La carrera actual para conseguir la mayor calidad de imagen en los televisores es en realidad un maratón que comenzó hace más de cien años. Acompáñanos en este recorrido fascinante que recoge los avances tecnológicos hasta llegar al OLED, cómo se integró la televisión en los hogares y cómo ha evolucionado la programación en consecuencia.
Puedes moverte a través de las distintas épocas con el mando a distancia, y también cambiar entre los distintos canales: tecnología, programas y audiencias, y los highlights.
Tecnología
La prehistoria de la televisión
1884 - 1933: el televisor electromecánico
1884 Para buena parte de los usuarios, su primer aparato de televisión fue un televisor CRT, es decir, un “televisor de tubo”. Sin embargo, la historia de los televisores tiene su origen a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, época en la que la electrónica aún estaba por desarrollar y los aparatos para “visualizar imágenes en movimiento” se apoyaban en sistemas electromecánicos para la transmisión de imágenes fijas y también de mapas.
Los primeros desarrollos de transmisión y recepción de imágenes en movimiento tuvieron su origen en el año 1906, de la mano de los franceses Rionoux y Fournier que desarrollaron un sistema de células fotosensibles que estaban conectadas, una a una, a una matriz que ejercía de emisora y transmitían la información de cada “píxel” por un cable dedicado.
El sistema no era nada óptimo y si bien se logró reducir el número de cables a uno y transmitir toda la información en serie, el sistema seguía siendo demasiado experimental como para derivar en algo a usar de manera masiva.
En el año 1910 se rescató un desarrollo teórico que Paul Nipkow había elaborado en 1884 (y que no se había podido implementar por limitaciones de la tecnología de la época). Nipkow ideó un sistema (conocido como el Disco de Nipkow) que, apoyándose en un sistema mecánico, podría captar imágenes en movimiento y transformarlas en una señal eléctrica.
¿Cómo se convierte una señal eléctrica en imagen?
El disco de Nipkow, sumado a los desarrollos de Willoughby Smith sobre la conductividad del selenio de 1873, dibujaba un sistema formado por un un disco perforado (el disco de Nipkow) que no es más que un disco plano y circular que lleva una serie de perforaciones distribuidas en forma de espiral (desde el centro hasta el exterior).
Cuando el disco comienza a girar, cada perforación deja pasar la luz tomando una “muestra” de lo que tiene delante. Cuando el disco gira rápidamente, va dejando pasar la luz por cada perforación; por tanto, se van tomando distintas muestras que se van superponiendo.
Al incidir la luz sobre una célula de selenio, ésta genera una señal eléctrica que la codifica puesto que la resistencia del selenio varía con la luz incidente y, además, la variación es proporcional a la intensidad de luz recibida.
Por tanto, una “cámara electromecánica” no es más que un dispositivo equipado por una lente que captura la luz y la hace incidir sobre un disco de Nipkow en movimiento.
El receptor (televisor) es un sistema similar, en su interior tiene una fuente de luz (una bombilla) y un disco de Nipkow que gira a la misma velocidad que el de la cámara (sincronización). La señal eléctrica se encargará de modificar la fuente de luz y ésta pasará a través de las aberturas del disco de Nipkow, proyectando sobre la pantalla (línea a línea) la imagen transmitida.
El 25 de marzo de 1925, el escocés John Logie Baird, apoyándose en el sistema de Nipkow, efectúa la primera experiencia real utilizando dos discos, uno en el emisor y otro en el receptor, que estaban unidos al mismo eje para que su giro fuera síncrono y separados 2 m; transmitiendo así la imagen de la cabeza de un maniquí con una definición de 28 líneas y una frecuencia de 14 cuadros por segundo.
Durante 1926 y 1927, Baird realizó distintas pruebas piloto hasta culminar el sistema con una transmisión entre Londres y Glasgow (438 millas de distancia) usando como canal de transmisión una línea telefónica. Al año siguiente, Baird fundó la compañía Baird TV Development Co para desarrollar comercialmente el sistema de televisión y realizar la primera transmisión trasatlántica entre Londres y Nueva York.
En el año 1929, comenzaron las primeras emisiones regulares de televisión en Londres y Berlín usando la tecnología electromecánica de Nipkow-Baird y empiezan a comercializarse los primeros aparatos de televisión domésticos. Telefunken, en Alemania, empieza a comercializar su primer televisor y, en 1930, Baird pone en el mercado su televisor comercial (alcanzando en Inglaterra 10.000 receptores vendidos en 2 años).
Si tomásemos una “máquina del tiempo” (o la Tardis de la serie “Doctor Who”) y nos trasladásemos a un hogar del Londres de 1930 que tuviese una televisión Baird TV Development Co, seguramente nos sorprenderíamos por la estética del dispositivo y, sobre todo, por la calidad de la imagen.
Seguramente no consideraríamos que eso fuese un receptor de televisión comercial. El televisor contenía un motor que hacía girar el disco de Nipkow, así que sería probable que escuchásemos un pequeño ruido de fondo por este hecho. Al ver la imagen, seguramente, pensaríamos que habría problemas de recepción porque notaríamos el “giro” del disco y las aberturas de éste en forma de espiral, así que veríamos una mala imagen formada por líneas que van de arriba abajo.
Nuestra percepción sería la de un “borrón en movimiento” totalmente dibujado en escala de grises, donde los colores oscuros casi parecen una mancha de color negro y los colores claros se dibujan de blanco; un contraste muy extremo que hacía que se perdieran detalles de vestuario o de la tez de la piel y donde, además, los planos eran muy estáticos (casi de primeros planos) y sin apenas acción (dada la baja resolución de la imagen).
Programación
Los inicios de la tele
En la actualidad, cuando aparece una nueva tecnología, siempre hay early adopters, personas que quieren probarla antes que nadie y que quieren comprobar hasta dónde puede dar de sí. Si, por ejemplo, los nuevos visores de realidad virtual cuestan casi lo mismo que un smartphone de última generación, es un coste asumible para estos avanzados tecnológicos.
Sin embargo, en los años 30, ser early adopter no era nada fácil, y mucho menos si vivías en los Estados Unidos de la Gran Depresión. En aquella década empezaba a dar sus primeros pasos una nueva tecnología llamada televisión, que permitía enviar a distancia no sólo voz, como ocurría con la ya muy popular radio, sino imagen en movimiento, algo que el gran público sólo podía ver si iba al cine, por ejemplo. Al ser todavía muy nueva y experimental, su campo de acción era muy reducido, y aunque habían nacido en Nueva York las primeras cadenas de televisión, los receptores eran más un artículo de lujo que el electrodoméstico popular que serían dos décadas más tarde.
Uno de aquellos televisores de los años 30 podía alcanzar los 500 dólares, lo que era un importante desembolso si los ingresos medios anuales de los hogares estadounidenses no llegaban a los 1.500, así que era más habitual que los pocos que tuvieran un televisor, lo hubieran fabricado por sí mismos. Eso era un gran obstáculo en la visión del medio como una oportunidad educativa, curiosamente.
La Universidad de Iowa, en 1933, fue la primera en tener sus propias retransmisiones televisivas en Estados Unidos, retomando la vieja idea de las instituciones educativas de que la radio podría ser una importante herramienta educativa para comunidades rurales y aisladas. Esa idea no había fructificado, así que las universidades pensaron que la televisión podía ser la tecnología que sí lograra popularizar la educación a distancia.
La escasa penetración de los receptores entre la población, evidentemente, impidió que ese experimento pudiera funcionar de verdad, y para cuando la televisión tuvo su mayor escaparate para presentarse ante las masas, en la Feria Mundial de Nueva York, en 1939, la Segunda Guerra Mundial iba a dejar su desarrollo entre paréntesis.
