Conexión gratis a cambio de una conectividad permanente y ciertas reglas en el uso del smartphone e Internet. Es el día a día en cada vez más hogares donde los hijos realizan sus primeras tomas de contacto con dispositivos conectados de la mano de sus padres pero también bajo su vigilancia gracias a las numerosas herramientas y servicios que permiten desde conocer en tiempo real su situación hasta limitar el acceso a determinada información. Al final, el "gran hermano" son los padres.
Si lo piensas, todo comenzó cuando eras un bebé
Almohadas reforzando cada posible hueco por el que me podría caer de la cama y sillas haciendo de barreras móviles que entonces no existían o al menos no para mis padres. Así era como unos padres primerizos de finales de los 70 gestionaban la seguridad de un recién nacido si éste se encontraba en una estancia diferente de la de los padres.
En realidad, según mis padres, esa vigilancia sin tecnología de los bebés de hace 40 años era más sencilla sin entretenimientos como Netflix, con casas más pequeñas y núcleos familiares más amplios.
Hoy, esos hijos somos los primeros padres que tenemos a nuestro alcance una serie de tecnologías y dispositivos con los que la tarea de conocer qué hacen, dónde están o ver en directo a nuestros menores, es coser y cantar.
Y todo empieza nada más nacer. Disponemos en el mercado de una variedad muy amplia de vigilabebés o intercomunicadores que van desde los básicos que solo transmiten voz hasta los más completos, con pantalla a color, streaming al televisor o subida de vídeo/audio a servidores de Internet. Incluso hay ropa con sensores integrados para conocer la frecuencia cardíaca en tiempo real desde nuestro smartphone. A partir de ese momento la vigilancia y supervisión de nuestros hijos va a más.
Esa seguridad que proporciona la tecnología a los padres en los primeros años de vida de un hijo suponen todo un reto añadido (y nuevo para la mayoría de ellos) en un momento ya especialmente difícil para la educación: la adolescencia. A la educación vial, social o relacionada con el deporte, la salud o una buena alimentación, en los últimos años se ha unido el buen uso de smartphones y el acceso a Internet.
¿Cómo conviene que los padres afronten esa fase de la educación de sus hijos? Pues básicamente de la misma manera que con otros ámbitos: acompañamiento y supervisión. En el caso concreto del uso de la tecnología, ese acompañamiento se amplía con una vigilancia que ahora, con cada vez más dispositivos y servicios, es realmente completa. Apps, conectividad permanente, localización y un largo etcétera hacen posible que la alfabetización digital desde pequeños se vea apoyada por un conocimiento y registro de actividades que puede ser tan exhaustivo como uno quiera. Herramientas o servicios no faltan para ello.
El "Gran Hermano" del nativo digital
A la hora de afrontar dar el primer smartphone a un hijo o que los contenidos por Internet formen parte de su día a día, el núcleo familiar arranca una carrera por el control sobre el uso de esos dispositivos y el acceso a los contenidos. Actualmente resulta absurdo pensar en tener a los hijos atrapados en una burbuja sin acceso a una conectividad permanente u ocasional, a un PC o a un smartphone. Y de repente entregárselo sin más.
Educar a los hijos en competencias digitales demanda un acompañamiento de los padres o tutores más o menos continuado según la edad, incluyendo un cierto control sobre el uso de dispositivos y contenidos a los que tienen acceso. Esa patria potestad digital nunca había sido posible realizarla con ayuda de tantas herramientas y servicios que conforman un auténtico sistema de vigilancia que, dependiendo de cada progenitor, puede ser más o menos transparente para sus hijos.
Curiosamente algo que puede complementar esa tarea por parte de los padres, la tecnología, se convierte en el primer escollo para un porcentaje de ellos que consideran al nativo digital, sus hijos, como suficientemente preparado para afrontar el uso de la tecnología gracias a una teórica predisposición genética que no es real. Es cierto que tendrán más facilidad para adaptarse o manejarlos, pero el uso correcto y la manera de relacionarse con la tecnología y los contenidos no aptos no vienen de serie, se suele adquirir con la madurez, y es responsabilidad de los padres realizar una correcta alfabetización digital desde que son pequeños.
Tecnología que vigila cómo usamos la tecnología
Julio, Juan o Maria son tres perfiles de padres que tienen bastante en común a la hora del ritual de iniciación de sus hijos con la tecnología más controvertida. En muchos de los casos el primer contacto con el smartphone o Internet se realiza con un guiado controlado en el que la tecnología, las condiciones y cierta vigilancia tienen mucho que ver.
Maria, profesora de inglés en un instituto de educación secundaria, revisa cada cierto tiempo los mensajes de Whatsapp de sus hijos, dos, chico y chica, y de la misma edad. Lo hace además con ellos delante para, con ese acompañamiento, no solo "vigilar" sino educar. Muchos de esos controles, que es como los denominan en casa, derivan en conversaciones que suman mucho en la educación digital de los hijos.
