Más de la mitad del tiempo que invertimos en un dispositivo digital lo gastamos usando solo cinco aplicaciones, que también aglutinan el 90% del tiempo dedicado a cualquier app. Es lo que se refleja en el informe de comScore. El estudio habla de Estados Unidos, pero confirma una tendencia extensible sin demasiadas sorpresas a todo el mundo. España incluida.
Los rankings de las aplicaciones más utilizadas son muchos y diferentes, aunque, más o menos, las principales son las mismas. Según el listado elaborado por Kantar y citado por Expansión, las apps más descargadas en 2018 en todo el mundo fueron: WhatsApp, Facebook Messenger, Instagram, Facebook, Tik Tok, Facebook Lite, Helix Jump, Shareit, Messenger Lite y Garena Free Fire.
Existen muchas aplicaciones pero se usan pocas
Si bien es cierto que más de la mitad de las apps más utilizadas pertenecen al universo Facebook, hay diferencias entre las preferencias de las varias generaciones. El año pasado el 96,8% de los jóvenes españoles de 14 a 24 años usó WhatsApp como principal canal para comunicarse con algún familiar o un amigo, según detalla el informe ‘La Sociedad Digital en España 2018’, publicado por la Fundación Telefónica.
Los jóvenes usan más las ‘apps’ de mensajería en detrimento de sus perfiles sociales. En Inglaterra, prefieren Messenger; en España, hablamos por WhatsApp; y en Korea, KakaoTalk. Pese a que Facebook se haya actualizado con el paso de los años, siendo posiblemente la red social que más servicios oferte, muchos jóvenes se decantan por aplicaciones más específicas y centradas en un solo servicio concreto.
Instagram para subir fotos, Twitter para comentar la actualidad, WhatsApp para comunicarte rápida y directamente con los más cercanos, Tinder para las citas. Facebook reúne todas estas funcionalidades, pero tal vez resulte un poco caótica. “Esta falta de sencillez es lo que, en mi opinión, no agrada tanto a los jóvenes”, asegura Ismael Rodríguez Márquez, alumno del Grado de Ingeniería del Software en el centro universitario U-tad.
Cada red social se centra en un público concreto. Snapchat e Instagram están enfocadas a un público más joven y Facebook se ha quedado como la red social de la gente mayor. Por esto, muchos millennials prefieren otras plataformas, en las que no temen encontrarse con sus propios padres.
Una app debe servir para algo, ser útil
En 2009, Apple introdujo el famoso lema para el sector móvil: “there’s an app for that”. Tal vez esos tiempos hayan terminado. O, más bien, las aplicaciones para hacer de todo siguen existiendo, pero la gente ya no las usa tan a menudo y solo se enfoca en unas pocas, realmente útiles. ¿De qué depende esta selección?
“Desde mi punto de vista, tanto de desarrollador como de usuario ─explica Hugo Bosque Arenas, estudiante de Ingeniería del Software en U-tad─, una app debe satisfacer una necesidad. Transporte público, redes sociales, música, comida, compraventa..., todas representan una necesidad, un insight, y las apps dedicadas son útiles porque nos hacen la vida más fácil en nuestro día a día”.
Antes de embarcarse en un proyecto para el desarrollo de una aplicación, una empresa debería hacerse varias preguntas sobre la utilidad real del servicio. No se trata del fin del fenómeno app, sino de un cambio dictado también por la maduración del usuario, que exige productos profesionales. Hoy una aplicación debe servir de algo, posiblemente exclusivo. Si es solo un producto informativo o promocional, no se ganará la confianza del público, especialmente de los más jóvenes.
El marketing no lo es todo
Ya pasaron los tiempos de la bulimia de apps. Además, añade Hugo, “las aplicaciones suelen presumir de la cantidad de descargas, pero eso solo refleja la cantidad de dinero que se han gastado en publicidad y lo bonita que se ve. En cambio, una buena aplicación es la que, cuando te cambias de móvil, te acuerdas de instalarla”.
De hecho, después de conseguir la descarga, el desafío es la retención del usuario. En este sentido, un factor fundamental es la usabilidad. La gamificación, introducida con éxito por servicios tan populares como Tinder o Instagram, es una buena manera de retener a los usuarios.
El tamaño de usuarios que convoque la app también importa. No estar presentes en una aplicación muy popular puede significar quedarse fuera del mundo. "Precisamente por esto mi preferida es WhatsApp, no me parece la mejor, Telegram tiene muchas más opciones y sumamente útiles, pero es la que predomina dentro del sector del chat en España", razona Ismael Rodríguez.
