Un reciente estudio lleva varios días levantando revuelo: ¿son los pulpos, en realidad, animales procedentes del espacio? La investigación, firmada por más de treinta científicos, hace algunas consideraciones interesantes sobre el origen extraterrestre de la vida. ¿Qué tienen de realidad y qué de ciencia ficción?
El pulpo que vino de más allá de las estrellas
Admitámoslo, los pulpos parecen raros. Extraordinarios cuanto menos: son especialmente inteligentes, poseen apéndices y órganos únicos. No es de extrañar que estos animales hayan inspirado algunos de los monstruos más horripilantes del universo ficticio. Pero, por mucho que Cthulhu apruebe esto, parece un poco exagerado pensar que los pulpos tienen su origen en otro lugar que no sea la Tierra, ¿no?
Pues eso mismo es lo que propone un grupo de investigadores quienes han dispuesto una serie de ideas que reviven uno de los conceptos más románticos de la biología: la panspermia. Pero antes de entrar en ese tema, continuemos con la hipótesis sobre la que trabajan estos científicos.
Según ellos, el pulpo es el mejor ejemplo de que la vida tiene un componente extraterrestre. Su genoma es, sin duda, extraño. Por ejemplo, la forma que tienen sus genes de expresarse es bastante distinta a la de otros seres vivos. Esto, probablemente, tiene mucho que ver con su inusual inteligencia o sus extrañas capacidades.
En realidad, esta interpretación sería la más radical a su planteamiento, un poco más suave: en el paper, los investigadores explican que la evolución de estos animales (y de todos, en general) habría estado controlada por "organismos" (bacterias y virus, aunque estos últimos no son organismos) extraterrestres. Por tanto, aunque el pulpo es el ejemplo escogido por estos investigadores, lo cierto es que su propuesta va más allá: no solo una especie, sino toda una era todo un periodo geológico, el Cámbrico, habría estado condicionada por la venida de un elemento externo.
Panspermia, el origen extraterrestre de la vida
El estudio explica que la llegada en un cometa de virus, o sus predecesores, habría estado detrás de lo que se conoce como "explosión cámbrica". Este evento supuso un punto de inflexión en la evolución de todos los seres vivos ya que la vida comenzó a perfilarse hacia lo que conocemos a día de hoy.
Esta idea no es nueva, puesto que la panspermia viene acompañando a los científicos, como tal, desde el siglo XIX. ¿Y si la vida en la Tierra hubiese sufrido "un empujón" de fuera del planeta? A estas alturas todavía tenemos nuestras dudas fundamentadas y poco claras sobre cómo se originó el que es el fenómeno más importante de nuestra existencia.
Lo cierto es que tenemos varias ideas curiosas al respecto: hemos hallado moléculas orgánicas en meteoritos y asteroides. Seguimos buscando los precursores de la vida en otros planetas y cuerpos celestes, aunque no hemos encontrado nada aún. La idea de la panspermia, como decíamos, no es tan descabellada y sí muy romántica.
Pero también es verdad que no tenemos ni una sola prueba para comprobar o demostrar que esto es así. Por el momento, todo apunta a que la vida que conocemos solo tiene un origen y está en la superficie de este pequeño planeta. Y no, por mucho que se empeñen los investigadores de este paper, sus elucubraciones tampoco son una prueba.
Cefalópodo parece, 'alien' no es
El problema viene de base, puesto que los investigadores que firman el paper parten de una suposición que no puede demostrarse (ni ser invalidada): que en algún momento del Cámbrico llegaron virus, o sus precursores, a la Tierra. Para ellos, la prueba "fehaciente" es que antes de la explosión cámbrica no existía una diversidad comparable.
Aunque es cierto que tratan de articular y defender la idea con varias suposiciones, estas, es fácil de comprender, no son hechos. Por el momento, los virus (y los cefalópodos) son terrestres, a pesar de las dudas existentes en su evolución.
Por ejemplo, los fósiles más antiguos que tenemos de los cefalópodos, como tales, proceden del Cámbrico, precisamente. Antes de eso tenemos una serie de fósiles difíciles de conciliar con los pulpos y sus primos modernos. Pero esto, probablemente, se deba a que no hemos encontrado restos, por la composición de su concha interna. O sencillamente no hemos sabido interpretarlos.
Por otro lado, tenemos buenas razones para pensar que los virus han estado aquí tanto tiempo, o más, que las mismísimas células. Es decir, mucho antes de la explosión precámbrica. ¿Podrían haber llegado nuevos virus o precursores evolutivos de nuevos virus en un meteorito? Por qué no, si tenemos en cuenta que existen montones de fuentes de material orgánico ahí fuera, no sería descabellado.
De hecho, Chandra Wickramasinghe es un astrofísico especializado, precisamente, en la búsqueda de materia orgánica en elementos extraterrestres. También es un firme defensor de la panspermia, por supuesto. Hace unos años demostró que se podían encontrar bacterias a altitudes estratosféricas (a unos cuarenta y un kilómetros de nuestra superficie, para ser más precisos).
Lo que no consiguió demostrar es el origen de estas bacterias. Casi todos los biólogos concuerdan en que estas bacterias son tan mundanas como el resto de seres vivos. Uno de los principales problemas de este estudio, por desgracia, está en que entre los científicos hay muy pocos zoólogos, taxónomos o biólogos evolutivos.
Esto supone un problema muy serio, pues donde el ensayo interpreta dudas, otros expertos en evolución ven malinterpretaciones o falta de conocimientos. Los pulpos, y muchos virus también, pueden parecer extraños y alienígenas. Y, sin embargo, hasta donde sabemos, el principio de parsimonia (más conocido como la Navaja de Ockham) nos invita a pensar que por mucho que le disguste a Lovecraft, los cefalópodos y el resto de organismos siguen siendo terrestres.
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