Los Juegos Olímpicos de Berlín 1936
A principios de los años 30 ya había retransmisiones televisivas de eventos deportivos, como combates de boxeo en Estados Unidos, pero ninguna a tan gran escala como la que se hizo de los Juegos Olímpicos de Berlín, en 1936.
Eran una oportunidad propagandística que la Alemania nazi no quería desaprovechar, así que se hizo un despliegue inédito para la fecha. Se utilizaron 21 cámaras (incluida una de más de metro y medio de longitud bautizada como Fernsehekanonen) y sus imágenes se pudieron ver en unas 28 salas distribuidas por toda la ciudad. Se quería hacer un gran despliegue de la capacidad tecnológica alemana.
Como curiosidad, la señal electromagnética de este evento salió al espacio de manera natural, y Carl Sagan lo utilizó para construir la señal extraterrestre que los protagonistas de ‘Contact’ reciben desde la estrella Vega: Hitler inaugurando los Juegos de Berlín en 1936.
Tecnología
La incorporación de la electrónica
1934 - 1951: CRT en blanco y negro
1934 Los televisores electromecánicos no tuvieron una vida muy larga en el mercado, la irrupción de la electrónica comenzó a cambiar las cosas e introdujo el uso del tubo de rayos catódicos.
El CRT ha estado presente en los televisores de los años 30 hasta, prácticamente, finales de los años 90, momento en el que empiezan a llegar al mercado los televisores de plasma y LCD. En estos 60 años, el CRT llevó la televisión de manera masiva al hogar, primero en blanco y negro y, posteriormente, a color.
El tubo de rayos catódicos (CRT) tuvo su origen a finales del siglo XIX, concretamente en 1895 de la mano de Joseph Thomson. En el año 1911, Boris Rosing, en el Instituto Tecnológico de San Petersburgo, fue uno de los primeros investigadores que consiguió proyectar una imagen usando un tubo de rayos catódicos (unas rayas blancas sobre fondo negro); si bien era un desarrollo muy básico, comenzó a demostrar la viabilidad de su uso en un demostrador que mostraba una imagen a 30 líneas con una frecuencia de 12,5 cuadros por segundo.
En el año 1926, el japonés Kenjito Takayanagi realizó el primer ensayo de televisión basada en CRT y abrió las puertas a que, en 1934, en Alemania fabricantes como Telefunken diesen el salto tecnológico y desarrollasen dispositivos comerciales sobre esta tecnología (una senda que siguieron en Francia y Gran Bretaña en 1936 y en Estados Unidos en el año 1938).
En esta época empiezan las emisiones programadas en Europa y Estados Unidos. Por tanto, la televisión comienza a llegar a los hogares de manera masiva y se realiza el primer esfuerzo global para normalizar los sistemas de emisión en el año 1945 y, de esta forma, definir normas para modulación y transmisión de la señal de TV.
La televisión comenzaba a ser un “medio de masas” como lo era la radio. El CRT supuso un gran salto tecnológico al pasar de televisiones mecánicas a televisiones electrónicas que, poco a poco, tendrían que bajar las barreras económicas de entrada para evolucionar a dispositivos que pudieran ser adquiridos por los usuarios.
Sin embargo, los primeros televisores CRT de los años 40 no eran especialmente baratos. El TRK-12 de RCA, que quizás sea uno de los más representativos de la época, tenía un precio de 600 dólares de la época cuando se lanzó en 1939 (una cantidad que trasladada al contexto económico actual supondría un coste de 7.000 dólares de hoy en día). Las ventas no se dispararon y el precio se bajó a 395 dólares pero, aún así, seguía siendo alto puesto que un coche tenía un coste de 800 dólares, una casa 6.550 dólares y un trabajador medio en Estados Unidos ganaba unos 1.900 dólares al año.
En el año 1948, la TV hace su primera incursión en España. El 10 de junio, se realizó una demostración pública durante una feria internacional de muestras celebrada en Barcelona y, en el mes de agosto, se pudo ver una emisión de una corrida de toros con un receptor instalado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
¿Y cómo funciona un televisor CRT? El funcionamiento del tubo de rayos catódicos puede asimilarse a un “cañón” que dispara un haz de electrones sobre una pantalla con material fosforescente que se ilumina al ser excitada por los electrones que inciden sobre la misma.
Este cañón está formado por un cátodo (situado en el primer extremo del tubo) que genera electrones que se ven atraídos por el polo positivo al otro extremo del tubo (ánodo). Para que se generen estos electrones, el cátodo se calienta por medio de una resistencia que está anexa a éste y es la que lo enciende.
El cátodo tiene una abertura que deja pasar el haz de electrones para que se proyecten sobre la pantalla pero antes hay que “orientarlos” para que vayan a la posición asignada. Hay que pensar que la señal de radio que le llega a la televisión se “traduce” en la información que se debe pintar sobre la pantalla; es decir, las imágenes se dividen en pequeños píxeles que se tienen que representar.
Para guiar el haz de electrones son necesarias las bobinas de enfoque. Estos dispositivos actúan como imanes que concentran los haces de electrones para que se escapen por la apertura que tiene el ánodo para pasar, posteriormente por la influencia de las bobinas desviadoras que son las que se encargan de proyectar el haz sobre la pantalla.
Estas bobinas son las que se encargan de ir moviendo el haz para recorrer cada fila (línea) de manera continua. La representación de la imagen es píxel a píxel y se va refrescando cada cierto tiempo (la frecuencia de refresco es 60Hz, 70 Hz o 100 Hz dependiendo del televisor, es decir, 60, 70 o 100 veces por segundo).
La pantalla está formada por una capa de fósforo que se excita con el haz de electrones proyectado. Antes de la pantalla hay una rejilla o máscara que deja pasar el haz de luz y que “representan” cada pixel de la pantalla. El fósforo tiene la propiedad que cuando se le aplica energía genera luz; por tanto, dispararle un haz de electrones (una corriente eléctrica), provoca que ésta se encienda.
La pantalla reacciona ante el haz de electrones y hacen que ésta libere energía en forma de fotones (luz), en el caso de una TV en blanco y negro, la luz que se emite es de color blanco.
El CRT supuso un gran salto tecnológico y, sobre todo, en la calidad de la imagen. La televisión en “blanco y negro” nos ofrecía mucho más detalle en la imagen; la imagen se podía ver representada con una escala de grises con la que podíamos distinguir qué cosas eran de colores más claros y qué cosas eran más oscuras.
La televisión electromecánica se apoyaba en un disco que giraba e iba dibujando, línea a línea, la imagen. Las líneas se veían y, a veces, las imágenes parecían un borrón. El CRT, y las primeras televisiones electrónicas, convertían las imágenes en puntos (píxeles) y cada punto podía adquirir un tono de gris; por tanto, la imagen que se percibía era muy uniforme y, salvo que mirásemos con una lupa la pantalla, no distinguiríamos los puntos dibujados.
Uno de los “primeros momentos televisivos” de esta época del blanco y negro fue el debate entre los, por entonces, candidatos a la presidencia de Estados Unidos Richard Nixon y John F. Kennedy; un programa que nos mostró a ambos candidatos con bastante detalle y permitió a los votantes de todo el país ver y oír a sus candidatos.
Hay que tener en cuenta que la pantalla de fósforo del CRT en blanco y negro se ilumina de color blanco; por tanto, del “blanco al negro” vamos pasando por toda una escala de grises que, además, se combinaba con la posibilidad de controlar el brillo de la pantalla (haciendo que se pudiesen hacer los claros más claros o bien oscurecerlos más al quitarle luminosidad a la pantalla). Si sacrificabas luminosidad en la pantalla, se podía conseguir un color negro con algo menos de brillo pero, evidentemente, esto iba en detrimento de la representación del blanco (que se hacía algo más gris).
