
Como decía la propia Boyajian, "es inspirador contar con personas contribuyendo de maneras tan diversas para ayudar a entender qué ocurre ahí fuera". Sin embargo, acto seguido, se equivocaba: "si no fuera por personas con una mirada imparcial, esta estrella habría sido pasada por alto". Esa es la principal lección de Tabby, que no hay nada parecido a una "mirada imparcial".
Hemos hablado mucho el posible impacto negativo de los grandes mecenas en el desarrollo científico y, por eso, hoy tocaba reflexionar también sobre el otro lado de la balanza: ¿cómo influye la llegada de la 'financiación colaborativa' en mismo desarrollo científico?
¿Hasta qué punto la escasa formación científica va a obstaculizar la investigación primando la que es socialmente financiable? Es decir, ¿la "nueva ciencia ciudadana" es como la "nueva economía colaborativa", el mismo perro con distinto collar? ¿Es eso un cambio a mejor?
Necesitamos sueños, aspiraciones, objetivos ambiciosos para avanzar, pero usar incentivos de forma cortoplacista es lo que nos ha llevado al borde de la mayor crisis científica que se recuerda. Necesitamos soluciones, necesitamos educación científica, necesitamos investigación de fondo; lo que no necesitamos son alienígenas.
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