A menudo no somos conscientes de lo que puede cambiar las cosas una bajada de precios. En los últimos años, sin ir más lejos, el abaratamiento de los lanzamientos espaciales ha cambiado radicalmente la órbita terrestre. Ha sido, de hecho, una transformación tan salvaje que hemos pasado a gente muy seria luchando por conquistar el Espacio a tener un grupo de gente con ideas de bombero con ganas de pasar a los libros de historia (y hacer caja con ello).
No es ya el plan de Musk para "convertir a la humanidad en una especie interespacial" o los proyectos del magnate Robert Bigelow para crear una estación espacial en el espacio, es que hay fundaciones privadas convencidas de que pueden crear un hotel allá arriba antes de 2025. Ese es el caso de la Fundación Gateway y su puerto espacial Von Braun. ¿Nos hemos vuelto todos locos?
¿Se puede hacer un hotel en el espacio?
Me centro ahora en el proyecto de la Fundación Gateway para crear "el primer puerto espacial" con un modelo inspirado por las estaciones giratorias de Von Braun porque en Space.com han entrevistado a varios expertos independientes para saber si la idea es siquiera viable.
Sobre el papel, Gateway y su aliado (la empresa de construcción espacial Orbital Assembly) quieren desarrollar la estructura más grande que el ser humano ha hecho en el espacio hasta ahora. Entre científicos y turistas, tendrá la capacidad para albergar hasta a 450 pasajeros. Eso conlleva, según sus propios cálculos, la llegada de varios grupos de personas a la semana.
La Fundación cree que la construcción es viable porque, empujados por esa bajada de los precios de la que hablaba antes, el proyecto se ha convertido en algo factible. En eso, en la idea de que tenemos la capacidad técnica para construir una estructura como esta, están de acuerdo la mayoría de los especialistas. No quizás al nivel que dejan entrever algunos de sus conceptos artísticos, pero la tenemos al fin y al cabo.
El problema está en todo lo demás. Primero en los tiempos. Aunque a nivel teórico sería posible construirla, los mismos portavoces de Gateway reconocen que "los retrasos son parte esencial en el sector aeroespacial" y que las fechas son algo optimistas.
Sobre todo, porque, por mucho que el plan sea posible, hablar de "la sana tradición del retraso espacial" es un eufemismo: el proyecto está atravesado de muchísimos problemas técnicos (como el asegurar la seguridad del ambiente en el espacio con ese movimiento) que sin ser ciencia ficción, van a ser un infierno para cualquiera que se ponga a construirlo.
El problema del dinero (y otros muchos más)
Y, como suele pasar con todo en la vida, si no tienes tiempo más vale tener dinero. Ese es el principal obstáculo de la Fundación Gateway (y cualquier organización que quiera construir al espacio): el costo. Y no solo el "costo de diseñar, certificar y poner todo en órbita sino también el costo asociado con llevar a los turistas de ida y vuelta", explicaba Gary Kitmacher, que trabaja para la NASA en el programa de la Estación Espacial Internacional.
El segundo, evidentemente, es un problema organizativo. No son proyectos sencillos. Al contrario, se tratan de iniciativas enormes que requieren una capacidad que excede con mucho lo que una pequeña startup puede asumir en el corto plazo. Fundamentalmente, porque hablamos de establecimientos abiertos al público con muchísimo movimiento de personas.
A todo eso, hay que sumar muchos más problemas de índole social, legal e incluso laboral: ¿Cómo se gestionaría lo de tener empleados en el espacio con unas condiciones tan complicadas para la salud? ¿Qué legislación se aplicará allá arriba la nación bajo cuyo pabellón opera la nave espacial, la nación del sospechoso o la de la víctima? ¿Hay que empezar a hablar de un derecho laboral espacial?
Vienen años complicados. El optimismo espacial y las hazañas conseguidas en los últimos años para acercar el espacio, está creando una especie de burbuja en la que todo parece posible. Ese es un clima fantástico para que crezcan los charlatanes y, precisamente por eso, debemos andarnos con cuidado antes de lanzar las campanas al vuelo.
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