La cuenta atrás ya ha comenzado. Si nada más se interpone en su camino, el próximo 31 de octubre las agencias espaciales estadounidense, canadiense y europea lanzarán en un esfuerzo conjunto el telescopio espacial James Webb desde el Puerto Espacial Europeo de Kurú, en la Guayana Francesa. Y viajará a bordo de un cohete Ariane 5.
Después de innumerables retrasos la NASA anunció el 17 de julio del año pasado que la última prueba de evaluación de riesgos que había llevado a cabo le había invitado a fijar como fecha de lanzamiento el último día del próximo mes de octubre.
Crucemos los dedos para que esta vez no haya más retrasos y este instrumento científico pueda por fin poner rumbo al espacio con un propósito muy ambicioso: ampliar sensiblemente nuestro conocimiento del Universo.
Por qué se ha retrasado tanto su lanzamiento
El telescopio espacial James Webb iba a ser lanzado en 2007. Entre aquella fecha de lanzamiento inicial y la que las agencias espaciales involucradas en este proyecto manejan actualmente se han producido nada menos que quince retrasos originados por motivos muy variopintos.
Durante los últimos años la viabilidad de este proyecto ha sido puesta en entredicho, pero los 9660 millones de dólares invertidos en él dan forma a una suma demasiado alta para dejarlo escapar y no seguir apostando por este telescopio espacial.
No hay una única razón que justifique todos los retrasos, pero detrás de la mayor parte de los cambios de fecha hay motivos técnicos. Y es que este instrumento es el telescopio astronómico más avanzado y complejo que la humanidad ha construido hasta ahora.
Durante su puesta a punto las agencias espaciales que han intervenido en su diseño y construcción, y también varios organismos independientes, han llevado a cabo revisiones muy exhaustivas que persiguen garantizar su integridad durante el estrés que inevitablemente va a soportar en la fase de lanzamiento.
Y sí, estos análisis han identificado errores de diseño y ejecución que han ido solventándose poco a poco. De hecho, una de las últimas revisiones apuntó que varios tornillos y arandelas no habían sido correctamente fijados, por lo que la integridad del telescopio espacial podría verse comprometida.
Algo así parece invitarnos a concluir que este proyecto está siendo lastrado por una cadena interminable de errores difíciles de asumir, pero no debemos perder de vista que, como he mencionado unas líneas más arriba, el telescopio espacial James Webb es un instrumento científico extraordinariamente complejo que, además, va a ser sometido a un estrés extremo.
Además, más allá de los desafíos que conlleva su puesta a punto hay otro motivo de peso por el que es imprescindible que no sea lanzado hasta que los técnicos estén convencidos de que todo va a ir bien: su ubicación definitiva va a ser el punto de Lagrange L2.
A diferencia del telescopio espacial Hubble, que orbita a algo menos de 600 km sobre el nivel del mar, el telescopio James Webb permanecerá en una ubicación estacionaria en el sistema de referencia Sol-Tierra a aproximadamente 1 500 000 km de nuestro planeta. Esta enorme distancia no permite llevar a cabo modificaciones y reparaciones a posteriori.
Qué agencias espaciales lo han puesto a punto
La institución que ha liderado este proyecto desde que fue ideado ha sido la NASA, pero ESA y CSA, las agencias espaciales europea y canadiense respectivamente, han sido, y son, unas aliadas muy valiosas. De hecho, la magnitud científica y técnica de esta empresa ponía en serias dudas que una sola agencia espacial pudiese llevarla a buen puerto.
Además de contribuir al servicio de lanzamiento aportando el vehículo Ariane 5 que transportará el telescopio James Webb hasta el espacio, la Agencia Espacial Europea se ha encargado de diseñar y fabricar dos instrumentos científicos esenciales: el espectrógrafo NIRSpec (Near InfraRed Spectrograph) y el instrumento del infrarrojo medio MIRI (Mid-InfraRed Instrument).
Con frecuencia se describe al telescopio espacial James Webb como el sustituto del Hubble, que dejará de estar operativo este mismo año, pero, en realidad, ambos instrumentos «observan» en longitudes de onda diferentes. Probablemente lo correcto es considerar al James Webb un sucesor del Hubble, pero no tanto un sustituto.
Dos últimos apuntes interesantes que ponen de manifiesto la contribución europea a este proyecto: los elementos ópticos y los componentes mecánicos del espectrógrafo NIRSpec han sido fabricados por la empresa alemana Carl Zeiss.
Además, MIRI incorpora un coronógrafo, que es un instrumento inventado por el astrónomo francés Bernard Lyot para bloquear la luz de las estrellas, haciendo posible la observación de objetos que emiten muy poca radiación, como los planetas extrasolares.
Qué información va a proporcionarnos
Algunos técnicos, como el profesor Günther Hasinger, que es el director científico de la Agencia Espacial Europea, aseguran que el telescopio espacial James Webb va a revolucionar la idea que tenemos del Universo. Es difícil no ilusionarse ante una declaración tan contundente como esta.
Aunque durante su vida operativa nos ayudará a encontrar la respuesta a otros enigmas del Cosmos, inicialmente este instrumento pretende identificar la luz emitida por la primera generación de estrellas, y también por las galaxias que se formaron en el Universo primigenio. Analizando la información que recogerá, los científicos podrán conocer mejor el origen del Universo y su evolución hasta alcanzar el estado en el que se encuentra actualmente.
Pero esto no es todo. Además, el telescopio espacial James Webb nos permitirá identificar nuevos exoplanetas y analizar con precisión la composición de su atmósfera para averiguar si reúnen las condiciones de habitabilidad que precisa el ser humano. Es emocionante, ¿verdad? Ojalá el próximo 31 de octubre por fin podamos celebrar que este observatorio espacial ha iniciado la trepidante aventura para la que ha sido concebido.
Imágenes | NASA/MSFC/David Higginbotham/Emmett Given | Chris Gunn - NASA Goddard Space Flight Center | Astrium GmbH
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