Desde los albores de la carrera espacial, los seres humanos hemos utilizado sistemas de lanzamiento de propulsión química para viajar más allá de la atmósfera de nuestro planeta. Por ejemplo, el cohete ruso Protón-M funciona con de tetróxido de dinitrógeno (NTO) y dimetilhidrazina asimétrica (UDMH). El enorme Space Launch System estadounidense, por su parte, requiere de hidrógeno líquido (LH2) y oxígeno líquido (LOX) en su etapa central.
La propulsión química, como podemos ver, es un elemento clave para la exploración del espacio (y lo ha sido durante mucho tiempo). Sin embargo, tiene limitaciones que no la hacen del todo idónea para misiones tripuladas a otros planetas. Si queremos visitar Marte, debemos procurar llegar lo más rápido posible y de la manera más segura posible. Aquí es donde entran en juego sistemas de propulsión más avanzados, como la propulsión termonuclear (NTP).
Una idea que nos acerca a Marte
El sueño de enviar humanos a Marte se remonta a finales de la década de 1940, pero los hitos alcanzados en los últimos años nos acercan a poder hacerlo realidad. La NASA lidera este objetivo con su Programa Artemis, que pretende acumular la suficiente experiencia en la vuelta a la Luna para enviar los primeros astronautas al planeta rojo. Si bien se prevé que este importante salto ocurra en algún momento de la década de 2030, el desarrollo tecnológico ya ha comenzado.
A principios de este año nos enteramos de que la agencia espacial estadounidense iba a unirse al proyecto DRACO de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (DARPA). El mismo consistía en crear un sistema de propulsión termonuclear. Aquella asociación ha empezado a dar sus frutos dado que este miércoles se ha seleccionado al legendario contratista de defensa Lockheed Martin para desarrollar un cohete NTP.
El anuncio llega acompañado de muchas promesas por parte de la compañía privada estadounidense, que prevé empezar las pruebas del cohete en cuestión en 2027. Afirman que este tipo de sistema será capaz de ofrecer una eficiencia de dos a cinco veces mayor a la de los sistemas químicos, lo que se traducirá en mayor velocidad y distancia. También aseguran que permitirá escenarios de aborto de misión que no son posibles con las tecnologías de propulsión actuales.
Cabe señalar que, aunque el cohete incluirá un reactor nuclear, los químicos no desaparecerán, de hecho, serán tan vitales como este para su funcionamiento. El sistema NTP utilizará un reactor de uranio de bajo enriquecimiento (HALEU) para convertir rápidamente el hidrógeno almacenado a temperaturas criogénicas en un gas presurizado extremadamente caliente. Este último será expulsado por la tobera para crear empuje.
A nivel de seguridad, el reactor nuclear permanecerá inactivo hasta que el cohete haya alcanzado una órbita segura lo suficientemente alejada de la Tierra. Recordemos que esta no es la primera vez que Lockheed Martin y la NASA están involucrados en proyectos con tecnología nuclear. Divisiones del contratista han diseñado algunos de los generadores termoeléctricos de radioisótopos utilizados por la agencia para misiones como New Horizons, que ha llegado increíblemente lejos, y Galileo.
Imágenes: Lockheed Martin
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