Puede que nunca llueva a gusto de todos, pero lo que sí sabemos es que la vida como la conocemos en la Tierra y el hecho de que en nuestro planeta las precipitaciones sean de agua, vienen de la mano. Podría parecer una perogrullada, claro que las precipitaciones en la Tierra son de agua, ¿qué más podría llover?
Pues, por lo que sabemos de otros planetas, muchas cosas y en muy diversos estados de la materia. El agua es bastante común en el universo pero raras veces se presenta en estados líquido y gaseoso en la superficie de planetas, puesto que cuando no se congela como en las lunas heladas de nuestro sistema solar, acaba siendo arrastrada por los vientos solares como ocurrió en Marte.
Sin salir de nuestro sistema solar, en Venus podemos encontrar una forma de lluvia que podríamos considerar extrema: ácido sulfúrico. Debido a las variaciones en temperatura y presión, este compuesto tan solo hace parte del trayecto de descenso en estado líquido. Llegado a cierto límite se vuelve a convertir en gas antes de llegar a la superficie del planeta.
Las precipitaciones de ácido sulfúrico no son ajenas a la Tierra, y es que uno de los agentes causantes de la lluvia ácida era, precisamente, este compuesto, causado por la interacción entre moléculas de agua en la atmósfera y moléculas de dióxido de azufre. Estas últimas podían ser de origen natural (causadas por un volcán, por ejemplo) o procedentes de las industrias, si bien este tipo de emisiones se han reducido en las últimas décadas.
En Marte en cambio las precipitaciones son sólidas: nieva. En el planeta rojo tampoco es agua lo que forma las precipitaciones, sino que lo que nieva es dióxido de carbono. Uno de los compuestos que más afecta al clima terrestre (en forma de gas, aquí), esta lluvia podría ser una de las características más amables del hostil clima marciano.
La lluvia va más allá de los pequeños planetas rocosos. Los gigantes de gas y hielo también pueden tener fenómenos semejantes a la lluvia. En planetas como Saturno el helio puede separarse del hidrógeno y formar pequeñas gotas, más pesadas, que descienden hacia el interior del planeta. Aún sabemos muy poco sobre este fenómeno, como es poco lo que sabemos sobre los dos gigantes gaseosos de nuestro sistema y sus atmósferas.
Sin embargo algunas de sus lunas sí han podido ser estudiadas a nivel superficial. Y en Titán podemos encontrar un ejemplo extraño, no por lo diferente que es a la Tierra sino por lo similar. Los expertos creen que este satélite de Saturno cuenta su propio ciclo del agua, solo que no es agua sino metano lo que circula entre su superficie y su atmósfera.
El dinero no cae del cielo, pero si te encuentras en Urano o en Neptuno, algo también muy valioso puede caerte encima: diamantes. Por supuesto poco duraría tu felicidad porque la vida humana no es compatible con las condiciones extremas que permiten que estos planetas tengan sus propias lluvias de diamantes.
¿Y fuera de nuestro sistema solar? Los astrónomos también han puesto sus ojos en planetas más allá de la órbita del Sol, exploanetas, y sus atmósferas. También ahí pueden encontrarse precipitaciones extremas.
Como hierro. WASP-76b tiene quizás la lluvia más brutales de los planetas conocidos, ya que su elevada temperatura, que supera los 1.700º C. Los expertos que han analizado el planeta consideran que en su atmósfera es posible que el hierro llegue a evaporarse para después condensarse en gotas líquidas y caer a la superficie del planeta.
Como en Urano y Neptuno, en HAT-P-7b las precipitaciones podrían caer a menudo en estado sólido y, como en estos dos gigantes helados, estar compuesta por eso que en la Tierra consideramos piedras preciosas. En el caso del exoplaneta, no se trataría de diamantes sino de zafiros y rubíes creados por la solidificación de la materia que albergan sus nubes de óxido de aluminio.
Lluvia, nieve, granizo… son todos términos acuñados en su mayoría en tiempos en los que el agua caía del cielo sin que se supiera exactamente por qué. Eso no impide que podamos extrapolarlos a la meteorología de otros planetas ahora que entendemos mejor nuestro ciclo del agua y lo que ocurre en otros planetas de nuestro entorno y en los más lejanos.
Comprender la meteorología extraterrestre es, además, clave si queremos visitar otros planetas. El rover Perseverance, por ejemplo, partió hacia Marte con la más avanzada estación meteorológica interplanetaria creada por el ser humano. Sabemos también, por ejemplo, que el hostil Venus cuenta con una región atmosférica con unas condiciones meteorológicas que podrían ser “agradables” para la percepción humana, lejos claro de la lluvia ácida de las capas interiores.
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Imagen | Exoplaneta LP 791-18 d, Chris Smith (KRBwyle)/NASA Goddard Space Flight Center
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