"Todo esto está muy bien", dice una periodista finesa a los directores de los principales programas espaciales europeos y a los representantes de la Comisión Europea. "Todo lo que dicen está fenomenal. Sin embargo, lo que necesito es una fecha concreta en la que todas esas cosas sobre Galileo y Copérnico puedan usarse aquí en Finlandia". Jan Wörner, director de la ESA, coge el micrófono y, aún con cara de incredulidad, le responde: "Ahora. Esa fecha es ahora mismo. Es más, esa fecha fue hace cinco años". Esta es solo la primera pregunta de la rueda de prensa.
"¿Ahora mismo? ¿Hace cinco años?", dice la periodista. "¿Tienes móvil? ¿Un móvil con pocos años de cualquiera de las marcas mainstream? Pues estás usando Galileo cada vez que usas la ubicación", concluye Wörner. Me lo podría haber inventado lo reconozco, pero, cuando se trata de dejar en evidencia los problemas que acumula la Agencia Espacial Europea de una forma u otra, la realidad siempre supera a la ficción.
Y esa realidad es que el público general (¡los mismos periodistas!) saben entre muy poco o nada de algunos de los proyectos espaciales que más tienen que ver con nuestro mundo y la forma que vivimos en él. Y es curioso porque, cuando uno mira el programa espacial europeo con perspectiva, empieza a entender qué es lo que busca realmente Europa en el espacio.
Una enorme mancha de aceite
Pero, permitidme que antes de entrar en harina, viajemos a unos cuantos kilómetros de allí en mitad del golfo de Finlandia. El golfo de Finlandia es una "piscina" de 30.000 kilometros cuadrados en la parte oriental del Mar Báltico. En sus costas se encuentran Helsinki, Tallín y la segunda ciudad de Rusia, San Petersburgo. También está Primorsk, el puerto ruso más grande del Báltico y el epicentro petrolero de una región que, sobre todo en invierno, consume gasoil como si no hubiera un mañana.
Aislado de las grandes masas de agua, recibiendo toneladas y toneladas cúbicas de desechos durante décadas y sometido a un enorme tráfico marítimo, el golfo vive su propio colapso ecológico con procesos de eutrofización muy similares a los que hemos visto en la Manga del Mar Menor y, en algunas épocas, prohibiciones del baño en sus aguas.
Eso es un problema para países para los que este golfo ha sido la gran vía de comunicación, riqueza y cultura durante gran parte de su historia. Dejar morir el Báltico no parece una opción (demasiado) viable. Y, precisamente en esto, el programa Copérnico tiene un papel esencial: son los ojos europeos que monitorizan día y noche la superficie de Tierra buscando cosas como, por ejemplo, manchas de gasolina en mitad del mar.
Pero es solo un ejemplo, claro. Los Sentinels supervisan la meteorología, la calidad del suelo, el hielo, el nivel del agua, la evolución de la vegetación o incluso la topografía como nunca se había hecho. El Copérnico nació con la intención de convertirse en el programa más ambicioso de observación terrestre de la historia y lo mismo lo usa la Guardia Fronteriza de Finlandia para limpiar el mar que un agricultor alemán para decidir qué zona de su campo fertiliza y qué zona no.
No es GPS eso que usas
Y luego está Galileo. Porque de lo que hablaba Jan Wörner, el director de la ESA, al preguntarle por el móvil a la compañera finlandesa era de Galileo. La mayor parte de la gente no lo sabe, pero cuando enciende el GPS de su móvil, coche o barco no tiene por qué estar usando el GPS.
El Global Positioning System es un sistema de posicionamiento y navegación que fue desarrollado, instalado y empleado por el Departamento de Defensa de los EEUU. Rápidamente, se hizo muy popular (incluso cuando nadie sospechaba que iba a ser tan importante en la vida diaria como lo es ahora). Sin embargo, las grandes potencias fueron conscientes casi en seguida de ese pequeño detalle que comentaba: "Departamento de Defensa". Es decir, pese a la multitud de aplicaciones civiles que se basan en él, si mañana Estados Unidos decide restringirlo por motivos de seguridad nacional, el mundo se encontraría más perdido que Vicent Vega en el apartamento de Mia Wallace.
La Unión Soviética lanzó GLONASS muy poco después de que EEUU lanzara los primeros satélites del futuro GPS. Ahora, lo gestiona la Federación Rusa. China, por su lado, creó Beidou a partir de principios de siglo y la Unión Europea empezó a articular Galileo.
Sí, lo sé: Galileo no ha tenido muy buena prensa en los últimos meses. Tiene su explicación: ahora mismo, cuando nosotros encendemos el "GPS", el sistema obtiene la localización de cualquiera de los sistemas disponibles sin distinguir entre unos y otros. Por eso, pudo estar caído cuatro días sin que nadie lo notara. Pero eso no quiere decir que no sea un actor clave para asegurar la independencia de Europa.
Un futuro espacial
Y así llegamos al corazón de la alcachofa. Aunque cuando hablamos de los esfuerzos europeos en el espacio es centrarnos en la Agencia Espacial Europea, lo cierto es que no es del todo correcto. La ESA está formada por 22 estados miembros: ni todos ellos forman parte de la Unión Europea (con ejemplos como Suiza), ni todos los países que forman parte de la Unión son miembros (por ejemplo Letonia y Lituania). La ESA es, sobre todo, un esfuerzo de colaboración científica para entender mejor el espacio.
Pero allá arriba hay mucho más. El Espacio se ha convertido en un lugar de oportunidades que transcienden la investigación científica y alcanzan al comercio, la seguridad e incluso la democracia. Por eso, la Unión Europea mantiene lo que se conoce como el "Programa Espacial Europeo". Es decir, una serie de proyectos estratégicos para la Unión que, aunque están íntimamente relacionados con la ESA, tienen vida propia. Galileo, Corpérnico o el sistema europeo de protección planetaria son algunos de esos proyectos.
Acaba en Helsinki la 'Semana Europea del Espacio', una larguísima serie de actos en los que se ha debatido sobre todo: desde el impacto medioambiental de la nueva carrera espacial a los nuevos desafíos que supone la basura espacial. Pero, fundamentalmente, se ha debatido mucho en torno a esto, a lo que realmente busca la Unión Europea en el espacio: tener suficiente capacidad técnica, científica y humana para poder ser ella misma en el Espacio y garantizar que, en el futuro del espacio, Europa sigue siendo significativa. Y no, no lo tiene fácil.
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