El espacio no es un lugar en el que precisamente abunden los finales felices. Además de estrellas y otros cuerpos celestes cuyo final es una desintegración, las creaciones del ser humano que lo visitan tampoco vuelven a casa para disfrutar de una digna jubilación, pero sólo unos pocos objetos espaciales artificiales han logrado abandonar el sistema solar.
Por suerte para quienes miramos el cielo casi más con la imaginación que con las retinas, eso no significa que les perdamos la pista y las agencias espaciales no se olvidan de ellos. De vez en cuando revisan trayectorias e informan del paradero aproximado de estos héroes de aluminio y paneles solares que en algunos casos nos mostraron las primeras imágenes de calidad de los rincones y cuerpos del universo.
Cuando la ubicación se mide en miles de millones de kilómetros
Según de qué misión se trate, lo que dure y sobre todo hacia dónde tiene que llegar, una nave se puede dejar a la deriva, traerse de vuelta a o destruirse. Este último (y en cierto modo triste) final de hecho es el que vimos hace no demasiado con Cassini, la sonda que nos ha estado regalando imágenes espectaculares y utilísimas de Saturno, un planeta particularmente cautivador por esos anillos tan suyos. Traerlas de vuelta cuando se encuentran a tanta distancia suele resultar caro, implicar contras (más peso, etc.) o directamente no resulta posible, de ahí que la destrucción o el adiós sean lo más práctico.
Y cuando se van... Lo hacen muy lejos. Tanto que no sólo abandonan su ya lejano objeto de estudio, sino que acaban viendo en sus retrovisores al mismo sistema solar.
¿Y qué vehículos tenemos abandonando nuestro gigantesco vecindario espacial? Pues toca tirar de remember o directamente de conocimientos históricos, porque se trata de misiones lanzadas en aquella era dorada espacial de los años 70, en plena ebullición (y rivalidad) de las carreras espaciales y en torno a la histórica llegada del ser humano a la Luna, aunque hay una protagonista algo más reciente.
Voyager 1: la historia de una pionera también para cruzar fronteras estelares
El 5 de septiembre de 1977 la Voyager 1 atravesaba la exosfera partiendo de Cabo Cañaveral (Florida, Estados Unidos) con el fin de visitar Júpiter y Saturno. No fue la primera en visitar al gigante de la Gran Mancha Roja, recogiendo el testigo de las misiones Pioneer 10 y 11 las cuales llegaron a sus alrededores en 1973 y 1974 y nos trajeron por primera vez observaciones y fotos directas del Gigante Gaseoso, su mancha y sus satélites.
La Voyager I llegaba años después para hacer su propio reportaje de estos planetas, pero no se quedó ahí. La sonda siguió alejándose de su lugar de nacimiento y el 25 de agosto de 2012 se convertía en el primer objeto fabricado por el ser humano que alcanzaba el espacio interestelar, a unos 19.000 millones de kilómetros del Sol (unas 122 unidades astronómicas).
Esto se supo casi un año después, cuando los científicos lograban interpretar los datos que llegaban de la sonda. Sin sensor de plasma, éstos tuvieron que esperar a que una ola de viento solar fuese detectada por los instrumentos de la Voyager 1, y gracias a la frecuencia de las oscilaciones los astrónomos pudieron determinar la densidad del plasma.
Y el dato indicó que era la densidad que cabía esperar del espacio interestelar (concepto que la NASA explica aquí para niños, aunque en realidad la definición es apta para todos los públicos). La Voyager 1 siguió su camino, enviando señales cada vez más débiles (las de aquel momento eran de sólo 23 vatios, algo así como la potencia de una bombilla de nevera), y alejándose del sistema solar tirando de la energía que produce su generador termoeléctrico de radioisótopos (RTG), el cual se calcula que durará hasta el 2025-2030, como nos recordaban en Xataka Ciencia.
