Que un portátil o nuestro sobremesa cuente con discos SSD es algo a lo que aspira que quien quiere un rendimiento y fluidez superior para su equipo. Conocer cómo funciona un SSD y en qué hay que fijarse para valorar si una potencial compra es adecuada o no para nuestro ordenador o sistema de almacenamiento es clave para una experiencia satisfactoria con las unidades SSD.
En Xataka os dejamos con una guía completa de todo lo que necesitas saber sobre los discos SSD, desde por qué escogerlo hasta la capacidad, prestaciones o formato más adecuado para el SSD con el que mejorar mi ordenador.
Por qué elegir un SSD para mi ordenador
A la hora de valorar la compra de un nuevo ordenador, las unidades de almacenamiento SSD han cobrado un protagonismo absoluto. En cierta gama de portátiles son ya el estándar por todas las ventajas asociadas a su tecnología, y las mismas se asocian también a los SSD con los que renovamos un equipo del que queremos sacar todavía mucho partido. Si quieres darle una nueva vida a un portátil o sobremesa, cambiar el disco duro por un SSD es lo primero que deberías probar. No te arrepentirás.
Las unidades SSD o unidades de estado sólido ofrecen en primer lugar velocidades de transferencia muy superiores a las de los discos clásicos o mecánicos (HDD) al no tener partes móviles. Esa mejora en la tecnología usada es la base del resto de especificacione en las que baten a las unidades clásicas de almacenamiento, las cuales solo pueden presumir ahora mismo de un precio por GB más beneficioso o capacidades todavía no al alcance de los SSD. Hasta hace poco.
La ausencia de partes móviles hace que los SSD sean unidades de almacenamiento más fiables en caso de caídas o golpes, aunque es cierto que pueden sufrir peores consecuencias en caso de fallos de alimentación. También presentan un tiempo medio entre fallos mayor.
Otra ventaja de su funcionamiento basado en memorias flash es que el ruido durante su carga de trabajo es inexistente. También el consumo es menor y actualmente su vida útil es superior que la de las unidades HDD clásicas.
Aunque lo habitual en esta guía de compras es que nos refiramos a unidades SSD como componentes interno de nuestros ordenadores, la tecnología SSD ya no es algo exclusivo de espacios de almacenamiento de portátiles, NAS o sobremesas. Ya es posible encontrarlos en unidades externas con capacidades altas como la Sandisk de 240 GB. Con este tipo de unidades nos llevamos las grandes ventajas de los SSD a un formato de almacenamiento que resulta apropiado para quien debe mover información con grandes velocidades de lectura y escritura.
De qué capacidad elijo un disco de estado sólido
A la hora de buscar un SSD para nuestro ordenador, el precio y capacidad es la combinación de la que primero se preocupa o duda un usuario. El coste por GB de un SSD debe ser valorado especialmente y no nos estamos refiriendo a la diferencia respecto a los discos clásicos o HDD, donde todavía estos sacan algo de ventaja a los SSD , sino a que habitualmente un disco SSD de más capacidad nos deja un ratio de euro por GB más beneficioso en muchos de los casos.
Esto nos lleva a la situación en que que, antes de comprar una unidad SSD, conviene que decidamos la capacidad que necesitamos o la que podemos adquirir. En muchos de los SSD comerciales, ir a un modelo de más capacidad no supone un precio mucho mayor y podemos conseguir por ejemplo doblar la capacidad y por lo tanto obtener una unidad SSD con un coste por GB más bajo.
En todo caso para elegir la capacidad idónea de un SSD es recomendable que tengamos claro para qué uso concreto lo vamos a necesitar. Un SSD nos mejora principalmente la velocidad de acceso y nos permite reducir el tiempo de arranque de un equipo y la velocidad de carga de las aplicaciones, lo que se traduce en una fluidez mejorada del día a día con el equipo. En esa situación, que será la habitual en el mercado de consumo, no hace falta que recurramos a unidades SSD de alta capacidad. Una de 250 GB puede ser una opción válida para muchos consumidores, la cual se suele combinar con un disco HDD clásico de más capacidad para el almacenamiento ocasional de mucha información.
