La NASA se ha hartado de los OVNIS. Y, precisamente por eso, no solo apuesta por un cambio de nombre para denominar el fenómeno, sino que ha decidido poner en marcha el mayor estudio institucional jamás hecho. Nueve meses, 100.000 dólares y panel de investigadores para poner orden la conspiranoia OVNI y tratar de traerlos al mundo científico convencional.
El problema OVNI. Aunque pueda parecer sorprendente, históricamente hablando, la NASA ha mostrado muy poco interés por los OVNIS. Casi toda la investigación, monitorización y análisis de este tipo de fenómenos caía en las manos del Departamento de Defensa de EEUU. De hecho, aunque evidentemente colaboraba con muchos niveles del gobierno norteamericano, la agencia espacial no formaba parte ni del Unidentified Aerial Phenomena Task Force ni del Airborne Object Identification and Management Synchronization Group.
El motivo último de esto es sencillo: durante décadas la mayor parte de OVNIs realmente existentes eran, en realidad, operaciones militares de alguno de los dos grandes bloques militares e incluir a la NASA en todo eso conllevaba compartir información reservada. Aún sigue siendo así en muchos casos. No obstante, con la apertura de la carrera espacial a los actores privados la situación ha cambiado.
De los OVNIs a los FANIs. Lo que ha cambiado, sobre todo, es que ahora tenemos una explosión de datos sobre lo que ocurre en la órbita cercana a la Tierra. Por ello, la NASA se ha dado cuenta de que hay que traer gran parte de estos temas a la luz de la ciencia moderna.
Y eso pasa por empezar a dejar de hablar de OVNIs y adoptar otras denominaciones que (aunque no son novedades en sentido estricto) están libres de connotaciones negativas o pseudocientíficas: "fenómeno aéreo no identificado" es seguramente la que goza de más popularidad.
Un proyecto a largo plazo. Pero el cambio de nombre es solo una parte muy pequeña. En realidad, "el estudio se centrará en identificar los datos disponibles, cómo recopilar mejor los datos futuros y cómo la NASA puede usar estos datos para avanzar en la comprensión científica de las UAP", explicaba Thomas Zurbuchen, administrador asociado de misiones científica de la agencia.
Parece un enfoque muy gris y aburrido (y, sinceramente, quizás lo sea), pero lo cierto es que hablamos de un campo tan pobre en datos como rico en especulaciones. Todo lo que sea en buscar formas de recopilar muchos datos, realizar investigaciones y permitir análisis científicos de envergadura es una buena noticia.
Un cambio de paradigma. No obstante, el proyecto acaba de empezar. O, mejor dicho, ni siquiera acaba de empezar. Arrancará en otoño y, como digo, la primera fase se desarrollará durante nueve meses. De su éxito dependen muchas cosas, pero sobre todo depende un cambio de paradigma que (por fin) nos permita descubrir, con luz y taquígrafos, esa "verdad que está ahí fuera".
Imagen | Albert Antony
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