Es innegable que el marketing todavía representa un componente central en el éxito de una aplicación. Las inversiones en publicidad consiguen que el público se entere de la existencia de un producto entre millones de opciones parecidas. Pero luego, la app tiene que servir de algo y, sobre todo, funcionar bien. Ahí es donde entran en juego los programadores y los ingenieros del software, los que hacen posible todo esto.
La seguridad, un factor clave
Otro de los requisitos que las nuevas generaciones cada vez valoran más a la hora de bajar una aplicación es la seguridad. Eduardo Arriols, profesor de U-tad y experto en ciberseguridad, argumenta que “la mayoría de markets legítimos ya cuentan con bastantes medidas de seguridad que permiten revisar si una aplicación es o no maliciosa, pero, como en todo, siempre es posible que algunas apps maliciosas se cuelen”.
Muchas aplicaciones sufren vulnerabilidades graves, como demuestran los bugbounties, programas de recompensa por la identificación de vulnerabilidades, publicados por grandes empresas como Facebook, Uber o Paypal. “Los riesgos más comunes suelen ser el almacenamiento de información sin cifrar, la existencia de vulnerabilidades que permitan extraer información de la base de datos alojada en el servidor o la posibilidad de alterar el comportamiento de la aplicación para que esta desarrolle acciones para las que no estaba pensada”, avisa Arriols.
“De forma idílica, debería plantearse la seguridad desde el inicio del trabajo de desarrollo de una app, ya que esto permite que los costes de solventar un problema sean mínimos. Pero son muchos los casos de aplicaciones que no siguieron este camino”, admite el profesor. En U-tad, matiza, “se pone el foco en la revisión de aplicaciones web, móviles y sistemas, y se desarrollan acciones de reversing y otras temáticas dentro del mundo de la ciberseguridad y desde un plano técnico como el hacking ético o el análisis forense”.
Cómo es Tinder por dentro
Tinder es una de las aplicaciones más exitosas entre el público joven, especialmente los millennials. Ha marcado una verdadera revolución en el ámbito de las citas amorosas. A la app se puede acceder a través de Facebook, de donde se recoge una primera parte de la información necesaria para crear el perfil personal. Los usuarios pueden establecer filtros de búsqueda por área, sexo y edad. La geolocalización es clave para todo el sistema de Tinder y para cualquier otra aplicación parecida.
El coste y la dificultad de crear una aplicación como esta dependen de las características que posee, como la geolocalización, el tipo y cantidad de información personal, el chat, los algoritmos para el matching, la integración con otras redes sociales, las notificaciones y la seguridad.
Todas esas funcionalidades son el resultado de muchas horas de desarrollo y varias herramientas aplicadas. En concreto, para Tinder se utilizan varios lenguajes de programación: Swift, Object C, JavaScript, Python, HTML5. Y la plataforma AWS Mobile para la fase de experimentación y desarrollo.
Para identificar la ubicación del usuario, Tinder utiliza el GPS del teléfono o los datos de la conexión WiFi. Mongo DB y Redis son los entornos escalables de bases de datos. Con Mapbox, la plataforma open source, los programadores diseñan mapas personalizados. Para los servicios de notificaciones se usa Twilio y para la seguridad de los datos y las transacciones se emplean los certificados GoDaddy SSL.
Una aplicación como Tinder requiere de una arquitectura bastante compleja y un desarrollo prolongado. Para una versión básica se pueden necesitar más de 1.000 horas de trabajo (alrededor de 5 meses), 2.000 para una más avanzada. Además, destaca Hugo Bosque, “mundialmente, se dedica más esfuerzo y dinero a mantener que a crear nuevo código; por lo cual es indispensable que el desarrollador haga un trabajo de calidad. Un ingeniero de software aprende a crear un producto mantenible, entendible, escalable y eficiente; moldeado a las necesidades del cliente”.
¿Quién crea las aplicaciones?
Este trabajo de calidad se lleva a cabo en equipo. Una aplicación es un producto en el que concurren distintas especializaciones (ingenieros de software, diseñadores, gestores...) y del nivel de colaboración y sinergia entre estos profesionales depende en gran medida su éxito. “En U-tad, los ingenieros estamos habituados a trabajar en este tipo de equipos con diferentes perfiles, lo que nos ayuda a la hora de tener claro cómo debe montarse y lanzar una app”, asegura Hugo.
Las aplicaciones deben enfocarse al conseguimiento de una buena experiencia de usuario. Han de ser fáciles de usar y suficientemente intuitivas para que cualquier persona, sin muchos conocimientos, pueda aprovecharlas. Finalmente, deben contar con un buen trabajo visual, un look&feel agradable, que mejore la experiencia en su conjunto.