Si lo que estás renovando es la unidad principal de un portátil que actúa como equipo de trabajo y ocio principal para ti, haz cálculos porque ir a SSD de mucha capacidad puede que no salga tan rentable como combinar un SSD con una unidad de almacenamiento externa HDD. No lo hará en precio ni probablemente en rendimiento si ese espacio por encima de un SSD de 250 GB se usa relativamente poco.
Una situación diferente ocurre si de forma habitual tenemos que mover grandes cantidades de datos. Solo en ese caso vamos a necesitar que nuestro SSD tenga mucha capacidad para que ese proceso que no es exclusivamente de puro almacenamiento también pase por la tecnología SSD.
Ahora bien, tener una gran capacidad lleva el coste por GB a unas cifras altas donde la diferencia con los HDD se acentúa. Una alternativa que podemos encontrar hoy en día es la combinación de una unidad SSD de poca capacidad con un disco HDD, todo en la misma unidad. Son los sistemas híbridos que se ofrecen tanto en portátiles como en ordenadores de sobremesa. Aquí se incluye tanto memoria flash como platos con sistema de acceso mecánico. En este caso el sistema operativo y las aplicaciones recurren a la "parte" SSD mientras que el almacenamiento de datos pasa por la parte HDD clásica.
Elegir un SSD: en qué debo fijarme
Una vez que ya eres consciente de las múltiples ventajas que conseguirás pasándote al mundo de los discos SSD y tienes clara qué capacidad necesitas para el uso que darás al nuevo disco o tu ordenador, toca valorar otros aspectos que harán que tengas un SSD mejor o más acorde con lo que buscas.
También es importante conocer las principales características que un fabricante da sobre sus unidades SSD para valorar si es compatible con nuestro ordenador o la calidad teórica del mismo respecto a otro modelo que estemos valorando.
Formato del disco de estado sólido
Cuando uno se anima a buscar un SSD, el formato de la unidad SSD debe ser lo primero a observar si nuestro objetivo es sustituir uno antiguo o cambiar un HDD por un SSD para obtener todas sus ventajas. En el mercado conviven actualmente numerosos sistemas, tanto en el segmento de consumo como en el de empresa. Nosotros nos concentraremos en el mercado de consumo.
Lo más habitual hasta hace poco tiempo era encontrar SSDs SATA (en sus diferentes versiones) de 3.5 , 2.5 o 1.8 pulgadas. Pero hoy en día hay nuevas interfaces que van haciéndose hueco en el mercado principalmente por tema de miniaturización. Los formatos SSD mSATA o su sustituto, el M.2, son ya también muy habituales. Y si es una unidad externa tendrás casi seguro conectividad USB. Dependiendo del uso que queramos darle o el equipo en el que vayamos a usar ese SSD, debemos escoger uno u otro formato.
Si lo que estamos tratando de hacer es actualizar el disco duro de un portátil, lo normal es que haya que escoger una SSD con formato de 2,5 pulgadas. Para ordenadores de sobremesa lo más común es tener unidades de 3.5 pulgadas, pero no hay problema en recurrir a los de 2.5 pulgadas en tanto que disponemos en el mercado de adaptadores para poder asegurarlos en el formato de torre que tengamos.
Para los SSD de tipo SATA encontramos coexistiendo en el mercado modelos con distintos grosores. Los más habituales son de 9,5 y 7 mm. Para evitar problemas en portátiles debes asegurarte del grosor de la unidad que tienes intención de sustituir. Hoy en día lo lógico es que la unidad que vayas a comprar tenga un grosor de 7 mm, que es el tamaño que se ha acabado imponiendo.
