El término "gota fría" es muy conocido entre los castellanoparlantes. Este fenómeno está todos los años en boca de la gente. Sin embargo, las últimas noticias parecen haberlo puesto de nuevo en candelero. La razón son las fuertes lluvias, muy violentas, y los huracanes que estamos sufriendo. ¿Qué son, en realidad, estas gotas frías? ¿Estamos ante una "oleada" de estos fenómenos más fuerte de lo normal?
¿Estamos ante algo inusual? Depende de los datos que miremos
Episodios como el Vinarós, que superó el récord de lluvia acumulada en una hora jamás registrado, llaman mucho la atención. Efectivamente, parece que estamos viviendo episodios puntuales más violentos. Sin embargo, si miramos el cuadro desde una perspectiva más grande, veremos que la cantidad de lluvia total de todo el territorio peninsular, y comparado con otros años, no se sale de la norma, según datos de la AEMET.
No podemos decir que tengamos más lluvia de lo normal si tenemos en cuenta toda la península. De hecho, si en algunos sitios ha llovido de forma violenta, en otros las lluvias han sido más suaves de lo que esperábamos.
Esta no es la primera vez que vivimos este tipo de situaciones violentas, que se dan en esta época del año, tras el verano, debido a la interacción de las grandes masas de aire. Es lo que conocemos comúnmente como gota fría: una serie de manifestaciones meteorológicas intensas que suelen dejar imágenes espectaculares.
¿Qué es la gota fría?
Según Agencia Estatal de Meteorología, la AEMET, el origen de este término se remonta a 1886, Alemania. En aquel momento, una corriente de estudios meteorológicos intorduce la idea de kaltlufttropfen o "Caída de aire frío", de donde viene el término "gota fría". La escuela española tomó de aquí la definición que la describe como “una marcada depresión en altura, sin reflejo en superficie, en cuya parte central se encuentra el aire más frío”.
Esto quiere decir que es una masa de aire muy alto (a más de 5.000 metros) cuya presión es más baja que la del aire que le rodea. Además, esta "depresión en altura" tiene en su centro una masa de aire muy frío. Cuando hablamos de este tipo de fenómenos estamos describiendo enormes masas de aire, gigantescas a todas luces, procedentes de miles de kilómetros y que viajan otros tantos, por todo el mundo.
Esta perturbación, que se produce a varios miles de metros, no tiene un reflejo aparente en superficie, es decir, que no se nota a nuestro nivel, al menos de manera directa. Sin embargo, los métodos más modernos han demostrado que una gota fría, al final, siempre tiene un reflejo en niveles bajos y superficie, lo que notamos con vientos, lluvia, cambios de presiones o de temperaturas.
Aunque solemos confundir la gota fría con lluvias y aire frío, estas en realidad son consecuencia (más o menos) de la gota fría y no son sinónimos. Es otra cosa distinta, meteorológicamente hablando. A día de hoy, la gota fría se relaciona con un tipo de tiempo que se da en el clima mediterráneo a finales del verano y en el otoño, y que se caracteriza por grandes precipitaciones que caen en muy pocos minutos y en un lugar muy concreto. Pero no es la tormenta o la lluvia en sí, que serían los fenómenos asociados.
¡Sorpresa!: gota fría, en realidad, no es un término correcto
Según explica la AEMET, se denomina coloquialmente como "gota fría" a un fenómeno sinónimo de "lluvias catastróficas, intensas y dañinas, así como de situaciones meteorológicas altamente peligrosas". Sin embargo, esto no es cierto y la agencia está dejando de usar esta terminología, que hace referencia a elementos muy concretos.
La gota fría se suele asociar coloquialmente con "cualquier situación meteorológica que lleve o pueda llevar asociada lluvias intensas, efectos desastrosos, preferentemente en la época otoñal y en la zona mediterránea, independientemente del marco sinóptico donde se desarrollan las precipitaciones". Pero, tal y como comentábamos, esta conceptualización no está correctamente definida ya que no contiene información precisa.
El concepto de gota fría reúne de manera vaga un montón de elementos. Es una especie de comodín para hablar de una serie de fenómenos que se tratan de forma llana y simplista. En vez de gota fría, insisten en la agencia, deberíamos hablar de tormentas intensas y lluvias persistentes. Y es que la gota fría no siempre está asociada a estas.
