La ciencia de mandar cohetes al espacio es compleja. Para solventar uno de sus problemas, la empresa SpinLaunch lleva tiempo trabajando en una enorme centrifugadora capaz de poner satélites en órbita. Ahora, con la ayuda de la NASA ha completado un paso necesario en el desarrollo de este mecanismo: asegurarse de que el viaje no hace papilla sus instrumentos.
No apto para cargas humanas. El mecanismo alternativo desarrollado por SpinLaunch consiste en una centrifugadora en la que se acelera el proyectil con la carga a poner en órbita, semejante a la que utilizan los astronautas para entrenarse con vistas a las altas cargas de aceleración que experimentarán durante el lanzamiento, pero mucho más potente.
Ningún astronauta podría sobrevivir a una aceleración equivalente a 10.000 veces la que ejerce la gravedad sobre nosotros. Sin embargo es posible que algunos objetos tampoco lo hagan. El último lanzamiento de la empresa SpaceLunch ha contado con la ayuda de la NASA para medir la fuerza a la que se verán sometidos los instrumentos que viajen a bordo de este sistema.
Es por eso que la carga a bordo del proyectil que SpinLaunch lanzó en trayectoria suborbital desde su centrifugadora de prueba estuviera cargado de instrumentos para medir estos cambios de presión, como dos acelerómetros, un giroscopio, magnetómetro y sensores de temperatura y humedad.
Más álto, más fuerte, más lejos. La intención de la empresa es crear un sistema más grande que el actual, con un brazo de 45 metros capaz de rotar a 450 revoluciones por minuto y con resistencia suficiente como para aguantar el equivalente al peso de 180 cohetes Falcon 9, tal será la fuerza “centrífuga” que tendrá que soportar al sostener el proyectil.
Éxito en el lanzamiento. El proyectil fue lanzado en trayectoria suborbital desde las instalaciones de la empresa en el desierto de Jornada del Muerto, en Nuevo México el pasado 7 de septiembre.
Según explican los responsables fue la primera de las pruebas que contenía cargas puestas por instituciones externas a la empresa, como la Universidad de Cornell y la NASA.
La agencia espacial estadounidense y SpinLaunch anunciaron el pasado mes de abril un acuerdo de colaboración. Uno de los puntos del acuerdo implicaba precisamente que la compañía incluiría experimentos auspiciados por la NASA en el proyectil lanzado el mes pasado.
El problema del combustible. Desde los albores de la exploración espacial, los ingenieros encargados de enviar cohetes al espacio se han enfrentado a un problema: los cohetes necesitan combustible para levantar su carga. A más carga más combustible es necesario para que el cohete despegue, pero el combustible es una carga en sí misma.
Hoy en día el problema es mayor aún: la contaminación se ha convertido en un problema grave en nuestro planeta y el combustible de los lanzamientos contribuye a esta contaminación. El hecho de que los lanzamientos de cohetes se están haciendo más frecuentes la contaminación generada por estos.
Reducir costes. El interés de la agencia por el proyecto no es sorprendente. El lanzamiento de cohetes es un proceso caro además de contaminante que requiere de vehículos enormes en relación a la carga que se desea poner en órbita.
La demanda de “espacio” a bordo de cohetes con destino a las órbitas terrestres por su parte es alto, como muestra el creciente número de lanzamientos. SpinLaunch no es la primera empresa en tratar de cubrir este nicho, ni siquiera la única empresa privada interesada en el tema de las centrifugadoras. Eso sí, por ahora parece la más avanzada en lograr su objetivo de crear una lanzadera orbital que prescinda de cohetes.
Un recurso con futuro. Aunque se haya avanzado considerablemente en la reutilización de estos vehículos, existen límites en torno a lo que se puede lograr en este aspecto. Así no resulta extraño que ingenieros de todo el mundo compitan por encontrar diseños alternativos al sistema que llevamos más de medio siglo utilizando.
En cualquier caso los cohetes tradicionales seguirán teniendo su nicho en tanto en cuanto no podemos someter a los astronautas a la inmensa aceleración que requieren estos aparatos, que hoy por hoy siguen perteneciendo al dominio de la ciencia ficción.
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