El formato mSATA está en desuso y solo lo deberíamos escoger si el equipo donde lo vamos a colocar solo admite ese tipo de unidades. Todo lo contrario ocurre con los más actuales SSD de tipo M.2, formato que se está imponiendo en los equipos portátiles muy delgados pero también en los sobremesa. Por ello es importante asegurarse de que la placa base es compatible o al menos podemos usar un adaptador.
Tipos de SSD según la tecnología de memoria
La principal barrera de entrada de los SSD ha sido principalmente la capacidad. Las primeras unidades resultaban excesivamente caras además de ofrecer poco espacio a cambio del importante desembolso. El avance en la tecnología asociada a las memorias flash (NAND) en las que se basan estos discos hizo posible poder tener una gama amplia de modelos tanto en precio como en capacidades.
Los tipos de SSD según la tecnología de memoria usada es lo que actualmente marca la principal diferencia en la capacidad que puede alcanzar un SSD, y su precio. Por eso, antes de lanzarte a comprar un SSD exclusivamente por su precio o capacidad, detente para comprobar que estás adquiriendo el modelo con la tecnología que efectivamente buscabas.
Las tecnologías básicas más usadas cuando hablamos de SSD son SLC, MLC y TLC (Single, Multi y Triple-Level Cell). La diferencia entre estas tecnologías es la cantidad de bits que cada celda de la memoria flash puede almacenar. En las de tipo SLC puede hacerlo solo con un bit, aumentando a dos, tres o incluso cuatro en las tecnologías Multi, Triple o Quad. Con la posibilidad de almacenar más bits por celda, la capacidad de los SSD se multiplica en la misma proporción pero se pierde velocidad y fiabilidad. Os explicamos por qué ocurre esto.
En las unidades SLC la comprobación del estado de la celda solo admite dos situaciones, por lo que tanto escritura con lectura es muy rápida. La misma operación en un modelo TLC requiere más comprobaciones y con ello se reduce el tiempo. Ese menor número de comprobaciones hace que las celdas sufran menos desgaste y puedan alargar su vida útil (el paso de SLC a MLC puede suponer hasta 10 veces menos de vida útil) y ser más fiables en los procesos de escritura y lectura.
Esta base de funcionamiento ha permitido que podamos disponer de unidades SSD de mucha capacidad a precios más reducidos, pero con los inconvenientes que os comentaba. Por eso los SSD de las gamas más altas son aquellos que usan memorias flash con tecnología SLC que les proporcionan fiabilidad y altas velocidades a costa de que el GB sale más caro.
Pero ojo porque puede que la ventaja de contar con tecnología SLC a nivel de velocidad no se vea acompañado de la interfaz, y tengamos ahí el cuello de botella. Esto nos permite jugar con más combinaciones y conseguir SSD MLC con mejor relación capacidad-precio y con los que, según la interfaz, conseguir el mismo rendimiento práctico que con una SLC.
Esta es la teoría básica. En la realidad, los diferentes fabricantes juegan con combinaciones y sistemas híbridos para conseguir la máxima optimización por medio de una gestión en tiempo real de las diferentes tecnologías usadas en sus memorias.
En otros casos como el de Samsung, uno de los referentes en el mundo SSD, su apuesta se dirige a mantener características de los tipos de memoria pero aportando la diferenciación en cómo están situadas esas celdas. Las unidades SSD 3D V-NAND las colocan en vertical para mejorar la capacidad sin renunciar a otras prestaciones de las TLC, por ejemplo, a las que puedan duplicar capacidad.
Velocidad y rendimiento de los discos de estado sólido
Capacidad, precio, formato y ... velocidad o rendimiento de un SSD. Son los datos que un consumidor tiene principalmente en cuenta cuando ha de decidirse por un modelo de disco SSD y otro.
La cifra que los fabricantes normalmente dan sobre el rendimiento de sus unidades SSD hace referencia a las velocidades de lectura y escritura secuencial. Lo más común es que esa velocidad esté alrededor de los 500 MB/s, aunque lógicamente hay unidades de alto rendimiento por encima de los 2000 MB/s.