Programación
Cuando el público encontró a la tele
Cuando una nueva tecnología echa a andar, se tarda un poco en descubrir hasta dónde se puede llegar con ella. Las primeras cadenas de televisión no sólo tenían que lidiar con las restricciones que imponía la tecnología, sino que tenían que aprender a desarrollar un lenguaje específico para ese medio, que no fuera sólo una traslación de lo que se hacía en la radio, pero con imágenes.
O de lo que se hacía en el cine. Los noticiarios que se proyectaban antes de las películas se trasladaron a la aún balbuceante televisión. CBS emitía en Estados Unidos un informativo cuyo presentador utilizaba una pizarra y una tiza para contar a los pocos espectadores que lo veían cómo se desarrollaba la guerra en Europa. Pero la situación mundial no favorecía que la televisión fuera creciendo y, sobre todo, que empezara a introducirse en todos los hogares.
En 1947, sólo dos años después del final de la Segunda Guerra Mundial, había en Estados Unidos 200.000 televisores. En el Reino Unido, bastante más castigado por la contienda, ese número apenas ascendía a 15.000. Sin embargo, no tardaría en empezar a crecer exponencialmente. Lógicamente, eran las grandes ciudades las que concentraban la mayoría del parque de televisores, y con esa mayor penetración progresiva en los hogares, empezaban a aparecer nuevos programas, siempre en directo.
De los informativos y las retransmisiones deportivas (que siempre fueron un clásico) se pasó a las primeras comedias, que trasladaban formatos radiofónicos (como ‘The Jack Benny Show’), y a programas infantiles como ‘Howdy Doody Time’. Se convirtió en habitual que, en las casas donde había televisión, se celebraran “fiestas” para que familiares y amigos se reunieran a ver la comedia del momento, o el concurso más popular.
Poco a poco, el televisor fue volviéndose más habitual en los hogares. Para 1952, por ejemplo, en el Reino Unido había ya un millón de receptores vendidos.
En España, no obstante, las cosas iban mucho más despacio. La posguerra y el aislamiento del resto del mundo que Franco impuso después de la Segunda Guerra Mundial no favorecían que empezara a experimentarse con la televisión. La primera demostración pública no se realizaría, de hecho, hasta 1948, en la XVI Feria de Muestras de Barcelona, y habría que esperar a 1956 para que TVE iniciara sus emisiones regulares.
Highlights
Cómo la TV se convirtió en un fenómeno de masas en España
Tecnología
Tres siglas que aún nos acompañan: RGB
1951 - 1997: el CRT en color
1951 La televisión CRT supuso un gran hito tecnológico para la época. La tecnología comenzaba a avanzar de manera exponencial y, en 1950, ya era posible usar un mando a distancia para cambiar de canal.
El primer mando a distancia, de nombre Lazy Bones, fue desarrollado por la empresa Zenith Radio y consistía en una botonera conectada por cable al aparato de TV pero, a pesar de lo rudimentario del sistema, permitía controlar la TV sin tener que levantarse del sofá.
En el año 1948, Peter Goldmark, basándose en los trabajos previos de Baird, empieza a dar los primeros pasos para desarrollar sistemas para visualizar imágenes a color. Sin embargo, hubo que esperar hasta el año 1951 para que la Hazeltine Corporation desarrollase el estándar NTSC para empezar a emitir a color y que, en 1954, RCA lanzase al mercado de Estados Unidos el CT-100, el primer televisor comercial CRT a color.
En Europa, la TV a color tuvo que esperar hasta el año 1966, momento en el que se desarrolla el estándar PAL para emitir a color (salvo Francia que desarrolló su propio estándar, el SECAM). Aunque el estándar estaba desarrollado, en el caso de España, las emisiones a color no comenzaron hasta 1972.
El funcionamiento de una televisión a color basada en CRT, realmente, no dista mucho de una televisión en blanco y negro. Desde una perspectiva técnica, el fundamento se mantiene pero el esquema se complica.
Si en un TV B/N se dispara un haz de electrones para iluminar, de color blanco, un píxel en la pantalla, en la TV a color se disparan 3 haces de electrones. ¿Y por qué son 3? Porque la imagen que vemos en pantalla es la superposición de los 3 colores básicos: rojo, verde y azul (RGB).
Cada píxel de la pantalla está formado por 3 celdas, una por cada color. Cada haz de electrones se orienta para que incida sobre su celda (color) correspondiente. La pantalla de fósforo, al ser excitada por el haz de electrones, reacciona iluminando, cada píxel y mezclando esta superposición de colores se obtiene la imagen final.
En el año 1966, Sony mejoró el sistema de imagen de los televisores CRT a color con el desarrollo de la tecnología Trinitron que, entre otras cosas, sitúa en paralelo la disposición de los haces de electrones y la máscara por la que se canalizan estos.
Y volviendo a los colores, ¿cómo se combinaban? Seguramente todos recordaremos los colores que salían en las cartas de ajuste que, básicamente, nos mostraban la paleta de colores que podían representar los televisores CRT.
El color blanco venía de superponer los colores rojo, verde y azul. El color amarillo se obtenía con el rojo y el verde, el color cían con el verde y el azul, el color magenta con el rojo y el azul y el negro, como nos podemos imaginar, no iluminando el pixel de la pantalla.
Las generaciones que crecieron con uno de estos televisores CRT en el salón recordarán que las imágenes tenían mucho brillo (aunque en estancias con mucha luminosidad era una ventaja porque se podía ver la imagen sin problemas), poca resolución (imagen sin mucho detalle) y la paleta de colores estaba muy limitada (lo cual también dependía de las limitaciones de los sistemas de grabación de la época).
Para empeorar las cosas, las pantallas CRT generaban electricidad estática (muchos nos llevamos alguna leve descarga y vimos cómo se erizaban los vellos del brazo). La electricidad estática atraía polvo y éste se pegaba a la pantalla y esto se traducía en cierto enturbiamiento de la imagen (lo cual empeoraba un poco la experiencia aunque, eso sí, tenía un arreglo sencillo: limpiar la pantalla con un trapo seco).
Sin embargo, uno de los aspectos positivos de los televisores CRT (sobre todo, en sus últimos años) es que podían llegar a ofrecer una buena calidad de imagen frente a los primeros LCD, sobre todo, en el contraste y en la profundidad de negros. En la última época del CRT, el color negro que ofrecían estos televisores era muy bueno a pesar de que seguían siendo dispositivos muy pesados y voluminosos.
Prácticamente, hasta 1997, la mayoría de los televisores que se utilizaban estaban basados en la tecnología CRT aunque, eso sí, no quiere decir que la tecnología o los dispositivos no evolucionasen.
En el año 1972, la BBC empezó a emitir, acompañando a la señal de televisión, información en formato texto, naciendo así el teletexto. En España, a raíz del mundial de fútbol de 1982, comenzó a emitirse en modo pruebas y, hasta el año 1988 no se emitiría como servicio definitivo dentro de las emisiones de RTVE.
Aunque hoy en día hablemos de alta definición, y del 4K, ya en el año 1980 se comenzó a vislumbrar la televisión de alta definición. La empresa japonesa NHK desarrolló el primer sistema de TV en HD, el sistema MUSE y, en 1985, se definió el estándar europeo HD-MAC, que se usó para retransmitir los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992.
Aunque su implantación no fue masiva y su uso estuvo muy acotado, por ejemplo, en bares y locales públicos (por su gran tamaño y elevado precio), en 1987 nació el primer aparato de televisión basado en retroproyección (DLP) de la mano de Texas Instruments.
