Con la mejora de la tecnología y las técnicas de observación, recurriendo a ondas más allá del espectro visible, estamos descubriendo objetos espaciales tan interesantes como Oumuamua o estrellas que incluso pasan desapercibidas a la NASA, pero en ocasiones saber más nos supone un jarro de agua fría. Aunque lo que precisamente echamos en falta esta vez es el líquido elemento, dado que parece que lo que parecía agua líquida en Marte finalmente no lo es.
Son las conclusiones que se tienen tras haber realizado observaciones más precisas de aquella zona donde la agencia espacial estadounidense confirmó (ahora sabemos que erróneamente) que había agua líquida. Aunque no todo lo que se va sabiendo "desanima", porque hace unos meses se avanzaba un poco más en determinar el origen de unos escuderos algo peculiares que acompañan a Marte en su vuelta al Sol: los asteroides troyanos.
Donde dije agua, digo arena
Según explican desde el Jet Propulsion Laboratory de la NASA en un comunicado, lo que previamente se consideraron corrientes de agua ahora se interpreta como deslizamientos granulares (es decir, de arena y polvo) desplazándose hacia abajo, a lo cual corresponden esas manchas u ondas oscuras. No obstante, esto no significa que se niegue totalmente la presencia de agua en el planeta, apuntando que podrían existir pequeñas cantidades de la misma al detectar sales hidratadas en algunos puntos.
Estas nuevas observaciones se han hecho con la cámara del Mars Reconnaissance Orbiter (MRO). Imágenes que han determinado que estas dunas sólo se dan en las laderas lo suficientemente escarpadas (a partir de 27 grados de inclinación) como para que los granos desciendan componiendo estas formaciones.
Pero, ¿entonces no hay marcianos? Una de las ideas más atractivas que derivan de la presencia de agua es que haya algún tipo de vida, pero tal y como la conocemos en la Tierra el agua es necesaria. Sin agua, no party, y los nuevos datos nos dicen que lo más probable es que no haya suficiente agua como para que puedan subsistir las formas de vida más resistentes que conocemos.
Es decir, aunque no puede descartarse nada al hablar de que el Planeta Rojo albergue vida, el hecho de que la presencia de agua líquida se limite a trazas de humedad disuelta de la atmósfera y capas muy finas reduce mucho las posibilidades de encontrar algún microbio subsistiendo. Pero tenga o no vida en su superficie, lo que sí tiene Marte son aún misterios por resolver y varios de ellos están en ese séquito de asteroides troyanos que le acompaña.
Troyanos que no van dentro de caballos, sino en familia
Quizás más bonito fue lo que se ha ido planteando sobre los asteroides troyanos de Marte, ya que hablamos de familias de asteroides, con padres e hijos. Así, en el Encuentro anual de la División de Ciencias Planetarias de la Sociedad Astronómica Americana en Utah del pasado mes de octubre se presentaron nueva hipótesis sobre la creación de las mismas, como reportó Europa Press, pero primero mejor aclarar qué es eso de asteroides troyanos.
Un asteroide troyano es aquel que comparte órbita con un planeta al quedarse en ciertos puntos en los que puede permanecer estacionario, como un satélite artificial con respecto a la Tierra y la Luna (lo que se llaman puntos de Langrange o de libración). El primero fue descubierto por el astrónomo Max Wolf y fue bautizado como Aquiles, ya que se acordó que cada uno de éstos recibiría el nombre de una figura mitológica de la guerra de Troya.
Júpiter, como siempre, es grande a todos los niveles y tiene un montón de estos troyanos (más de 4.000), pero los tiene Neptuno, Marte y también la Tierra. A nosotros nos acompaña en nuestra órbita al Sol 2010 TK7, aún con un nombre algo más genérico (y aburrido), pero lo que aún no se sabe es, entre otras cosas, el origen de los asteroides troyano.
Las dudas además giran en torno (nunca mejor dicho) al origen de los asteroides troyano en los denominados planetas telúricos (Mercurio, Venus, la Tierra y Marte), es decir, los que no son gigantes gaseosos (que tienen como hemos visto miles de ellos). Concretamente a Marte se le han descrito varios desde que en 1990 se descubriese a Eureka, el primer asteroide troyano conocido del planeta.
Las teorías que se han barajado de sobre su origen es que los troyanos marcianos se formaron a partir de los materiales que flotaban alrededor del mismo durante su juventud, acumulando materia. También se plantea que llegasen desde otro punto y quedasen atrapados por la gravedad, o bien que fuesen fragmentos del propio Marte expulsados tras una colisión intensa.
Ésta última cobró fuerza con el trabajo publicado el pasado julio por un equipo de cuatro astrónomos de distintas instituciones en la revista Nature Astronomy. En él se describe la presencia de olivina en Eureka y otros troyanos (que forman un clúster o familia, quedémonos con esto), un mineral que suele estar en estos planetas telúricos y no en los asteroides "estándar".
La presencia de olivina se determina gracias a la medida del reflejo de la luz sobre la superficie, pudiendo caracterizar materiales por la longitud de onda de la luz que rebotan. El encontrar este elemento junto con las evidencias de fuertes impactos en la superficie marciana, hacen que la hipótesis de que por uno de ellos se eyectasen rocas que pudiesen quedar atrapadas en estos puntos "especiales" de la órbita sea más plausible.
Y justamente la luz solar es la que se apuntó como responsable de las aglutinaciones de los troyanos de Marte. El astrónomo Apostolos Christou, del Observatorio y Planetario de Armagh (Irlanda del Norte, Reino Unido). Astrónomo que de hecho ya publicó sobre la presencia de olivina en los troyanos de Marte a principios de 2017, y que en esta ocasión él y su equipo quisieron estudiar por qué hay troyanos de Marte que van en familia y por qué hay otros que van por libre.
¿Qué se plantearon? Abarcar el asunto no sólo centrándose en la familia Eureka, sino en todos los troyanos marcianos, porque hay dos que van por su lado sin compañía alguna: (101429) 1998 VF31 y (121514) 1999 UJ7 (tampoco hay nombres bonitos aquí). Dos rocas que están a la misma distancia del Sol y que tienen un tamaño similar a Eureka, pero que carecen de parientes.
Christou y su equipo pensaron que estas pistas indicaban algo acerca de la formación o ausencia de familias de asteroides troyanos, y la respuesta a esto que platearon es la fisión rotacional. Es decir, que Eureka gire sobre sí mismo desprendiendo fragmentos y formando esa familia de asteroides, impulsado por el efecto YORP (Yarkovsky - O'Keefe - Radzievskii - Paddack) que se debe a la radiación solar.
Lo que les llevó a esta idea fue el hecho de que Eureka gira 20 veces más rápido que 1999 UJ7, de modo que éste es incapaz de crear una familia al tener un giro lento y no sufrir efecto YORP. 1998 VF31, no obstante, no gira tan lento, pero la explicación de que éste tampoco tenga familia puede deberse a su situación, estando en una zona de escape que haría que los fragmentos que se desprendiesen no se quedasen y que, por tanto, no tenga hijos.
Sobre los troyanos queda aún mucho que estudiar y por saber, pero justo con eso es con lo que nos quedamos de estas dos historias marcianas de este año: aún queda mucho por conocer, comprobar, refutar y sobre todo disfrutar de nuestro vecino rojizo. Así que quedamos pendientes de cuál será el próximo hallazgo importante, porque aunque lo de visitarlo no parece estar muy cerca desde la distancia vamos descubriendo cosas tan curiosas como su cola.
Imagen | ESA
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