Con más de tres décadas a sus espaldas —bastantes, tratándose de un telescopio que partió al espacio con una esperanza de vida útil de 15 años— y su sucesor ya de camino, el Hubble sigue dándonos alegrías. Y también valiosas lecciones sobre el universo. La última tiene que ver con los agujeros negros y la imagen que habitualmente tenemos de ellos como "hambrientos" objetos astronómicos dotados de un apetito voraz y una descomunal fuerza destructiva.
En su última investigación, el Hubble ha localizado uno en el corazón de Henize 2-10 —una galaxia enana situada a 30 millones de años luz de distancia con la décima parte de las estrellas de la Vía Láctea— que destaca por todo lo contrario: su papel como “creador de estrellas”.
Las observaciones logradas gracias al Hubble han permitido a un equipo de investigadores liderado por Amy Reines, de la Montana State University, comprobar que —en vez de engullirlas— el agujero negro situado en el centro de Henize 2-10 ha contribuido a la formación de astros. En concreto, el telescopio les ha proporcionado una imagen clara de la conexión existente entre el agujero negro y una región vecina de formación estelar de la que dista unos 230 años luz.
Un gigantesco "cordón umbilical"
“Henize 2-10 está lo suficientemente cerca como para que el Hubble pudiera captar tanto las imágenes como la evidencia espectroscópica de un flujo de salida de un agujero negro con mucha claridad. La sorpresa adicional fue que, en lugar de suprimir la formación de estrellas, el flujo de salida estaba desencadenando el nacimiento de nuevas estrellas”, señala Zachary Schutte, estudiante de posgrado de Reines y autor del estudio, que acaba de publicarse en Nature.
La agencia espacial de EE. UU. compara esa “conexión” entre el agujero negro y la región de formación estelar con un flujo de gas que se extiende por el espacio igual que “un cordón umbilical hacia una brillante guardería estelar”. La espectroscopia muestra que ese potente “chorro” que parte del agujero negro impacta contra un denso cúmulo de gas preexistente.
“Los datos del Hubble sobre la velocidad del flujo de salida del agujero negro, así como la edad de las estrellas jóvenes, indican una relación causal entre los dos. Hace unos millones de años, la salida de gas caliente se estrelló contra la densa nube de un vivero estelar y se extendió. Ahora los cúmulos de estrellas jóvenes están alineados perpendicularmente al flujo de salida, revelando el camino de su propagación”, aclara la NASA, que subraya como, aparentemente, el agujero negro está contribuyendo al estallido de la formación de nuevas estrellas que tiene lugar en la galaxia.
La clave estaría en el tamaño del agujero negro de Henize 2-10. Aunque estos objetos astronómicos ejercen una atracción gravitacional brutal, el material que cae hacia ellos puede en ocasiones acabar redirigido por los campos magnéticos hacia corrientes de gas y chorros.
En el caso de los agujeros negros supermasivos más grandes del centro de la galaxia esos “flujos de salida” son demasiado rápidos para permitir la formación de estrellas, pero en el de Henize 2-10, su menor tamaño permite que el suyo sea también más lento. Resultado: comprimió la acumulación de gas lo suficiente como para favorecer la generación de estrellas. Según precisa la NASA en un comunicado, el flujo de salida se movía a cerca de 1,6 millones de kilómetros por hora.
Los expertos estiman que el agujero de Henize 2-10 tiene un millón de masas solares, bastante lejos de las galaxias más grandes, que pueden acoger agujeros negros con más de mil millones de veces la masa de nuestro Sol. Para Reines este tipo de objetos pueden ser cruciales para ayudarnos en una tarea compleja: resolver el misterio de cómo se formaron los agujeros negros supermasivos en el universo primitivo. “Es un rompecabezas persistente para los astrónomos. La relación entre la masa de la galaxia y su agujero negro puede dar pistas”, detalla la agencia de EE. UU.
Los expertos manejan ahora varias teorías sobre el origen de los agujeros negros supermasivos, hipótesis que se centran en la implosión de estrellas, las condiciones especiales de los inicios del universo o densos cúmulos estelares. Al haber mantenido una dimensión reducida, los astrónomos creen las galaxias enanas como Henize 2-10 pueden ser de gran ayuda: sus agujeros negros les servirían como “análogos” de los del universo primitivo, cuando empezaban a formarse.
“La era de los primeros agujeros negros no es algo que hayamos podido ver, por lo que realmente se ha convertido en la gran pregunta: ¿de dónde vienen? Las galaxias enanas pueden conservar algún recuerdo del escenario propicio de agujeros negros que, de otro modo, se ha perdido en el tiempo y el espacio”, reflexiona Reines en declaraciones recogidas por la NASA.
Por lo pronto, las últimas observaciones del Hubble nos ayudan a conocer mejor a la propia Henize 2-10 y zanjar el debate sobre el origen de su radiación. Algunos astrónomos han planteado que su origen podía estar en un remanente de supernova, pero el patrón que acaba de mostrar el telescopio es una prueba “irrefutable” para los investigadores de que se trata de un agujero negro.
Imágenes | NASA
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