La Presa de las Tres Gargantas es una maravilla de la ingeniería moderna. Ubicada en el centro de China, interrumpe el paso del río Yangtsé, el más largo de Asia, generando más electricidad que ninguna otra central hidroeléctrica en el planeta.
Es tan grande que, según la NASA, su llenado puede desacelerar la rotación de la Tierra. Con un impacto mínimo, pero poniendo de manifiesto la influencia humana en los equilibrios planetarios; incluso los más fundamentales.
La Presa de las Tres Gargantas. El río Yangtsé es el tercero del mundo en longitud, por detrás del Amazonas y el Nilo. También llamado río Azul, drena una cuenca de casi dos millones de kilómetros cuadrados, alimentando de agua el 40% del territorio chino. En el curso medio del río hay tres desfiladeros naturales llamados Qutang, Wu y Xiling: las Tres Gargantas.
En 2012, casi dos décadas después del inicio de las obras, China inauguró la central hidroeléctrica más grande del mundo, construida sobre el río Yangtsé en la provincia de Hubei para aprovechar el salto de las Tres Gargantas.
Cómo China hizo sombra a Itaipú. Con una potencia de 22.500 MW, la Presa de las Tres Gargantas es la primera en generar más energía que la central hidroeléctrica de Itaipú, compartida por Brasil y Paraguay sobre el río Paraná.
La Presa de las Tres Gargantas batió en 2020, después de unas intensas lluvias monzónicas, el récord de 103 TWh anuales de Itaipú. Aquel año, sus 32 turbinas de 700 MW produjeron casi 112 TWh de electricidad, más de lo que consumen anualmente países enteros, como Finlandia o Chile. Completan la megaestructura dos generadores más pequeños de 50 MW, que proporcionan energía a la propia planta, y un elevador de barcos que permite navegar el río.
Y ralentizó la rotación de la Tierra. Con una longitud de 2.335 metros y una altura de 185, esta colosal estructura es capaz de retener hasta 40 kilómetros cúbicos de agua, o lo que es lo mismo: 40 billones de litros. Una masa gigantesca que, como advirtió la NASA en 2005 y se evaluó más tarde, de llenarse podría influir de forma calculable en la rotación de nuestro planeta.
Según el geofísico Benjamin Fong Chao, del Centro Goddard de la NASA, llenar la Presa de las Tres Gargantas desplazaría levemente el eje de la Tierra hasta ralentizar su rotación, aumentando la duración del día en 0,06 microsegundos.
Un día ligeramente más largo. Aunque es un cambio pequeño en comparación con el derretimiento de los casquetes polares o los grandes terremotos, demuestra el impacto que las actividades humanas pueden tener en nuestro planeta, incluso a una escala tan grande como la rotación de la Tierra.
Tomemos como referencia el devastador tsunami de Indonesia de 2004. Fue causado por un terremoto que, a su vez, se debió a una compactación de la Tierra por la interacción entre las placas tectónicas de la India y Myanmar. Aquel tsunami el efecto contrario: desplazó el Polo Norte unos 2,5 cm hacia el este, lo que aceleró ligeramente la rotación del planeta, reduciendo la duración de un día en 2,68 microsegundos.
La clave: el momento de inercia. El desencadenante de este efecto es una magnitud física llamada "momento de inercia" que describe la resistencia de un cuerpo a los cambios en su rotación. El momento de inercia es mayor o menor dependiendo de la cantidad de masa del objeto y cómo está distribuida esa masa con respecto a su eje de giro.
El ejemplo clásico es un patinador artístico que, al cruzar los brazos cerca del cuerpo, aumenta su velocidad de rotación. Del mismo modo, la rotación de la Tierra puede verse modificada por cambios en su distribución de masa. En el ejemplo de Indonesia, el movimiento de las placas tectónicas provocó un tsunami en el océano Índico que modificó la distribución de masas en la superficie terrestre y, en consecuencia, el momento de inercia del planeta.
La Luna tiene competencia. La Tierra no es una esfera perfecta; su eje de rotación se desplaza naturalmente debido a cambios en la atmósfera, los océanos y la corteza terrestre. Desde 1900, este eje se ha movido unos 10 centímetros por año. Tradicionalmente, se atribuía este desplazamiento al retroceso de los glaciares o la atracción gravitacional de la Luna. Ahora estamos empezando a entender la mano del hombre, y la Presa de las Tres Gargantas o el derretimiento de los polos, que incrementa el nivel del agua hacia el ecuador, no son los únicos ejemplos.
Otro ejemplo son los pozos. Entre 1993 y 2010, la geoingeniería humana extrajo aproximadamente 2.150 gigatoneladas de agua subterránea, utilizada en consumo, agricultura, ganadería e industria. Esta extracción masiva elevó el nivel del mar en más de seis milímetros y, sorprendentemente, desplazó el eje de rotación de la Tierra en 80 centímetros hacia el este.
¿Cuestión de ajustar el reloj? El impacto de los pozos o la Presa de las Tres Gargantas en la rotación de la Tierra, aunque mínimo, plantea interrogantes sobre la influencia de las actividades humanas en nuestro planeta. Ante estos cambios, algunos investigadores abogan por introducir un segundo intercalar negativo en la hora internacional si la rotación de la Tierra se vuelve ligeramente más rápida por el efecto humano.
Consistiría en que un minuto durase solo 59 segundos para compensar la desaceleración de la rotación de la Tierra y mantener la sincronización de los relojes atómicos, que se utilizan para medir el tiempo con precisión milimétrica.
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