"Claro que dependiendo del grupo o circunstancias a ellos no les sienta muy bien que lea sus mensajes. Y no quieren que se sepa fuera de casa ni mucho menos que lo comentemos cuando están sus amigos presentes. Pero lo entienden, está en las condiciones de uso del teléfono, y es algo que hacemos en casa con la tecnología desde pequeños. Al final se convierte en una rutina que nos permitirá estar más seguros cuando no podamos controlar de manera tan exhaustiva lo que hacen con su smartphone o Internet. Lo queremos ver como una inversión a medio plazo que requiere de sacrificios tanto por su parte como por la nuestra, que les estamos pagando la conexión a Internet y entragamos un smartphone que no es precisamente un modelo básico ni barato"
La palabra espía no cuadra con esa vigilancia que realizan. Lo ven como una adaptación a las circunstancias actuales de la supervisión y preocupación que sus padres realizaron con ellos en ámbitos analógicos y que ahora lógicamente hay que trasladar al mundo digital. Pero es cierto que con las nuevas herramientas todo parece más exagerado e intimidatorio al hablar de ello.
"Antes se preguntaba u observaba con quién salía un adolescente, qué hacía fuera de casa y cosas similares. Ahora lo podemos mirar en su Whatsapp o consultando su historial de navegación, el cual no pueden borrar o estarían incumpliendo el acuerdo para usar el PC o tener smarthone"
María habla más de preguntar, interesarse por lo que hacen con sus dispositivos y lectura común de mensajes, así como navegar conjuntamente por publicaciones que realizan en Internet, en Instagram por ejemplo, que de espiar o quebrar la privacidad de sus hijos. Es lo que los menores suelen responder a los padres sobre lo que están haciendo, aunque salvo casos muy concretos, lo que leen no son mensajes íntimos o muy personales sino los habituales de relaciones sociales a su edad.
"Mis hijos no tienen todavía 14 años y las relaciones sociales o intercambio de mensajes no creo que sean todavía íntimos. En casa lo vemos como conversaciones o tonterías que podrían decirse en el salón de casa o estando nosotros delante. Cuando pasa así, sin dispositivos de por medio, también solemos hablarlo o reñirles si creemos que no es correcto"
"Como padres somos responsables de nuestros hijos, de educarlos y que no les pase nada. Hay peligros asociados a tener un smartphone o ciertos contenidos accesibles con Internet que no queremos que sufran. Aunque tengamos que controlar el uso que hacen del teléfono móvil unos años"
Con lo que menos problema han tenido estos padres ha sido con la conectividad permanente, estar siempre localizable si el padre o madre te llama. O no ignorar los mensajes de Whatsapp. "Eso no les cuesta nada, y les parece incluso poco a cambio de tener teléfono y conexión pagada"
Es la condición principal a la hora de proporcionar un smarpthone a hijos a partir de 11 años, más o menos un año antes de entrar en secundaria. Comienza entonces la fase de control y vigilancia del uso del smartphone o lo que publican y comparten por Internet.
"De vez en cuando repasamos juntos las fotos que sus amigos cuelgan en Instagram, y así podemos hablar de lo que conviene o no subir a Internet. No suelen compartir nuestras opiniones pero en caso de conflicto saben que tienen que ajustarse a cómo hemos acordado usar los dispositivos y su conexión. El móvil se lo compramos nosotros y la tarifa de datos la pagamos nosotros, así que si quieren tenerlo hay condiciones que tratamos de negociar pero siempre con límites que no se pueden pasar"
El router y PC que lo sabe todo sobre tu navegación por Internet
María lleva (casi) a rajatabla los consejos que suelen dar los expertos para la navegación por Internet en casa. Sus hijos todavía no tienen un PC propio y el portátil de la familia, dispositivo habitual para la navegación web, se debe usar en una zona común y nunca solo.
"Lo de acompañar a nuestros hijos en todo momento en sus sesiones de navegación web está bien como teoría. Así lo hacíamos al principio pero la realidad del día a día hace que nos hayamos conformado con que no se lleven el portátil o el móvil a su habitación o limitar los horarios de uso de Internet. Aunque no queríamos, al final hemos optado por usar el control parental que viene en Windows. Creo que se llama Familia. Les creamos un usuario menor de edad que no puede instalar nada o cambiar cosas, y cada cierto tiempo revisamos las webs que han visitado o qué aplicaciones han usado más"
María me cuenta que el control del tiempo que usan sus hijos el portátil es una de sus mayores guerras pero que han solucionado muy bien con los controles parentales. Desde el navegador web pueden indicar las franjas horarias en que se puede usar el PC o navegar por Internet, así como el tiempo total. Un alivio para ellos que no requiere casi de esfuerzo.
