"Nada puede ser sorprendente, imposible o milagroso, ahora que Zeus [...] ha ocultando la luz del sol brillante. Un miedo que debilita el ánimo sobrevino a la humanidad". Las palabras son de Arquíloco, un poeta griego arcaico que trataba de digerir el eclipse de sol que pudo ver con sus propios ojos el 6 de abril del 647 a.C. en la isla de Paros. "Después de esto, los hombres pueden creer y esperar cualquier cosa", continuaba.
Y, aunque podemos entender la reacción de un Arquíloco sobrepasado por la realidad, no podemos estar de acuerdo. Justo cuando Zeus oculta la luz del sol es cuando más importante resulta creer al menos en una cosa: en la oftalmología.
¿Por qué estamos hablando de esto? Por el 8 de abril de 2024. Ese día, el sol se oscurecerá por completo en un largo y amplio pasillo que recorrerá México, Estados Unidos y Canadá. Además, el eclipse podrá verse de forma parcial en toda Norte y Centroamérica, en muchas regiones del océano Pacífico y, además, el océano Atlántico y la parte más occidental de Europa y África.
Y no será un eclipse normal. No sólo ocurrirá sobre millones de personas, sino que la Luna estará muy cerca de su perigeo; el Sol, muy cerca de su pico de actividad (con protuberancias que serán visibles durante el evento); y la expectación, alcanzando cotas no vistas desde hace años.
Eso lo hace especialmente peligroso. Y es que el sol y los ojos tienen una relación complicada. Mirar un eclipse solar nunca es tan sencillo como apuntar a nuestra querida y estrella y disfrutar de las vistas. Eso, de hecho, es la mejor receta para fastidiarnos la vista de forma temporal o permanente.
¿Por qué? Pues porque la luz del sol es peligrosa. La concentración de intensidad de los rayos ultravioleta o infrarrojos que provienen de él pueden dañar o incluso destruir las células de la retina. Y sin esas células, no hay información visual que llevar al cerebro.
Para ser justos, la evolución nos ha preparado todo un conjunto de señales para evitar que nos quedemos ciegos mirándolo: durante el día, la luminosidad impide que hagamos un contacto directo con él. Sin embargo, durante los eclipses de sol, puede parecer que no hay problema.
Y vaya si lo hay. Pérdida de visión central (lo que se conoce como retinopatía solar), visión distorsionada o visión de color alterada. Esos síntomas, ocasionados por el daño fotoquímico de la retina, suelen ser los más comunes que aparecen después de mirar al sol sin una protección adecuada. Es importante tenerlo en mente porque todo esto puede empezar a notarse horas (o incluso días) después del evento.
En caso de que notemos algo, lo mejor es ir directamente al médico.
¿Tampoco se puede mirar un eclipse total? Esa quizás sea la única excepción: cuando el sol está completamente tapado por la luna. Sin embargo, eso son solo muy pocos minutos y no conviene descuidarnos. Muchas veces, la falta de precaución en estos momentos se vuelve en nuestra contra.
¿Entonces? ¿Qué podemos hacer? Buscar protección ocular. Y es importante que nos aseguremos que cumple los requisitos de seguridad y calidad. Mirar al sol con unas gafas malas suele ser otra enorme fuente de problemas.
La norma ISO 12312-2 regula esos requisitos de seguridad y suele bastarnos con buscar equipos que estén etiquetados correctamente. Por lo demás, lo importante es usarlas durante todo el evento. Un descuido puede mandarnos al oftalmólogo o, incluso, hacernos perder la visión.
Imagen | Adam Smith
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