La llegada de los años 90 abrió, por primera vez, la puerta de una nueva forma de interacción con la televisión. Por un lado, en 1991, se lanzó el sistema NICAM en Reino Unido, un estándar que permitía recibir audio en estéreo, mejorando así la calidad de sonido de los receptores de TV (siempre y cuando las emisiones de televisión fuesen en estéreo).
Por otro lado, entre 1992 y 1993, llegaron a España los primeros experimentos de televisión interactiva: Teletrébol, por parte de Telecinco, y el Telepick por parte de RTVE.
Además, hasta finales de los años 90, los televisores guardaban un punto en común desde su origen: el formato de la imagen era 4:3 y eso chocaba con el mundo del cine y su formato panorámico de 16:9, así que para ver una película en la televisión, las emisoras debían añadir las míticas bandas negras para adaptar la imagen al formato de los receptores domésticos.
Programación
Entretenimiento para la masa
Tener un buen trabajo, una familia perfecta, una buena casa en una zona residencial, un coche, una lavadora y un televisor en el salón. Así vendía la publicidad el sueño americano a las amas de casa en los 50 y los 60, una época en la que las estrecheces de la guerra empezaban a dejarse atrás, en la que se produjo un baby boom notable y en la que la tele entraba en lo que se conoce como su edad de oro, al menos en Estados Unidos.
Ayudó a ello que en el país pasó a haber 12 millones de televisores en 1951, que aumentarían hasta los 60 en 1959. Ya existía una audiencia lo suficientemente grande como para que la televisión pasara de los concursos y los formatos importados de la radio a probar sus propios programas.
Hay muchos momentos que marcan la mayoría de edad de la televisión en los 50. En 1953, por ejemplo, la BBC realiza su primera retransmisión en directo, a nivel nacional y en color, con la coronación de Isabel II, mientras en Estados Unidos comenzaban a entrar pioneros que marcarían el medio para las siguientes décadas.
Por ejemplo, Lucille Ball revolucionó las estáticas comedias iniciales con ‘I love Lucy’, que se grababa ante una audiencia en directo y en la que se exprimía a fondo la capacidad de Ball para el slapstick y la comedia absurda. La serie se estrenó en 1951 y fue todo un fenómeno desde el principio, convirtiéndose es un estándar no sólo de las comedias familiares que serían la base de las parrillas estadounidenses durante décadas, sino de todo el género de la sitcom. Aquellas series reflejaban la sociedad en la que se producían, pero también estaban muy vigiladas por los censores de las cadenas, que temían que asustaran a los anunciantes si no presentaban valores familiares y americanos.
Por esa razón, por ejemplo, un matrimonio como el de ‘The Dick Van Dyke Show’ (1960) dormía en camas separadas, un tabú que sí podían romper Vilma y Pedro en ‘Los Picapiedra’ porque, al fin y al cabo, eran dibujos animados. Pero no era tan sencillo. La televisión se había vuelto tan popular, llegando al 65% de la población de Estados Unidos para el principio de los 60, que siempre había quien temía que pudiera “corromper” a los jóvenes y las familias. Su enorme popularidad no dejaba de sorprender, y más cuando, en sus primeros momentos de vida, había habido quienes pensaban que pasaría de moda. Darryl F. Zanuck, productor de Hollywood, afirmó en 1946 que “la televisión no será capaz de sostener ningún mercado que capture después de los primeros seis meses. La gente se cansará enseguida de mirar una caja de madera todas las noches”.
Pero la gente no se cansó. De hecho, cada vez le gustaba más, y la televisión fue convirtiéndose en el centro de los hogares, en una herramienta capaz de generar sueños increíbles en los niños que, por ejemplo, vieron en directo la llegada del hombre a la Luna, en 1969. Y aún había guionistas y productores que pensaban que podía servir no tanto para educar al público, pero sí para hacerle pensar.
Norman Lear se especializó en los 70 en comedias enormemente populares que se atrevían a tocar temas que podrían ser marcados como “problemáticos”, como mínimo. Archie Bunker, el protagonista de ‘All in the family’, era un retrógrado conservador, racista y misógino que generaba muchas carcajadas, pero que también servía para satirizar los peores comportamientos de la sociedad estadounidense. Su sombra se nota hasta en Homer Simpson, del que el libro ‘Planet Simpson’, de Chris Turner, se pregunta “¿pero cómo pudo este marido indiferente, incluso insensible, este gran patán idiota, convertirse en el personaje más querido de la serie? ¿Cómo pudo Homer terminan encarnando tan completamente el Significado de América?”
Las comedias con conciencia social de Lear eran un reflejo del interés de la televisión de la década por ser un espejo del país. ‘La chica de la tele’, por ejemplo, con su protagonista soltera que se iba a trabajar a la gran ciudad, mostraba la nueva situación en la que se encontraban muchas mujeres de la década, y ese sentimiento llegaba incluso a España, que en los 70 empezaba a ver la vida, y la tele, en color.
Highlights
50 años de series
Los programas televisivos no nacen en el vacío. Los que vinieron antes que ellos y la sociedad del momento en el que aparecen son influencias muy importantes, y que se notan en los 50 primeros años de televisión estadounidense.
Las primeras emisiones de TVE arrancaron en 1956, con unos bailes regionales que serían muy representativos de sus primeros años de vida. Ser la televisión pública en una dictadura no permitía que se siguieran las evoluciones y las tendencias que se vivían en el resto de Europa. Además, los televisores tuvieron una penetración en el mercado español más lenta, como recoge José Carlos Rueda Lafond en “La televisión en España: expansión y consumo social, 1963-1969”. Si en 1955 había casi cinco millones de receptores en el Reino Unido, en España apenas llegaban a 3.000 un año más tarde. Que estuviera gravado con un impuesto de lujo tampoco ayudaba a su implantación.
No obstante, el desarrollismo de los 60 se notó también en este sector. En 1963 había ya 850.000 televisores, y su número no hizo más que crecer hasta 1968, cuando se habían vendido entre tres y 3,5 millones de ellos. El impuesto de lujo sobre él se había eliminado tres años antes y, además, la cobertura de TVE alcanzaba ya el 80% del territorio en 1964, lo que animaba a que más gente comprara un televisor, incluso aunque en muchos pueblos se instauró lo que se llamó el tele-club.
Era un local en el que había, evidentemente, una televisión, y donde la gente del lugar podía reunirse a ver aquel invento, para muchos totalmente inédito. Llegaron a establecerse unos 6.000 teleclubes repartidos por todo el país, pero su utilidad fue perdiéndose conforme las familias pudieron permitirse comprar sus propios televisores. Aun así, daban al medio un cariz de reunión social que se mantiene actualmente en las redes sociales, por ejemplo.
La espectacularización de las noticias
Los 90 representarían un importante cambio en la manera en la que se presentaba la información en televisión. El 16 de enero de 1991, los principales telediarios estadounidenses retransmitieron en directo los ataques con misiles del ejército norteamericano contra las posiciones iraquíes en Kuwait. La cobertura de la guerra del Golfo, que había arrancado en el verano del año anterior, se convirtió en todo un espectáculo, con conexiones con la zona en el momento en el que la marina de Estados Unidos lanzaba bombardeos contra las posiciones enemigas, un enorme despliegue de corresponsales (que casi no podían salir de Kuwait) y un análisis exhaustivo en los platós.
La CNN, con su emisión 24 horas al día, fue la que más explotó la cobertura de la guerra, hasta el punto de que unos cuantos estudiosos consideran que fue el momento que lanzó la espectacularización de las noticias actual.
