Cuando algo trabaja bien lo hace incluso en sus peores momentos, y ése parece el caso del vetusto telescopio espacial Hubble. A finales de junio sabíamos que había estado más de una semana inactivo y eso, aunque parase todas las investigaciones, no ha sido suficiente para parar los descubrimientos de la NASA.
Esta avería ocasionó que el Hubble esté, desde ese momento, en modo seguro (hasta que se encuentre una solución), pero el caso es que desde la NASA han confirmado que se ha descubierto un nuevo tipo de supernova gracias al telescopio. De hecho, el telescopio que va camino de cumplir 40 años de actividad ya nos regaló una prueba visual de que la masa puede curvar la luz el pasado mes de abril, así que parece que al observatorio aún le quedan cartuchos.
En modo seguro, pero con los deberes hechos
Igual que cuando queremos ver si la hemos fastidiado con la instalación del último driver en un PC, el pasado 13 de junio el telescopio espacial Hubble tuvo que entrar en su particular “modo seguro”. Un modo que no permite trabajar con él y que pone en pausa las investigaciones actuales, pero por suerte ésta última pudo cerrarse a tiempo.
Hasta ahora había confirmados dos tipos de supernova: gravitatoria (en estrellas con más de 10 veces la masa del Sol) y termonuclear (estrella con menos de ocho masas solares). La primera se produce por el colapso del núcleo y la segunda por la explosión de una enana blanca (aunque a veces escapan).
En este caso, la supernova 2018zd se origina en una estrella cuya masa queda entre estas dos delimitaciones (es decir, entre ocho y 10 masas solares). De ahí que entre en lo que se denomina supernova de captura de electrones, en la que la fuerza gravitacional arrastra a los electrones del núcleo ocasionando su fusión con los núcleos atómicos. Con eso la presión de los electrones cae de manera extremadamente repentina y se da el colapso.
Las supernovas de captura de electrones fueron previstas por el astrónomo Kenichi Nomoto hace más de 40 años, pero hasta ahora no se había podido confirmar. La clave ha sido la observación de la supernova 2018zd, que tras ser avistada en 2018 se decidió poner los "ojos espaciales" sobre ellas, concretamente los del Hubble y los del Spitzer, otro miembro del cuadro de honor de la NASA que fue desconectado en enero de 2021 tras 17 años de actividad.
La detección permitió que se avistase por primera vez una estrella antes y después de convertirse en supernova, y al estudiarla vieron que se iban cumpliendo las predicciones de Nomoto en relación a los criterios que el investigador calculó para este tipo de supernova, como un núcleo rico en oxígeno (entre otros elementos) o la gran pérdida de masa antes de la suernova.
La investigación se ha publicado en Nature y, según creen, se ha podido subir otro peldaño del elevado zigurat que supone el conocimiento de la evolución y muerte de las estrellas. Y lo curioso es que un descubrimiento así haya sido posible por las aportaciones de telescopios que ahora mismo no están operativos, del mismo modo en el que en ocasiones nos llega luz de las estrellas que pueden haber dejado de existir.
Imagen | NASA/Hubble
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