"Al principio era una guerra continua con ellos. Les decíamos que una hora solamente y al final eran cinco minutos más continuamente. Si estás en otra cosa en casa, se aprovechaban porque esa hora se alargaba tanto como ocupados estábamos nosotros. Un compañero de trabajo de mi marido nos enseño lo fácil que es que el portátil deje de funcionar una vez pasado el tiempo que decidamos y se han acabado las discusiones. La culpa se la echamos al ordenador y ellos amenazan con desactivarlo sin que lo sepamos"
Precisamente la tecnología es la que a veces evita que la otra tecnología sea capaz de conocer acciones y controlar como los padres quieren. El amigo más avispado no tarda en compartir el truco o la manera de saltarse los controles parentales.
"No somos tontos y sabemos que en poco tiempo serán capaces de saltarse sin mucha dificultad los controles parentales o filtros que ahora tienen en sus cuentas en el ordenador. Si no lo hacen al final usarán un smartphone con tarifa de datos, el tablet de un amigo o el PC en el instituto. Nuestra esperanza es que para entonces tengan una madurez y responsabilidad suficiente respecto al uso de Internet"
Ese control en el uso de un PC o la conectividad se puede extender a cualquier dispositivo que quiera acceder a la red de casa. Una de las opciones más completas de las que dispone un padre o madre para conocer el uso de Internet de sus hijos está en el propio router. Marcas como AVM disponen de sistemas que permiten algo tan sencillo como un control parental de tiempo de uso o niveles de contenidos según edad, pasando por un filtro de webs que no se pueden visitar, listado de dispositivos conectados o directamente limitación de acceso en determinas franjas de tiempo.
Cuando le cuento a María que con el router de su casa puede conocer si su hijo se conecta a Internet con su smartphone desde la habituación cuando debería tenerlo apagado, sonríe. Mucho. "Eso me lo tienes que enseñar"
Aplicaciones para saber qué hacen los hijos con el smarpthone
Juan trabaja como funcionario en un ayuntamiento y su experiencia con el acompañamiento o controles parentales en el PC no fue tan positiva. En casa el uso del ordenador es muy limitado, apenas para trabajos de clase o ver series en Internet. "Y solo juega a juegos de móviles" El control y supervisión que quería hacer se dirigía directamente al teléfono móvil.
En su caso le ha funcionado mejor la instalación de sistemas de seguimiento y control a distancia del smarpthone. Con su primer hijo recurrió un tiempo a un aplicación muy básica que pedía un código extra al de desbloqueo ("el cual acaban aprendiéndose porque cuando queremos que no molesten les decimos el patrón para que jueguen a cualquier juego con mi teléfono") para usarlo, instalar algo o abrir alguna aplicación.
"Al final siempre acababa descubriendo cómo saltarse el bloqueo, así que lo dejamos pasar. Pero cuando le dimos su propio teléfono lo usaba a todas horas y no había manera de que lo dejara"
En la búsqueda de algún control más completo se toparon con auténticas aplicaciones más propias de una película de espías que familiar. Registro y grabación de llamadas, localización en tiempo real, avisos y alarmas cuando se sale una zona delimitada o un registro de todo lo que se hace con el teléfono.
Las opciones disponibles en el mercado son bastante variadas. Una vez instaladas en el smartphone o PC del menor, la vigilancia y control de uso es absoluto por parte del administrador. Incluso en algunos casos excesivo.
Entre las más completas y conocidas están Quostodio o SecureKids, muy centradas en el servicio de control parental para dispositivos móviles y con las cuales los padres tienen el control total del dispositivo, con información y gestión de tiempos de uso, geolocalización, bloqueo por franjas horarias o incluso la lectura de Whatsapp sin necesidad de tener físicamente el teléfono móvil del hijo. Aquí sí que podríamos empezar a hablar de un control excesivo y nada educativo.
Los contratos por el uso del smartphone y la tecnología
María Zabala es una experta en la relación entre familia y tecnología. Imparte charlas, talleres y escribe sobre todo ello en iWomanish. Si bien sus hijos (12 y 9 años) no tienen todavía smartphone propio, sí son usuarios de un tablet que cuando estrenaron vino con un contrato de uso debajo del brazo.
"El contrato funciona sobre todo porque permite que padres e hijos repasen el uso que se quiere hacer del dispositivo. Hay que ser realista sobre lo que se puede cumplir y depende todo mucho de la edad del niño y el tipo de cosas que les gusten"
Este tipo de contratos se popularizó hace unos años gracias a Janell Burley Hofmann, cuyo ejemplo para que su hijo tuviera su primer smartphone ha sido adaptado y tomado como referencia para muchos otros que comparten expertos o incluso la policía nacional.
Ese contrato es la base sobre la que trabajar en la educación digital y la normalización del uso de la tecnología entre los más pequeños. El resto de herramientas no deben obviarse, y resulta de gran ayuda conocer y configurar filtros o controles parentales adaptados a la edad de cada niño, cuentas de usuario adecuadas o un control que cada padre y madre debe ajustar a lo que crea conveniente en cada caso.
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