Uno de los desafíos de buscar vida en otros planetas es abrir la mente a las posibles diferencias con nuestro mundo, incluidos los colores que normalmente asociamos a la vida.
La huella lumínica de los planetas. Ahora que tenemos telescopios capaces de observar planetas extrasolares, los astrónomos estudian su "huella lumínica" —cómo la luz interactúa con su atmósfera— para detectar longitudes de onda que podrían indicar la presencia de vida.
Investigadores de la Universidad Cornell de Nueva York proponen no limitarse a los colores que habitualmente asociamos a la vida, y observar todo el espectro lumínico para aumentar nuestras posibilidades de detectar vida extraterrestre.
Del verde al púrpura. En el planeta Tierra, el color verde es sinónimo de vida por la clorofila, el compuesto que hace posible la fotosíntesis. Pero en la vasta fiesta cósmica, donde no todos los soles se parecen al nuestro, algunos organismos podrían brillar con una luz diferente.
Los investigadores proponen empezar por el púrpura porque los organismos fotosintéticos extraterrestres podría estar usando retinal para absorber la luz, un compuesto que, a diferencia de la clorofila, produce pigmentos de color púrpura.
A la luz de una enana roja. Hay organismos fotosintéticos en la Tierra que no producen oxígeno, pero utilizan retinal para absorber luz infrarroja. Estos organismos podrían ser comunes en mundos que orbitan enanas rojas, las estrellas más abundantes de nuestra galaxia.
Las enanas rojas son significativamente más pequeñas y tenues que el Sol, lo que podría favorecer los pigmentos púrpuras sobre los verdes.
La Tierra también fue púrpura. La vida en nuestro planeta surgió hace unos 4.000 millones de años, mucho antes de que la clorofila se impusiera como solución fotosintética.
Según algunos investigadores, las primeras formas de vida en la Tierra generaban energía metabólica con retinal. Por lo tanto, antes de ser una bolita azul y verde, nuestro planeta fue una bolita azul y púrpura.
¿Más común que el verde? Nada impide que en un mundo distinto al nuestro, la solución victoriosa fuera el retinal. Los mundos púrpuras no son menos viables que los verdes que tanto buscamos, y los datos sugieren que podrían ser incluso más comunes junto a las enanas rojas.
Pero quizá lo más emocionante no sea encontrar uno de estos mundos púrpuras, sino descubrir, una vez localizado el primero, que la vida es común en otros planetas que aún no hemos explorado.
Imagen | Ryan Young/Cornell University
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