Curiosamente, cuando en los 80 la televisión estadounidense se había entregado al entretenimiento más puro y para todos los públicos, marcado por la Administración Reagan y sus promesas de devolver Estados Unidos a su grandeza pasada, en España se producían series que reflejaban la nueva realidad social de un país que acaba de estrenar un régimen democrático.
Instituciones muy nuevas como el divorcio se exploraron en series como ‘Anillos de oro’, cuyos protagonistas eran, precisamente, dos abogados matrimoniales, y en plenos debates por la ley de aborto, un título ambientado en un instituto como ‘Segunda enseñanza’ dedicaba tiempo a tratarlo en sus tramas. En los 70, ya se habían tratado asuntos como la desigualdad social y la resistencia a la opresión disfrazados en las aventuras de ‘Curro Jiménez’, pero fue en los 80 cuando la televisión española se atrevió a probar cosas nuevas y a experimentar. Como apuntaba Adriana Ozores en el episodio dedicado a las mujeres de la serie documental ‘España en serie’, “las series de televisión no dejan de ser un reflejo de cómo vivimos”.
Así salían también programas infantiles como ‘La bola de cristal’ o espacios culturales como ‘La edad de oro’, que innovaban al dar entrada a los jóvenes artistas del underground de la época. Aquella década fue, de algún modo, la era dorada de TVE, a la que le saldría competencia ya en 1989. El nacimiento de las cadenas autonómicas y, sobre todo, de las privadas cambiaría dramáticamente el panorama televisivo español, sobre todo porque se buscarían programas más comerciales para intentar atraer a la audiencia, que de repente descubría que tenía, como mínimo, cinco canales a su disposición, incluido uno de pago. España se acercaba un poco más a Europa en ese sentido.
Tecnología
La guerra del Plasma contra el LCD
1997 - 2010: las pantallas planas
1997Los televisores basados en la tecnología CRT dominaron el mercado, prácticamente, durante más de 60 años. Sin embargo, los últimos años de la década de los 90 estuvieron marcados por el fin del dominio del CRT y la llegada de televisiones mucho más delgadas y de pantalla plana.
En el año 1997 llegaron al mercado los primeros televisores de pantalla plana; 42 pulgadas de tamaño que mostraban al gran público una nueva tecnología que ofrecía mejor calidad de imagen y colores más vivos: la televisión de plasma.
Si bien es cierto que Fujitsu y Panasonic lanzaron al mercado las primeras pantallas de plasma en el año 1997, el origen de esta tecnología se remonta al año 1936 cuando el ingeniero húngaro Kálmán Tihanyi, que trabajaba en el diseño y mejora de sistemas CRT, sentó los principios sobre los que se apoyan las pantallas de plasma.
Hubo que esperar hasta el año 1964 para que un equipo de la Universidad de Illinois en Urbana-Chanpaign, formado por Donald Bitzer, H. Slottow y el estudiante Robert Willson, implementase la primera pantalla de vídeo de plasma monocromática para que se usase como sistema de salida del computador PLATO.
Entre los años 2006 y 2010, los televisores de plasma se coronaron como los reyes del mercado. Ofrecían una gama de colores mucho más amplia, mejor contraste, un tiempo de respuesta rápido, un color negro intenso y llegaban en configuraciones con tamaños de pantalla mucho más grandes que los habituales que se encontraban en el mercado de CRT.
El LCD tiene su origen en 1972 (la primera pantalla de cristal líquido fue desarrollada por Peter T. Brody) pero la tecnología no llegaría al segmento de los televisores hasta el año 2004.
A partir de este momento se iniciaría la “guerra del plasma vs. LCD” pero los avances en la tecnología LCD además de las mejoras en la calidad de imagen y tiempos de respuesta (soporte Full HD, uso del LED, aumento del tamaño de pantalla, etc.), catapultarían esta tecnología barriendo del mercado el CRT y también a los televisores de plasma.
Highlights
1. Fuente de iluminación
En cierta medida, guarda similitudes con el funcionamiento de un CRT puesto que también se basa en la excitación de sustancias fosforescentes; por tanto, la pantalla se ilumina de manera autónoma y no requiere de una fuente trasera de luz. Las pantallas LCD (y las LED) sí que requieren de una fuente trasera de luz que es la que ilumina la pantalla como veremos ahora al explicar su funcionamiento.
2. Funcionamiento
En el caso de una pantalla de plasma, ésta está formada por dos cristales que encierran un conjunto de celdas (píxeles) que, a su vez, alojan un conjunto de gases (neón y xenón). Cada una de estas celdas son 3 compartimentos (uno por cada color) que contienen una sustancia fosforescente distinta que reacciona generando luz en alguno de los 3 colores primarios (rojo, azul y verde).
¿Cómo reaccionan estas celdas? Al aplicar electricidad al gas, éste se transforma en plasma y, a su vez, el plasma provoca que la sustancia fosforescente reaccione y genere luz, iluminando así cada píxel de la pantalla.
Al funcionar cada píxel de manera independientemente, la respuesta de la pantalla es muy rápida ante imágenes muy dinámicas (películas de acción o retransmisiones deportivas, por ejemplo) aunque consumían mucha energía para funcionar y generaban mucho calor.
De hecho, la vida útil estaba limitada al gastarse el material fosforescente y podía aparecer un efecto secundario de “pantalla quemada” cuando se dejaban imágenes estáticas mucho tiempo que se traducía en pérdida del color en ciertas zonas de la pantalla.
Por el contrario, la tecnología LCD se apoya en una fuente de iluminación que, desde atrás, proyecta luz sobre una pantalla formada por píxeles (cada píxel, a su vez, lleva los 3 colores básicos). La evolución del LCD a LED, precisamente, pasa por usar esta fuente de luz (de menos consumo) para realizar la iluminación trasera.
Esta luz pasa por unos filtros polarizados para capturar únicamente los haces verticales que impactan en cada una de las celdas de cristal líquido.
Las celdas de cristal líquido están sometidas a una corriente que provoca que el cristal se estire o se retuerza de manera que cambie la polarización del haz de luz hacia horizontal para los colores que se deben ver (los que no, salen con una polarización que no pasará el siguiente filtro)
La luz pasa por unos filtros de color y la tiñen de rojo, verde o azul. Esta luz coloreada pasa por otro filtro polarizado para dejar pasar la luz con polarización horizontal y ésta es la que se proyecta sobre la pantalla que ve el usuario.
La evolución del LCD al LED y las ventas de estas pantallas, pusieron fin a la guerra contra el plasma y terminó casi expulsando del mercado a esta tecnología y, por supuesto, al CRT (aunque el color negro, debido a la retroiluminación, nunca fuese un “negro puro”). De todas formas, el plasma siguió presente en el mercado, sobre todo en pantallas de gran formato, hasta no hace mucho tiempo y el CRT se estuvo fabricando en Europa hasta el año 2007.
3. Consumo
En un televisor de plasma, dado que cada píxel se ilumina de manera independiente, el consumo energético es muy alto (del mismo orden de magnitud que un televisor CRT). Al consumir tanta potencia, también disipaban mucha energía en forma de calor y era algo que el usuario podía llegar a notar.
Por el contrario, los televisores LCD (al usar una fuente de iluminación trasera y única para todos los píxeles, reducían bastante el consumo. Aproximadamente, el consumo energético podía ser de un 30% con respecto a un televisor de plasma, una cifra que se podía mejorar con la siguiente iteración tecnológica, el uso de LED.
4. Imagen
Las pantallas de plasma eran, para los más puristas de la imagen, el referente absoluto en cuanto a calidad por sus colores vivos y por la profundidad de sus negros (alto nivel de contraste).