"Indiscutiblemente, si una aplicación no es visualmente atractiva, rara vez será usada por un gran público. Además, un buen diseño suele ir ligado a una mayor claridad de uso, fundamental en un terreno completamente autodidacta, pues nadie lee cómo usar una app", anota Ismael. Este es trabajo de los diseñadores de interfaces y de UX.
Ante todo, es importante que la aplicación sea interactiva, robusta, rápida y eficiente. Diseño, la estructura de la aplicación en sí y la API (interfaz de programación de aplicaciones) son los tres elementos a cuidar especialmente.
Existen muchos lenguajes de programación. Por lo general, la mayoría de los desarrolladores de aplicaciones para móviles eligen Android Studio y Java, un lenguaje de alto nivel orientado a objetos, versátil y no demasiado complejo de aprender. Pero no es la única opción para Android. Por ejemplo, para crear videojuegos es recomendable elegir Unity y C++; Basic4Android, por otro lado, permite desarrollar aplicaciones con BASIC.
Según Daniel López Fernández, doctor en Software y Sistemas y profesor de U-tad, “los lenguajes que más se usan hoy en día en la programación de aplicaciones son: Java + XML, recomendados para el entorno Android, y Python, que se emplea para muchos dispositivos. Asimismo, Swift está indicado para programar en entorno iOS”. Con Python, se programaron partes de aplicaciones como Instagram, Netflix, Google, Facebook, Spotify o YouTube. “En nuestras clases tratamos de dar una visión general de todas las opciones, para luego aplicarlas a proyectos prácticos”, comenta el docente.
Precisamente porque el mercado se está especializando y volviéndose cada vez más selectivo, los desarrolladores deben mejorar y actualizar constantemente su formación para ofrecer a los usuarios productos totalmente funcionales. No extraña que, según el Informe Perfiles TIC 2018 de Digital Talent Agency (DTA), los puestos TIC más demandados por el mercado laboral español sean programadores, analistas e ingenieros en Java, con un 24,6% del total de la muestra.
Los ingenieros, el motor del cambio
En el Centro Universitario U-tad, se forman los futuros ingenieros de software, el verdadero motor del cambio, que se preparan para lanzar las próximas apps que revolucionarán el mercado. Con una metodología innovadora, estos ingenieros trabajan de la mano de otros perfiles, como diseñadores digitales y expertos en ciberseguridad, con el objetivo de reunir en una única app un buen desarrollo, un diseño eficaz y una usabilidad total.
Los alumnos del centro son estimulados a emprender proyectos desafiantes que respondan a estas exigencias. Como indica Juan De Vicente, alumno de Ingeniería del Software: “Tenemos la capacidad de decirle a los teléfonos que todos llevamos encima qué hacer y cómo hacerlo”. Juan trabaja en un proyecto de reconocimiento facial mediante redes neuronales. “Quiero desarrollar una aplicación para móvil que permita hacer búsquedas de un objeto por Internet, analizarlo de forma precisa y adquirirlo”, detalla.
Por su parte, Hugo e Ismael están involucrados en un interesante trabajo de conducción autónoma a través de Alexa."Mandamos órdenes a Alexa, que las traduce y las envía al coche para que se mueva […]. Proyectos como este pueden ser extrapolados a robots o para automatizar tareas domésticas con la ayuda de un asistente virtual“, apuntan los estudiantes.
Además, desde U-tad se fomenta el tener siempre presente el tema de la ciberseguridad a la hora de desarrollar código. Se organizan competiciones como los CTF (Capture The Flag), como el que tendrá lugar el viernes 26 de abril con diversas pruebas relativas a web, criptografía, esteganografía, reversing y exploiting.
Las aplicaciones y los proyectos que se están llevando a cabo actualmente en la industria tienen un nivel de complejidad y unas exigencias de calidad para los que se necesitan profesionales formados académicamente y especializados. “Cualquier persona puede cursar una formación de un par de meses y lanzar una aplicación al mercado. Sin embargo, un ingeniero de software tiene un conocimiento más amplio. Aprende a estructurar, optimizar y estimar; a dirigir equipos y a hacer diagramas de flujos, relacionales, de clases. Es un trabajo profesional y más acorde con un perfil especializado dentro del mercado laboral”, asegura Hugo Bosque. Todos ellos serán los que lideren la transformación digital de nuestro país.
Imágenes | iStock/Bet_Noire, iStock/zakokor, iStock/HStocks, Pixbay/Tumisu
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