Estos días nos hemos acercado a la Barcelona Developers Conference, evento en el que la asociación de estudiantes AESS ha organizado el concurso de robótica AESS Bot donde equipos de personas de todas las edades tenían 24 horas para completar la construcción de un robot que superara las pruebas que impusiera un jurado. Había equipos de Sevilla, de Valencia e incluso había quien había venido desde México.
El planteamiento parecía fácil, pero convertirlo en realidad era todo un desafío: el robot tenía que ser capaz de lanzar pelotas de varios pesos a ciertas distancias y alturas con un mínimo de precisión. Y para ello había que crear la placa base, una estructura de madera y un conjunto de piezas de plástico que fueran capaces de lanzar una pelota típica de ping-pong.
Todo se tenía que hacer en un día. Cortar las piezas de madera a medida, programar la interfaz informática, crear la placa base, estudiar las físicas... el punto más original lo tenían las piezas de plástico, que se tenían que crear con unas impresoras 3D similares a las que vimos en el Saló Internacional Del Còmic de Barcelona hace unos meses, sólo que más grandes. De hecho algunas de las piezas de la propia impresora habían sido impresas por otra impresora.
Todo este trabajo ha hecho que nos encontremos con todos los equipos realmente exhaustos a menos de dos horas de las pruebas finales, con las mesas de trabajo llenas de piezas, bolsas de comida y latas de bebidas energéticas (había personas que incluso se habían traído las zapatillas de andar por casa para ir más cómodos). Muchos han tenido problemas hasta los últimos minutos con piezas, y casi todos los equipos no han tenido tiempo de cubrir las exigencias de algunas pruebas finales.
Casi nadie ha podido hablar con nosotros por las prisas y los problemas de última hora con sus piezas, pero un equipo con el que pude charlar brevemente me explicó su situación que me recordó mucho a mis años como estudiante de ingeniería informática: 20 minutos antes de hablar conmigo nada funcionaba y se planteaban abandonar el concurso e irse a casa, pero finalmente pudieron hacer las pruebas. Había quien vitoreaba tras horas y horas de probar un lanzamiento, y entre ganadores y perdedores generalmente los ánimos eran muy positivos. Al fin y al cabo, todos eran aficionados.
Los jueces me han ido contando cómo hay varias pruebas para puntuar: distancia, precisión, peso, altura... en cada prueba se ganaba una cantidad de puntos que se podían canjear por más recursos para el robot (piezas, motores...) en una especie de tienda. Más o menos todos iban puntuando por encima del mínimo exigido, aunque todos llegaban in extremis a las pruebas.
No me ha hecho falta preguntar nada para saber que todos los que se han apuntado a hacer este robot en 24 horas lo hacían más por amor al arte que para los premios, que consistían en varias piezas de robótica y vales regalo para tiendas especializadas. Había especialistas, estudiantes de informática o telecomunicaciones... pero la idea de este concurso era simple y llanamente la de compartir experiencias fabricando un robot con piezas de plástico generadas en impresoras 3D y programarlo desde cero. Y se ha conseguido. Os dejamos con una galería de fotografías del evento.
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En Xataka | bq Witbox, la impresora 3D española ya tiene precio y fecha de lanzamiento
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