El salto frente al CRT era enorme, imágenes “casi reales” con un gran nivel de detalle y una respuesta muy rápida; sin embargo, el precio de estas pantallas, el formato (eran, principalmente televisores muy grandes) y la información que circulaba sobre su vida útil (o lo contraproducente de las imágenes estáticas), hicieron que el mercado se polarizase con la llegada de las pantallas de cristal líquido (LCD) y las pantallas LED.
Las pantallas LCD y LED se hicieron muy populares entre los usuarios. Uno de los motivos es que ofrecían una mayor vida útil que las pantallas de plasma y, además, un consumo energético mucho menor (consumían hasta un 30% de lo que consumía una pantalla de plasma y esto también se traducía en que emitían mucho menos calor).
Sin embargo, a pesar que las pantallas LCD encajaban bien con el público general (se ofrecía una gama amplia de tamaños de pantalla), en cuanto a calidad de imagen distaban mucho de la calidad de las pantallas de plasma.
Para empezar, estas pantallas eran retroiluminadas, por tanto, requerían de la instalación de una fuente de luz fija que, desde el fondo del televisor, iluminaban los píxeles de la pantalla. Esta iluminación trasera hacía que el color negro nunca fuese negro; siempre existía luz residual que transformaba los negros en grises oscuros (el casco de Darth Vader no era de color “negro puro”).
Otro aspecto importante que afectaba a las pantallas LCD (y que, a veces, aparentaban problemas de recepción de señal) era el “efecto fantasma”.
Las pantallas LCD eran lentas (mucho más lentas que el CRT o que el plasma), por tanto, ante secuencias con movimientos rápidos (retransmisiones deportivas o películas con secuencias de acción) la imagen aparentaba ser borrosa porque, realmente, éstas se estaban superponiendo.
El color negro grisáceo y el efecto fantasma no eran los únicos obstáculos que presentaban los televisores LCD/LED en cuanto a experiencia de usuario. El contraste también podía suponer un problema porque éste se adaptaba de manera dinámica en función del tipo de imagen.
Dicho de otra forma, la intensidad de la retroiluminación se alteraba en función de la imagen a mostrar en la pantalla. Si la imagen era oscura (imaginemos una película que se desarrolla de noche), la luz trasera se bajaba de intensidad para conseguir un color negro algo más puro; sin embargo, esto sacrificaba luminosidad en zonas más brillantes de la imagen. En el caso contrario, una imagen muy luminosa, se subía la intensidad de la retroiluminación y esto convertía en color gris las zonas que requerían ser de color negro (zonas oscuras de la imagen).
Un cielo con estrellas o con una luna llena o un tablero de ajedrez (blanco puro y negro puro), nunca llegan a verse de manera natural, siempre veremos los tonos alterados puesto que es imposible conseguir brillo máximo y color negro máximo en una misma imagen.
El brillo máximo y color negro no eran los únicos que se veían alterados por el contexto, también la tonalidad de los colores. El color rojo (que es uno de los primarios) podía verse de maner distinta según el fondo que le acompañase: en un fondo blanco, el tono rojo se ve más pálido (mayor potencia de retroiluminación) y sobre fondo negro, el tono se torna granate (menor potencia de iluminación trasera) y, además, a todos estos detalles hay que sumarles los problemas asociados al ángulo de visión del telespectador.
Programación
La televisión online
El siglo XXI abre un periodo en el que la televisión está más que consolidada como el medio de entretenimiento popular y de masas por antonomasia, pero en el que le sale un competidor con el que tiene que aprender a convivir: internet. La implantación de la red de las redes representa un gran salto en la manera en la que los espectadores se relacionan con lo que ven en la “caja tonta”.
Los finales de los 90 marcan, por ejemplo, el principio de otra edad de oro para la ficción televisiva, con las primeras series producidas por HBO, con ‘Los Soprano’ a la cabeza, revolucionando el sector y abriendo el camino para que otras cadenas se animaran a hacer sus propias series y a poblarlas con personajes e historias menos claras y para todos los públicos, con mayores ambiciones temáticas y formales. Esa primera explosión de series se correspondía con las primeras muestras de la relevancia que alcanzaría internet.
Títulos como ‘Expediente X’ se beneficiaron de las conversaciones que sus fans tenían en foros o páginas web específicas sobre la densa mitología de la serie, contribuyendo a convertirla en algo más que una serie de éxito, en un fenómeno pop. Mulder y Scully iban a marcar el camino que la ficción televisiva viviría en los siguientes años, trasladando el momento watercooler, como dicen los anglos, la conversación sobre el último episodio, del mundo real al virtual de internet.
Sin embargo, el nacimiento del nuevo siglo también vio la aparición de un nuevo fenómeno social: los reality shows. Empezando en MTV con ‘The real world’, este nuevo formato convertía en personajes televisivos a gente corriente de la que se mostraba su vida diaria. Podían convivir en una misma casa (‘Gran Hermano’) o estar en una isla desierta pasando penurias (‘Supervivientes’), pero el innegable tirón de ver a tu vecino de al lado en una situación más o menos excepcional fue irresistible para un público que ya lo había visto todo en ficción. La “serialización” de la vida real era la última frontera, y lo mismo podía hacerse con personas anónimas que con famosos que se prestaban a mostrar que, en el fondo, eran como todos los demás.
‘The Osbournes’ fue el inicio de todo un nuevo subgénero que, a la vez, influyó en que surgiera un nuevo fenómeno: un colectivo de personas cuya principal aspiración era salir en la tele. Era un objetivo que se veía mucho más cercano que antes.
¿Cansado de que en todas las cenas con tus amigos sólo se hable de series?
Echa la culpa a finales de los 90. Y a ‘Perdidos’, por supuesto.
Con internet dando sus primeros pasos como el gran lugar de reunión de los fans, y como el sitio a partir del que empezó a verse que no pasaba nada por ser un friki, casi era inevitable que la serialización de una historia que presentan las series, y la familiaridad inmediata que el espectador desarrolla con sus personajes, deviniera en una verdadera obsesión cultural que, en la actualidad, rivaliza con el cine.
Desde aquel ¿Quién mató a Laura Palmer? de ‘Twin Peaks’, fueron los intentos por averiguar de qué iba la conspiración contra la que peleaban Mulder y Scully en ‘Expediente X’ los que contribuyeron a fortalecer esa conversación a través de internet. Y si esta serie y, después, la obsesión generalizada por ‘Perdidos’ (ejemplificada en aquellos resúmenes de sus episodios en los blogs de fans que los diseccionaban fotograma a fotograma) lanzaron las series como fenómenos pop indiscutibles, fueron los títulos de HBO los que las legitimaron como productos culturales de alto nivel intelectual. Nadie te miraba mal por comentar la temporada de ‘The Wire’ que habías visto en DVD.
Tecnología
El color nunca ha sido tan real (y el negro nunca había sido tan negro)
2010 - 2016: OLED
2010 En el año 2006, los televisores LCD alcanzaron en ventas a las televisiones de plasma y, al final, terminarían imponiéndose totalmente en el mercado. Las televisiones LCD evolucionaron mucho, gracias a este gran impulso en las ventas, y esto se tradujo en la reducción del consumo energético y una progresiva reducción del grosor de los dispositivos, gracias a la implantación de LEDs en el sistema de retroiluminación del televisor (factores que aún mejorarían más con la llegada del OLED).
“Adelgazar” la televisión o mejorar el consumo energético no fueron los únicos retos de la industria. Seguía pendiente el reto de mejorar aún más la calidad de imagen y ofrecer colores mucho más vivos (y naturales) e imágenes más reales, así como nuevas vía de interacción con los contenidos.
