En 1945, la revista Life publicó que el ejército norteamericano había encontrado pruebas de que "los científicos alemanes habían planeado seriamente construir una pistola solar" durante la 2ª Guerra Mundial. La idea, según explicaban, era construir un espejo orbital gigantesco que "enfocaría los rayos del sol a un solo punto abrasador de la superficie terrestre". De esa forma, según explicaba Life, "esperaban usar dicho espejo para quemar ciudades enteras o hacer hervir parte del océano".
Siempre he sido escéptico con las Wunderwaffen, las 'armas maravillosas' que, siempre según el Gobierno Alemán iban a darle la vuelta a una guerra que ya estaba muy perdida. No con todas, claro. Muchas de esas supuestas ideas locas y desesperadas terminaron acabando en cosas tan importantes como el programa espacial, pero otras, sinceramente, no hay por donde cogerlas.
Siempre consideré al espejo espacial como parte de estos últimos. Al menos, hasta que los rusos entraron en escena.
Una enorme pistola solar
Por un lado la idea había sido propuesta (y muy en serio) por Hermann Oberth, uno de los padres de la aeronáutica, en 1923. Y, como explicaban en io9, no era una idea pasajera. En 1957 aún estaba convencido de que su espejo espacial se convertiría en realidad. Los científicos nazis, que, como recordaremos, estaban a la cabeza del trabajo aeroespacial, se convencieron de que se podría construir "un disco ligeramente cóncavo de un kilómetro y medio de diámetro" a 8.000 kilómetros de distancia.
Sin embargo, las cifras no cuadran. Con el tamaño y la distancia a la que los científicos alemanes querían plantar su estructura reflectante, es imposible que se puedan quemar ciudades o evaporar mares. Se puede, por pura óptica, montar una empresa de bronceado con rayos UV. Algo que, tras la publicación de Life, el mismo Oberth reconoció. Para poder hacer cualquier cosa (y el viejo aeronáutico pensaba en plantas termosolares) el tamaño del espejo debía de ser mucho más grande.
El proyecto Znamya
Znamya consistió en una serie de experimentos con espejos orbitales que puso en marcha la Agencia Espacial Rusa durante la década de 1990. Trataban de recuperar la idea de Oberth y estudiar la posibilidad de aprovechar los satélites de cara a contruir plantas de energía. El Znamya 2 era un espejo solar espacial de 20 metros de ancho y se lanzó el 27 de octubre de 1992.
El 4 de febrero de 1993, el espejo se desplegó con éxito y produjo un punto brillante de 5 km de ancho que atravesó Europa desde el sur de Francia hasta el oeste de Rusia a una velocidad de 8 kilómetros el segundo. Como las nubes cubrieron la mayor parte de Europa esa mañana y su luminosisdad era equivalente a la luna llena, no mucha gente se percató del experimento. A las pocas horas, Znamya 2 se quemó sobre Canadá.
El siguiente experimento, el Znamya 2.5 se desplegó en 1999 y tenía un diámetro de 25 metros. Sin embargo, hubo un fallo en el proceso y se rasgó. Fue un fracaso y eso precipitó el cierre del programa. Pero lo cierto es que el sueño de Oberth sigue vivo y no es descabellado pensar que con la democratización del espacio a alguien, y no quiero mirar a nadie, pueda hacerlo realidad (con fines civiles, eso sí)
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