Riad quiere ser la capital mundial de la inteligencia artificial. Además de construir una ciudad de 120 km de largo, una luna artificial e invertir un billón de dólares en atraer turistas, el gobierno saudí se ha fijado en la inteligencia artificial como una de las tecnologías que puede marcar el futuro. En medio de este explosivo cóctel surge el Global AI Summit, el mayor evento sobre IA que ha reunido durante tres días a los principales expertos del mundo. Hemos estado allí y aquí os contamos qué se ha discutido.
El Global AI Summit ya es referente en solo dos años. Ha sido la segunda edición, pero ya ha reunido más de 200 ponentes de 90 países y 10.000 participantes. El Global AI Summit no es el único congreso mundial sobre IA, tenemos el WAICF de Cannes, el AI Summit de Londres o la MLconf de San Francisco, pero sí tiene todos los ingredientes para convertirse en la gran referencia del sector por su plantel de conferenciantes, la organización y la fuerte inversión que tiene detrás.
Tuvimos la oportunidad de escuchar al profesor Jürgen Schmidhuber, codirector del Instituto Dalle Molle de Investigación en Inteligencia Artificial de Suiza y a menudo nombrado como "el padre de la IA moderna"; a Sebastian Thrun, profesor en la Universidad de Stanford, y fundador de Google X y Udacity; Qi Tian, director de IA de Huawei; Scott Crowder, VP de IBM Quantum; Corinna Cortes, directora de Google Research o a Anima Anandkumar, directora de Machine Learning en Nvidia, entre muchos otros.
La IA ya está aquí y empieza a mover cantidades ingentes de dinero. Sobre tecnología de consumo tenemos grandes eventos como el CES o el Mobile World Congress, pero no ha sido hasta ahora cuando estamos viendo que la inteligencia artificial es el tema central de congresos de este tamaño.
Gracias a la visibilidad obtenida por herramientas artísticas como DALL-E o Stable Diffusion, la IA está en boca de todos. Sin embargo, en un congreso especializado la conversación va más allá. Todos los expertos presuponen que las posibilidades que vemos ahora de la IA se van a quedar cortas con lo que tendremos el año que viene, no ya decir de aquí a tres o cuatro años. Todos los sectores se van a ver afectados, desde la energía hasta la salud, pasando por el mundo de los videojuegos o el transporte de las grandes ciudades.
En este Global AI Summit 2022 hemos escuchado cifras de inversión en inteligencia artificial que empiezan a ser considerables. Según la firma KPMG, la inversión mundial alcanzará en 2025 los 150.000 millones de dólares anuales. Por poner en contexto la cifra, la Unión Europea actualmente invierte unos 14.000 millones al año, aunque ya ha anunciado que pretende alcanzar los 20.000 millones de euros. Por parte de Arabia Saudita también se quiere realizar un esfuerzo, siendo el objetivo invertir en IA unos 135.000 millones de dólares hasta 2030.
Si te despistas, te quedas atrás. El ritmo al que avanza la IA es frenético. Y eso se nota en las temáticas de las conferencias. La gran mayoría hablaban de trabajos realizados este mismo verano y muchas de ellas están más enfocadas a plantear debates y dilemas de cara a los próximos años. Casi ningún experto se detiene en los logros de su empresa o de lo que es capaz la IA, porque todos entienden que en poco tiempo estarán desfasados.
Un ejemplo lo tenemos en la industria farmacéutica. Hace unas semanas hablábamos de que la IA de DeepMind ya ha logrado averiguar por sí misma la estructura de todas las proteínas conocidas por la ciencia. Hace dos años nos sorprendíamos de que un medicamento creado por una IA iba a ser utilizado en humanos. La discusión en este Global AI Summit se centra en cómo regular este sector, pero ya dan por hecho que crear medicamentos mediante IA o diagnosticarlos será tan común como el resto. Al igual que en Europa o EEUU existe la Farmacopea o la FDA, la llegada de la IA exigirá la creación de nuevos estándares.