En el año 2008 en Japón se presentó una tecnología que llevaba a los televisores algo que, hasta el momento, solamente se podía vivir en una sala de cine: el 3D. La tecnología no llegaría al mercado hasta el año 2010 y, en un primer momento, se concibió como “el gran salto” para vivir la experiencia del cine digital en casa.
Prácticamente, todos los aparatos de televisión del mercado acabaron incluyendo el 3D entre sus funcionalidades pero, al final, el interés de los usuarios (y la oferta de contenidos disponibles) ha terminado dejando en un segundo plano esta tecnología, que se considera un “extra” que viene incluido en la mayoría de televisores (aunque el usuario no lo disfrute de manera masiva).
Otro de los conceptos que empezó a sonar hace un par de años fue el del 4K. De repente, estas dos letras comenzaron a copar las conversaciones y el mercado para indicarnos que estábamos en la senda de la “ultra alta definición”, pantallas más grandes y con mayor resolución (más píxeles en la superficie de la pantalla).
Sin embargo, la última “gran revolución” que estamos viviendo es, sin duda alguna, la de la tecnología OLED. Más allá del 3D y el 4K, la gran revolución está en la calidad de la imagen y, sobre todo, en lo realista de los colores que vemos en nuestra televisión.
¿Dónde reside este gran salto? Si en el paso de LCD a LED el cambio estaba en el uso de iluminación trasera LED, ahora el gran salto se produce en eliminar la iluminación trasera.
Si eliminamos la iluminación trasera, ¿cómo funciona entonces este tipo de televisores? El OLED es un diodo orgánico (Organic Light-Emitting Diode) que genera y emite luz por sí mismo; dicho de otra forma, el panel OLED está formado por píxeles que se iluminan de manera autónoma (lo cual recuerda el funcionamiento del plasma).
El OLED, al tener base orgánica, también abre la puerta a paneles mucho más delgados y, lo más interesante, se pueden llegar a curvar y ofrecer pantallas que ofrecen una perspectiva de imagen mucho más real al mejorar el ángulo de visión.
Si lo comparamos con sus antecesores LCD/LED, el televisor OLED elimina el panel de retroiluminación, los paneles difusores, los filtros polarizados y el panel de cristal líquido. La pantalla es una lámina de diodos orgánicos (OLED) sobre un sustrato basado en carbono que, como cualquier diodo semiconductor, reacciona emitiendo fotones cuando se le aplica una corriente eléctrica.
La delgadez del televisor no es la única de las ventajas de esta tecnología, la imagen mejora sensiblemente. El contraste, por ejemplo, aumenta de manera exponencial porque, al eliminarse la iluminación trasera, el color negro es “mucho más puro” (al eliminarse la iluminación residual trasera) y como no hay “luz residual” tampoco nos afecta el ángulo de visión de la pantalla (no hay interferencias ópticas que alteren los colores o el brillo por no estar sentados justo de frente a la televisión).
Otro de los puntos interesantes de la tecnología OLED es la velocidad de respuesta, algo que se traduce en soportar bien las imágenes con mucha acción (transiciones rápidas) y desterrar el “efecto fantasma” de las primeras televisiones LCD.
En un televisor LCD, el cristal líquido necesita tiempo (de 1 a 2 milisegundos de media) para orientar sus moléculas con el objetivo de bloquear o dejar pasar la luz. Ante transiciones muy rápidas, este cambio de configuración del panel LCD podía no responder a la velocidad requerida y, al final, mostrar una estela borrosa en la pantalla.
Sin embargo, el panel OLED carece de estos elementos de cristal líquido, son directamente los LEDs orgánicos que forman la pantalla los que se iluminan cuando se les aplica una corriente eléctrica y, al recibir dicha corriente, responden de manera instantánea.
“La tecnología OLED no tiene LCD en ningún componente del panel, que es lo que hace que los televisores LED/LCD sean lentos en las transiciones. El panel OLEd responde prácticamente de manera instantánea, ya que en el momento en que se recibe la corriente, el píxel empieza a emitir luz de manera proporcional. Básicamente, el tiempo de refresco está en torno a los 0,002 milisegundos, por tanto, nunca vamos a ver el “efecto estela” porque el refresco es tremendamente rápido”.
- Luis Navarrete, Product Specialist de LG para TV
Básicamente, en cuanto a calidad de imagen, el OLED nos transporta al purismo de imagen que aportaban las pantallas de plasma, con el extra adicional de mejor consumo y pantallas mucho más delgadas.
¿Y qué experiencia nos ofrece una televisión OLED? Al eliminarse la fuente de luz trasera y que cada píxel sea autónomo a la hora de iluminarse, cuando hay que oscurecer la pantalla, ésta se tiñe de negro de una manera mucho más real.
Dicho de otra forma, el OLED vuelve a ofrecer al usuario un tono de negro intenso y se abandona, al fin, el tono gris oscuro que estábamos acostumbrados a ver en las pantallas de televisión LED y LCD (y una buena manera de comprobar este hecho es comparar el habitual negro del marco de la televisión con una imagen con fondo negro en la TV, no se debería apreciar diferencia).
Cuando apagamos la luz de una habitación en la que hay una televisión LCD/LED, aunque la imagen sea negro, la pantalla emitirá algo de luz debido a la retroiluminación de estos sistemas. El OLED, simplemente, apaga los píxeles por completo, en una imagen en color negro no se emitirá luz alguna y no será posible distinguir la pantalla en un ambiente de total oscuridad.
La ausencia de retroiluminación tiene otra ventaja adicional, sea cual sea el punto de vista, no se alterará la imagen que veamos en la televisión. En un panel LCD/LED, el ángulo de visión influía en la calidad de la imagen que percibíamos (puesto que la iluminación ambiente y la de la propia TV podían alterar el contraste o los niveles de brillo); al eliminar la luz trasera, no habrá efectos ópticos que alteren contraste, brillo o nuestra percepción del color.
El OLED de LG: reinventando el color en la TV
En el caso de LG, su tecnología OLED apuesta por aumentar la gama de colores que son capaces de representar sus televisores. Desde que llegó el CRT color comercial en 1954, todos los televisores del mercado se han apoyado en la combinación de 3 colores primarios: rojo, verde y azul (RGB). La combinación RGB solamente es capaz de representar un 35% del espectro de luz que es capaz de captar el ojo humano. Dicho de otra forma, llevamos más de 60 años viendo en la televisión un tercio de los colores que somos capaces de visualizar con nuestros ojos.
LG ha ampliado esta gama de colores hasta el 70% de la capacidad del ojo humano aumentando la paleta de colores cambiando la configuración de los píxeles de la pantalla. Cada píxel, hasta ahora, ha estado formado por una celda para cada color (RGB); sin embargo, en las pantallas OLED de LG, son 4 las celdas que forman el píxel, las 3 habituales (rojo, verde y azul) y una específica para el color blanco, lo cual aumenta sensiblemente las capacidades de mezclar colores y generar nuevas tonalidades (aumentando en un 30% la gama cromática que se puede representar en la pantalla).
“Cualquier display de imagen utiliza los 3 colores primarios (R, G y B), porque nuestros ojos tienen sensores que responden únicamente a estos tres colores, y el resto de colores que percibimos son el resultado de la mezcla de los tres primarios. Aun así, los Televisores hoy en día, tan solo son capaces de mostrar el 35% de todos los colores visibles. La tecnología OLED incluye un cuarto subpíxel de color blanco a cada píxel tradicional RGB. No alternan colores, sino que cada píxel dispone de un R, G, B y W (4 colores en total). De esta manera, se puede conseguir una mejor mezcla de colores y saturación, consiguiendo reproducir un 30% más de colores que los tradicionales RGB”
- Luis Navarrete, Product Specialist de LG para TV
De hecho, la inclusión de un cuarto subpíxel de color blanco acarrea otra interesante mejora en el rendimiento del dispositivo: reducción del consumo energético. Si el color blanco antes se conseguía encendiendo los subpíxeles R, G y B, ahora solamente hay que encender el subpíxel adicional de color blanco.
