BlueWalker 3 lleva dos meses y medio en órbita y desde el comienzo los astrónomos mostraron su descontento por el lanzamiento. Los pronósticos se han cumplido y el satélite es ahora uno de los objetos más luminosos en el cielo. La tendencia está clara e incluso la Unión Astronómica Internacional (IAU) se ha pronunciado.
Un prototipo de 64 metros cuadrados. La reciente queja de la asociación de astrónomos se centra en el satélite BlueWalker 3, una potentísima y enorme antena de 64 metros cuadrados que fue colocada en órbita baja terrestre a mediados del pasado mes de septiembre a bordo de un Falcon 9 de la empresa SpaceX. Se trata, explica la propia IAU, de la mayor antena comercial colocada en esta órbita terrestre.
Es, además, tan solo un prototipo. La empresa responsable del aparato, AST SpaceMobile planea toda una constelación de satélites de semejante potencia y dimensiones. Esto ha preocupado notablemente a los astrónomos.
Meredith Rawls, de la Universidad de Washington, explica que, visualmente, el satélite “aparecerá como un rayón superbrillante en las imágenes y potencialmente sature los detectores de las cámaras de los observatorios.” Casi tres meses después del lanzamiento de BlueWalker 3 los astrónomos están pudiendo apreciar su efecto. Los astrónomos van compilando estas interferencias causadas por éste y otros satélites.
Doble amenaza. Pero es que hay más. Las frecuencias de radio empleadas por este satélite pueden, explican estos expertos, interferir con los radiotelescopios empleados en muchos de los observatorios terrestres. Philip Diamond, director del Observatorio SKA (SKAO) explicaba cómo los astrónomos han construido telescopios en zonas remotas donde poder minimizar las interferencias causadas por las ondas de radio, en lugares donde la cobertura móvil es inexistente.
“Las frecuencias asignadas a los móviles ya están resultando un reto para observar, incluso en zonas silenciosas que hemos creado para nuestras instalaciones. Los nuevos satélites (…) tienen el potencial de empeorar esta situación y comprometer nuestra capacidad de hacer ciencia si no son mitigados apropiadamente”, explica Diamond.
El peso de unas interferencias. Un ejemplo del riesgo de estas interferencias pudimos verlo hace unos meses con el nuevo telescopio FAST chino, también conocido como Sky Eye. Su construcción requirió la evacuación de algunas poblaciones del área en la que se construyó.
Un perímetro de “silencio total” que no fue suficiente. Pese al esfuerzo, todo parece indicar que una misteriosa señal captada por el telescopio, que presuntamente procedía del espacio, resultó ser un caso de interferencia por emisiones de radio. No es el único ejemplo.
Pronósticos cumplidos. Conforme poner objetos en órbita se hace más barato gracias a los avances en la tecnología y a medida que la demanda continúa aumentando, especialmente en el ámbito de la comunicación, la puesta en órbita de satélites ha ido en incremento. Exponencialmente en los últimos años.
Todo esto mientras la humanidad redobla sus esfuerzos en mantener bajo control asteroides potencialmente peligrosos para nuestra existencia en la Tierra y otros objetos cercanos a la Tierra (NEOs).
La coexistencia entre las dos necesidades es posible, pero a todas luces difícil. En este sentido, la IAU anunció también que se encuentra negociando con AST SpaceMobile para encontrar una salida a esta situación y tratar de mitigar el efecto negativo que BlueWalker 3 y el resto de satélites de su constelación pueda generar sobre las observaciones de astrónomos, tanto profesionales como aficionados.
Imagen | IAU
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