Otra unidad que nos da referencias válidas para conocer el rendimiento de un disco SSD es la velocidad de lectura aleatoria, la cual se mide en IOPS (Input/Output Operations Per Second) y donde podemos encontrar más diferencias entre discos SSD con la misma velocidad secuencial que para ellos supone menos problemas. Aquí las cifras son más variables pero lo habitual es que ronden los 1000000 IOPS.
Otro apartado donde los discos SSD sacan una notable diferencia a los HDD es en el consumo. En general la diferencia de los modelos actuales no es sustancial (lo normal son márgenes de 1-2 W) y hay que diferenciar entre el consumo en reposo y en funcionamiento. Entre modelos SSD la diferencia no debería ser tan relevante como para que cambiara tu decisión de compra excepto si en resto de parámetros están completamente igualados.
Vida útil de los discos SSD
La propia tecnología de memoria flash que permite a las unidades SSD la ventaja de su velocidad de funcionamiento, consumo y resistencia, se convirtió desde el principio en su talón de Aquiles. Los discos SSD son más vulnerables a fallos de alimentación y además en sus inicios el desgaste de las celdas de memoria hacía que su vida útil fuera una preocupación importante. Por suerte, hoy en día los ciclos de acceso a esas celdas es suficiente largos (actualmente hasta 10 años ofrecen algunos fabricantes) como para que ese no sea un problema con los SSD a nivel de consumo y considerando la vida útil de los equipos informáticos en casa.
La durabilidad o vida útil de un SSD hace referencia a la cantidad de información que una unidad SSD es capaz de grabar antes de que pueda presentar fallos. El fabricante de las memorias usadas en los SSD ofrece una determinada expectativa de vida basada en su resistencia a la erosión que se produce en los procesos de escritura y borrado. Conforme su superficie se erosiona es menor la capacidad de la celda para almacenar la carga eléctrica sin fallos y con fiabilidad.
Cuando esa celda comienza a fallar, el fabricante la reserva para mantener la información y que no pueda quedar inaccesible y coge las que dispone de reserva. Es la llamada sobredotación que el fabricante hace, y suele representar un tanto por ciento de la capacidad total, del orden de 7-10% en las unidades SSD del mercado de consumo. Esto significa que de los 128 GB de tu disco SSD, en realidad la capacidad es de unos 120 GB. Cuando esa reserva se agota, la vida útil del SSD podemos decir que está cerca de su final.
Si hasta ahora no habíamos considerado a los controladores de los discos SSD como elemento a mirar a la hora de comprar un modelo en concreto, toca hacer parada y reflexión en este punto. No existen hoy en día diferencias significativas a nivel de controladores de discos SSD, pero conviene revisar si algún modelo en concreto presenta problemas o incompatibilidades con otros elementos que queremos usar al mismo tiempo.
Que las unidades SSD cuenten ahora con más fiabilidad y una vida útil que no debería preocuparnos en entornos de uso clásicos (al menos respecto a las otras opciones de almacenamiento en el mercado de consumo) ha sido en gran medida gracias a los fabricantes han puesto elementos de ayuda por medio de los controladores y el firmware.
Lo que hace cada fabricante con sus controladores (o de terceros si no tiene un propio) es buscar la máxima vida útil de esas celdas con técnicas que distribuyen la escritura de datos en las diferentes celdas de forma equilibrada para igualar el desgaste o recurrir al sistema TRIM para optimizar el borrado de datos gracias a la información que envía el sistema operativo.
La durabilidad de un disco de tipo SSD se mide en datos escritos en TB, y podemos encontrar modelos para el mercado de consumo con mucha diferencia de longevidad, desde solo 20 TB a más de 150 TB. Estas cifras son las que ofrece el fabricante, pero suelen ser muy conservadoras. A día de hoy la realidad nos dice que es más probable que un disco SSD acabe fallando por tema de firmware, controladores o fallos de alimentación que por las veces que hemos escrito en ellos.
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