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Llevábamos años convencidos de que habíamos visto el nacimiento de las estrellas. Lo que veíamos era un error del telescopio

"Y dijo Dios: Hágase la luz; y la luz se hizo". Y 13.600 millones de años después, en 2018, un equipo de investigadores de la Universidad Estatal de Arizona se plantó ante la opinión pública internacional y afirmó haber detectado señales de las primeras estrellas que aparecieron en el universo. "Era una observación revolucionaria porque gracias a la débil huella dejada por el resplandor de las estrellas más antiguas podremos encontrar evidencias nuevas e inesperadas sobre la materia oscura" y el universo temprano.

Cuatro años después, el radioastrónomo Ravi Subrahmanyan y sus colaboradores intentaron replicar la observación, pero no la encontraron. Era la primera vez que alguien trataba de hacerlo seriamente. Por eso, la pregunta era evidente, ¿habíamos escuchado el "amanecer del Universo" o sencillamente era un error del equipo original?

El experimento original

EDGES, el observatorio original

Seamos claros, no podemos ver la luz de las primeras estrellas. Para ello, esa luz tendría que haber viajado más de 13.000 millones de años y, aún así, ser lo suficientemente fuerte como para que nuestros telescopios ópticos pudieran capturarlo. No es así. Para conseguir identificar las señales, el equipo de Judd Bowman buscó en el hidrógeno interestelar ciertas longitudes de onda particulares. El hidrógeno es esencialmente trasparente, peor la luz ultravioleta de esas estrellas le habría conferido cierta opacidad en puntos concretos del espectro electromagnético.

Aunque la empresa era muy difícil (esa pequeña firma que buscaban se encuentra "tapada" por decenas de miles de millones de señales diversas; como cuando una radio no está bien sintonizada y se puede escuchar varias cadenas a la vez), los resultados fueron excepcionalmente buenos. Demasiado. "La caída en el espectro fue más profunda y amplia de lo que habían predicho las teorías cosmológicas" y eso hizo que los investigadores dedicaran más de dos años a comprobar que sus cifras estaban bien.

Los resultados eran tan extraños que los físicos teóricos tuvieron que hacer malabares para conseguir explicar el problema y, aún así, no lo consiguieron satisfactoriamente. Por eso, mucha gente empezó a dudar de los resultados. Ahí empezó la búsqueda de respuestas.

Los lagos de la India

SARAS 3, el nuevo instrumento

La principal dificultad del experimento es que los investigadores tienen que conocer a la perfección cómo interactúa el entorno del instrumento con las ondas que llegan desde el espacio. Por eso, el experimento original era un cacharro con forma de mesa en mitad del desierto y, por eso, el equipo de Ravi Subrahmanyan buscó durante meses un lago con el nivel exacto de salinidad que necesitaban para que la señal fuera clara.

Cuando lo encontraron diseñaron un nuevo dispositivo y se pudieron a escuchar el cielo. La señal no estaba. Todo parece indicar que los resultados de 2018 se deben a "un error del radiotelescopio usado", concluyeron. Y, de hecho, teniendo en cuenta lo desafiante de las mediciones originales, en este momento es lo más razonable: los nuevos datos sí cuadran. No obstante, aún no se ha dicho la última palabra. Hay tres experimentos más (uno en Sudáfrica, otro en el ártico canadiense y el último en los Andes chilenos) que están tratando de replicar el trabajo de 2018. Habrá que esperar, pues; pero más vale hacernos a la idea de que el origen de las estrellas sigue siendo un gran misterio.

Imagen | Joel Filippo

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