Voyager 2: cuando quedas como segunda siendo la primera
Curiosamente, la sonda gemela de la Voyager 1 llegó después a Júpiter y Saturno siendo lanzada 16 días antes (el 20 de agosto de 1977, también desde Cabo Cañaveral). La Voyager II bordeaba Júpiter en 1979 y Saturno en 1981, el mismo año y uno después respectivamente que Voyager 1, al haber tomado una trayectoria distinta que ésta para tomar un impulso gravitacional mayor.
El título de objeto fabricado por el ser humano más lejano es para su gemela, como hemos dicho, pero la Voyager 2 tampoco se queda corta en lo de decirnos adiós con la manita porque ya hace unos tres años dio señales de estar a unos 16.000 millones de kilómetros (106,6 unidades astronómicas). En 2011 la NASA modificó su consumo para que su viaje durase una década más, ahorrándole unos 12 vatios de potencia.
De este modo forma parte de esta serie de objetos que han llegado más lejos que nada que hayamos fabricado, tras haber visitado Júpiter, Saturno, Urano (1986) y Neptuno (1989), y también se calcula que sus propulsores se pararán en torno al 2025. Y no olvidemos que de las Voyager depende en cierto modo lo que los alienígenas puedan pensar de nosotros.
Pioneer 10
Bueno, siendo justos no fueron las únicas sondas que llevaban mensaje para los extraterrestres. Las Pioneer también fueron pensadas y construidas con miras a los confines del universo y además de llevar placas con mensajes también forman parte de los objetos creados por la especie humana que han dejado atrás el sistema solar.
La Pioneer 10 fue lanzada el 2 de marzo de 1972 y, como decíamos al hablar de la que tiene la corona de laureles en lo de alejarse, fue la primera en acercarse a nuestro Gigante Gaseoso favorito. Además de tener en oro en la visita a Júpiter, Pioneer 10 fue la primera en atravesar el cinturón de asteroides y la órbita de Neptuno.
A medida que se alejaba de la Tierra la señal lógicamente fue atenuándose y la última recepción de telemetría exitosa se registró en enero de 2003. En ese momento estaba a unos 12.000 millones de kilómetros de nuestro planeta, continuando su camino hacia la estrella Aldebarán.
Pioneer 11
Cabo Cañaveral también fue el lugar de partida de la sonda espacial Pioneer 11, concretamente el 5 de abril de 1973. También la hemos mencionado antes por ser la primera que visitaba Júpiter y Saturno junto con su homónima la número 10, y nos brindaba imágenes de la Gran Mancha Roja así como de los anillos de Saturno (descubriéndole dos más de los que se conocían).
Como las Voyager, las sondas Pioneer también se nutren de la energía de isótopos radiactivos, y éstos determinaron el final de su misión en 1995, año en el que se perdió contacto con ella en su ruta hacia la constelación de Aquila. En 2013 estaba a unos 13.000 millones de kilómetros de la Tierra y también lleva una placa con mensaje por si alguna otra civilización se la encuentra.
New Horizons
Ésta es bastante más reciente y no entra en esa era de ebullición que comentábamos antes, sino ya en una época más reciente de la carrera espacial en este caso estadoundense. New Horizons partió también del famoso cabo de Florida el 16 de enero de 2006, viajando primero a Júpiter (2007) y yendo posteriormente a Plutón en 2015.
Con una antena parabólica de alta ganancia de 2,1 metros de diámetro, la nave se nutre de un RTG y sigue activa en dirección hacia el cinturón Kuiper, en concreto hacia el objeto denominado 2014 MU69. Al tratarse de algo más moderno y "cercano", aún hay comunicación con ella y podemos ver en esta web su posición actual, según la cual se encuentra a 40,46 unidades astronómicas, unos 6.000 millones de kilómetros de la Tierra.
Entre sus méritos está ser la tercera sonda espacial más veloz en su lanzamiento tras las Voyager 1 y 2, concretamente a una velocidad máxima de 15,1 kilómetros/segundo (unos 54.000 kilómetros/hora). De este modo forma parte de este selecto grupo de creaciones humanas más allá de nuestro sistema, con la bonita misión de alcanzar el que se considera uno de los primero ladrillos del sistema solar, para lo cual si no pasa nada tendremos que esperar a enero de 2019.
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