“El color negro de una televisión OLED de LG es color negro de verdad, incluso en una habitación oscura. En un LED/LCD, si apagamos la luz de la habitación y reproducimos una imagen oscura, veremos que el fondo negro es gris o azul, porque el LCD no es capaz de bloquear el 100% de la luz. El OLED al carecer de LCD, y de lámparas traseras de retroiluminación, cuando la imagen o el fondo es negro, el OLED muestra un negro impresionante porque no hay fugas de ningún tipo, simplemente porque el píxel no está emitiendo nada de luz. Incluso en una habitación oscura, no percibes el perímetro del TV, directamente no ves donde acaba la pantalla, solo ves las letras o la porción de pantalla que está emitiendo luz.”
- Luis Navarrete, Product Specialist de LG para TV
En resumidas cuentas, los televisores OLED nos ofrecen una calidad de imagen extremadamente alta (además de ofrecernos unos televisores extremadamente delgados y de poco peso). Se respetan el contraste y los colores, la imagen es estable y constante, no hay estelas (efecto fantasma) y podemos sentarnos en cualquier posición para estar cómodos en el sofá porque la imagen no se verá alterada por no estar sentados totalmente de frente a la pantalla.
Gracias a la tecnología OLED, las imágenes de la televisión nos parecen aún más reales y cercanas.
“En definitiva, la imagen de los televisores OLED es de altísima calidad, incluso con señales de televisión estándar (y no de alta definición) puesto que se respetan tanto contraste como colores y se elimina el efecto estela. Además, la imagen es estable y constante puesto que, independientemente del ángulo de visión (o la ubicación del espectador) se verá la imagen sin alteraciones incluso en imágenes con contrastes extremos (oscuras, luminosas, coloridas, etc.). Además, al no existir retroiluminación, ni filtros polarizados, ni difusores de luz, etc. el grosor de la pantalla se reduce a solamente 4 milímetros y el peso se reduce a la mitad”
- Luis Navarrete, Product Specialist de LG para TV
Con los nuevos televisores OLED de LG, por fin podemos percibir las mismas imágenes y los mismos detalles que percibieron Alfred Hitchcock, John Ford o Stanley Kubrick al rodar películas míticas como Psicosis, Centauros del desierto o 2001: una odisea del espacio; podremos ver las cosas de la misma forma que las vieron, y vivieron, sus protagonistas.
De las imágenes borrosas en televisores enormes al negro puro del OLED y sus imágenes de alta calidad
Cuando en el año 1925, Baird realizó su primera prueba experimental con la televisión electromecánica, la televisión arrancó un alucinante viaje tecnológico que ya lleva 90 años de recorrido. Un viaje en el que hemos pasado de ver imágenes en movimiento que apenas tenían definición para pasar a ver la televisión en una brillante escala de grises con el que ya podíamos empezar a disfrutar de los primeros programas regulares de las cadenas de televisión. La llegada de la electrónica (y el uso del CRT) democratizó el acceso a la televisión, abarató los costes y también redujo considerablemente el tamaño de estos aparatos; por tanto, poco a poco, fue posible que cada hogar pudiera implantar una televisión en su salón y disfrutar de los contenidos.
El CRT, y por tanto las “televisiones de tubo”, nos ha acompañado durante 60 años. Ha sido una tecnología extremadamente longeva que pasó de ofrecernos imágenes en blanco y negro (o mejor dicho, en una escala de grises), a ofrecernos un mundo en color que, aunque no era perfecto, nos permitía apreciar de una manera distinta el mundo que nos rodeaba.
Sin embargo, las cosas podían mejorar más aún y los voluminosos televisores CRT terminaron adelgazando y dejando paso a nuevas tecnologías que nos transportaban a pantallas planas y con mejor calidad de imagen. El plasma y el LCD cambiaron el concepto de televisión; dispositivos más delgados que, además, empezaban a mostrar imágenes con unos colores más vivos y cercanos a la realidad.
La guerra del plasma contra el LCD enfrentó a dos tecnologías y a los puristas de la calidad de imagen frente a los pragmáticos. El mercado se decantó por el LCD, una tecnología que evolucionaría al LED (mejorando consumo y grosor del dispositivo) y que, a día de hoy, nos ha llevado a la gran explosión del color que es el OLED y que, sin duda, con su paleta de colores nos muestra de manera fiel lo que vemos a diario a nuestro alrededor.
Programación
El ascenso de la telerrealidad
Internet y la televisión están condenadas a entenderse y a complementarse. Los avances en la tecnología para grabar vídeo y subirlo a la web y la transformación de lo analógico en digital favorecen la producción de webseries, sobre todo entre aficionados que se animan a hacer sus primeros pinitos en la producción televisiva. Es gente que quiere contar una historia, pero que no tiene acceso a productoras o ejecutivos de canales de televisión, e internet le ofrece el medio perfecto para dar rienda suelta a su creatividad.
Las webseries y el contenido creado específicamente para internet son también un arma promocional importante para los programas de televisión tradicionales. La aparición y enorme popularización de las redes sociales (ya sean Facebook, Twitter o YouTube) termina de consolidar ese cambio en la manera de consumir televisión y de hablar sobre ella, y provoca que el contenido empiece a ser lo más importante. Se abren tantas posibilidades de llegar a tantos públicos diferentes, que empieza a surgir una tendencia que se hará mucho más pronunciada en la década de los 2010: hay demasiado contenido para que alguien pueda estar más o menos al tanto de todo.
Y entre ese contenido figuran evoluciones de los realities, ya consolidados como un género enormemente popular, en concursos de talentos que integran la participación del público para decidir quiénes siguen en el programa, y quiénes deben abandonarlo. El formato británico ‘Popstars’, con sus jóvenes aspirantes a ser estrellas de la música, lanzó toda una nueva constelación de celebridades televisivas.
Programas posteriores como ‘American Idol’ u ‘Operación Triunfo’ en España llevaban la curiosidad del público por los concursantes de los realities a otro nivel. Las discusiones sobre ellos pasaban a girar en torno a sus habilidades para cantar, o para ser diseñadores de moda (‘Project Runway’) o para cocinar (‘Top Chef’), o hasta para hornear tartas (‘The great British bake off’).
Estos talent shows son, además, perfectos para los comentarios instantáneos a través de las redes sociales. La televisión deja de ser una actividad solitaria para recuperar el lado social que tenía al principio de su implantación entre el público.
La televisión es social
Ningún programa de televisión se crea en un vacío. La influencia del estado de la sociedad en el momento en el que dicho programa se pone en marcha, y de la historia pasada del medio, resulta fundamental en su formación. Isaac Newton decía que, si había sido capaz de ver más lejos que otros, era porque se levantaba sobre los hombros de gigantes, y esa sensación de aprendizaje y evolución se traslada también a la televisión.
Sus series y programas han reflejado, y reflejan, la sociedad que les toca vivir a sus espectadores y acaban formando un vínculo con ellos que ningún otro medio ha podido igualar, quizás con la excepción de la radio. La televisión sigue teniendo una gran capacidad para mostrar las virtudes y los defectos de la sociedad, y tal vez eso pueda tener algún fin educativo, como creían los primeros pioneros en los años 30 y 40.