La Tierra gira en torno al sol a 30 kilómetros por segundo atravesando enormes regiones de espacio vacío. Pero todos los años, un poco después del 10 de agosto, el planeta se interna en la enorme nube de polvo, material y esquirlas que el cometa 109P/Swift-Tuttle deja tras de sí en su extraña órbita alrededor del Sol.
Son esas partículas de polvo las que, al atravesar la atmósfera a más de 210.000 kilómetro por hora, forman uno de los espectáculos más hermosos del verano en el Hemisferio norte: esa lluvia de estrellas que llamamos las Perseidas, las lágrimas de San Lorenzo.
Las lágrimas de San Lorenzo
Cuentan que era el 10 de agosto del año 258 cuando a San Lorenzo le tocó su martirio. Los romanos, que eran muy imaginativos para estas cosas y encontraban en cada muerte una oportunidad de escarmentar a los cristianos, decidieron quemarlo vivo sobre una parrilla. También cuentan que, en medio de los interminables dolores del martirio, el santo de Huesca reunió fuerzas para decirles a sus verdugos «Assum est, inquit, versa et manduca» («Ya estoy asado, parece; otra vuelta y a comer»).
Quizá por esa proverbial forma de trollear a sus enemigos en los momentos más delicados, Lorenzo siempre fue un santo muy querido y celebrado. No es de extrañar que, cuando los feligreses viejos veían que tras cada 10 de agosto el cielo nocturno se llenaba de estrellas fugaces, se convencieron de que eran lágrimas por la muerte del mártir estuviera hecho, muy hecho o en su punto.
La mayor lluvia de estrellas del hemisferio norte
Hoy, como decía un poco más arriba, sabemos que técnicamente no es así. De lágrimas tienen poco. Pero la expresión es tan poética que se ha convertido en la forma popular de llamarlo en muchas partes del mundo. Sobre todo, entre los aficionados a los cielos nocturnos que salen a ver, fotografiar y disfrutar de las Perseidas (los meteoros que, visualmente, parecen surgir de la constelación de Perseo).
En 2017 el pico de actividad será las noches del 12 y el 13 de agosto. Aunque, a diferencia de los últimos años, no será un buen año para verlas. La Luna menguante emitirá demasiado brillo invisibilizando los meteoros más tenues. Con suerte, veremos la mitad de las cien estrellas fugaces a la hora a las que nos tienen acostumbrados.
De todas formas, 50 a la hora sigue siendo una cifra espectacularmente buena y, reconozcámoslo, el verano del hemisferio norte es una excusa perfecta para salir a al campo, lejos de la contaminación lumínica y reencontrarnos con la noche, la Luna y las estrellas.
Algunas claves para disfrutar de las Perseidas
El reguero de material que deja el cometa 109P/Swift-Tuttle cada 133 años es enorme y, en sentido estricto, se pueden ver Perseidas en el cielo desde el 17 de julio hasta el 24 de agosto. No obstante, la fiesta de verdad empezará el 12 de agosto en torno a las 19:00 GMT. En América del Norte y Europa tendremos que esperar a esa noche para poder disfrutarlas en toda su plenitud.
Quizá el consejo más importante a la hora de buscar estrellas fugaces es alejarse de la luz como alma que lleva el demonio. La contaminación lumínica de las ciudades es el mayor enemigo de la astronomía nocturna.
Por lo demás, debemos tener claro que si la meteorología no acompaña no será una buena noche para cazar estrellas. Y que el mejor momento para verlas es en las horas más avanzadas de la madrugada. De hecho, será difícil verlas antes de las 10 de la noche y conforme avancen las horas se podrán observar más y mejor.
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