De hecho, explican en AEMET, el término de gota fría fue progresivamente abandonado por las diferentes escuelas meteorológicas debido a los nuevos enfoques que iban apareciendo en la segunda mitad del siglo veinte. Solo en España y en Alemania se sigue empleando técnicamente el nombre de gota fría, aunque cada vez menos.
Lo que estamos buscando es la DANA
Para hablar de lo que antes se conocía como gota fría, en realidad, debemos entender un poco mejor cómo funcionan las grandes corrientes en chorro. En el mundo existen enormes corrientes de aire constante que circunvalan la Tierra. Estas masas son parte de un motor climático gigantesco y circulan a miles de metros sobre la superficie. A veces, estas masas tienen efecto local, es decir, influyen en determinados sitios de forma más concreta.
La gota fría es un buen ejemplo. Aunque en realidad no deberíamos llamarla así sino Depresión Aislada en Niveles Altos o DANA. Este término se parece bastante a lo que recogía la gota fría, pero es mucho más preciso. Una DANA es un aislamiento de una masa de aíre en circulación intensa: una corriente se aísla del chorro principal y se cierra sobre sí misma. Esto se produce a mucha altura, y suele tener una temperatura que la diferencia del resto de corrientes a su alrededor. Visualmente hablando parece una especie de remolino.
El resultado de este proceso es la presencia de corrientes de circulación cerradas y separadas de la zona que las origina. Esto forma una depresión en altura (unas masa con bajas presiones, como decíamos), que coincide con la idea antigua de gota fría. Estas masas de aire aisladas, las DANAs, son capaces de generar efectos que se notan muy por debajo, incluso en superficie (donde vivimos nosotros). Así, cuando una de estas masas aisladas de aire frío, por ejemplo, choca con una masa de aire caliente procedente de la superficie, aparecen tormentas muy rápidas y violentas.
Esto es justo lo que pasa con la "gota fría", donde una DANA con aire frío colisiona con una masa de aire caliente y húmedo procedente del Mar Mediterráneo. En la península Ibérica y Baleares, las DANAs más significativas e intensas suelen provenir de ondulaciones y aislamientos de aire en niveles altos asociados al chorro polar.
Esto provoca tormentas intensas, fuertes vientos y muchas precipitaciones que suelen aparecer al final del verano. También pueden darse borrascas frías (presiones bajas de aire) que provoquen lluvias violentas en poco tiempo, pero si no están asociadas a este chorro polar no serán una DANA ni estarán relacionadas con la gota fría. En definitiva, la definición de DANA engloba lo que antes llamábamos gota fría, pero es un concepto mucho más realista y preciso sobre lo que ocurre.
El calentamiento global intensificará el choque de las DANAs
En concreto, lo que hemos vivido estas semanas pasadas es un choque de una DANA procedente del Atlántico con un núcleo frío y la entrada de aire cálido y húmedo del Mediterráneo. Este contraste de temperaturas es determinante en la fuerza de huracanes, borrascas y otros episodios tormentosos.
Este año, de hecho, hemos vuelto a presenciar unas temperaturas muy elevadas en el Mediterráneo, lo que se traduce en una masa de aire cálido, con mucha humedad. Al chocar con las masas de aire frío provenientes del frente polar, como decíamos, provoca estas tormentas tan violentas.
Lo peor de todo es que esto irá en aumento, tal y como predicen desde hace tiempo los expertos en el clima. Cuanta mayor sea la temperatura, mayor será este choque y más virulentas resultarán las tormentas. Este proceso encaja a la perfección con la hipótesis de que el calentamiento global hará que los fenómenos sean más extremos. De hecho, ya lo estamos viviendo.
¿Pueden ser estos episodios de tormentas una de las manifestaciones? Todavía es muy pronto para saberlo. Este tipo de confirmaciones solo se dan al cabo del tiempo, con muchos más datos, cuando podemos hacer comparativas adecuadas. Por ahora podemos decir que no estamos viviendo más tormentas de lo normal. Sobre su intensidad, sin embargo, la discusión apunta a que sí, que ya se están notando. Y sobre el futuro, la verdad, poco podemos decir, aunque si seguimos el patrón de temperaturas que llevamos hasta ahora, no será de extrañar que estas sean cada vez más fuertes.
Imagen | Paco Rives Manresa, AEMET
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