Este discurso ya lo hemos escuchado antes. ¿Cómo la IA afectará al mundo laboral? ¿Cómo evitar que genere más desigualdad? ¿Cómo impactará a las empresas a la hora de organizarse y a sus modelos de negocio? ¿Cómo conseguiremos que el mundo físico y humano siga siendo relevante? Son algunas de las preguntas que han originado distintas charlas en el Global AI Summit. No tienen respuesta directa. Sin embargo tampoco son nuevas. Este tipo de dudas las llevamos escuchando desde hace más de 20 años.
El evento ha sido como volver al pasado. A los tiempos de la digitalización. A cuando la llegada de internet lo iba a cambiar todo. Y efectivamente ha sido así, pero se han necesitado décadas y todavía ahora se discute su relevancia. Escuchar sobre IA es como una segunda fase de la digitalización. Ahora además de comunicarnos a través de las máquinas, dejaremos que nos digan cosas.
El sector de la IA está en esa fase donde todas las compañías quieren apuntarse ya que cada vez son más conscientes del alcance que puede tener. También, como en aquellos días, el debate se centra más en lo que está por llegar, que en lo que ya se ha logrado implementar, que todavía es muy poco.
La ironía del 'For the good of humanity'. Si algo hemos aprendido durante estos años es el enorme impacto que tiene la tecnología en nuestras vidas. Para bien, pero también puede facilitar la desinformación, la expansión de discursos de odio y la pérdida de privacidad. No es casualidad que en un evento de inteligencia artificial se tenga mucho cuidado en intentar desmarcarse de estas consecuencias no deseadas de un potencial mal uso de la IA.
El lema del Global AI Summit 2022 era "IA para el bien de la humanidad". "Debe ser fiable, inclusiva, centrada en el ser humano, transparente, robusta y con responsabilidad. No podemos permitirnos que los algoritmos sean parciales o sexistas. No podemos permitirnos no tener los conjuntos de datos correctos y el contexto adecuado", definía el Dr. Abdullah Alswaha, ministro de Comunicaciones y Tecnologías de la Información de Arabia Saudí.
Lo cierto es que un gran porcentaje de las conferencias estuvieron centradas en los aspectos éticos de la IA, así como en asegurar que los conjuntos de datos son suficiente heterogéneos como para que los resultados no tengan tantos sesgos. Más allá de invertir recursos en mejorar estas bases de datos, la "solución" más extendida es la firma de principios éticos, como los de Google o DeepMind. También tiene los suyos Europa y Arabia Saudita aprovechó la ocasión para firmar unos equivalentes.
Con todo, es inevitable ver en estas promesas un claro intento de limpiar la imagen. Tanto por parte de Arabia Saudita como por parte de las Big Tech. Continuando con las ironías, desde las autoridades saudíes se defendió el alto número de mujeres en el sector tech, por delante de la media del G20 según un estudio independiente. De nada sirve cuando a la hora de la verdad, las conferencias principales estaban representadas solo por hombres.
Una peligrosa herramienta. Es difícil no tener dudas cuando se escucha a un militar hablar sobre inteligencia artificial. Pese a que cada varias frases se asegure que se tendrá en cuenta la protección de los ciudadanos y que se cuenta con un instituto separado que revisa los algoritmos. Mohammed Albassami, director de seguridad pública, describía que el número de visitantes a la Gran Mezquita de La Meca continúa creciendo y la IA puede contribuir a facilitar el trabajo de los responsables de seguridad.
La IA facilitará el recuento de multitudes, analizar la cantidad de personas que accede a cada zona e incluso detectar acciones concretas como hurtos. Son usos de la IA que en principio entran dentro de lo esperado, pero también pueden entenderse como la implementación de un enorme sistema de videovigilancia. En ningún momento el conferenciante habló de reconocimiento facial, como si este fuera un concepto tabú.
Lamentablemente es complicado confiar en la buena implementación de un sistema cuando se tienen tantos ejemplos de potenciales malos usos. El propio gobierno de Arabia Saudí es un ejemplo de los peligros inmediatos de la tecnología. The Guardian informaba en 2020 del posible rastreo de millones de ciudadanos a través de datos de las operadoras. Con la llegada de la IA ocurre como con la llegada de internet; no necesariamente debe suponer una pérdida de privacidad, pero es mucho más fácil que los malos usos impacten a más gente en menos tiempo.
El nivel técnico que exige la IA es altísimo. 'Neural networks', 'Anomaly Detection', 'Support Vector Machine', 'inconsistency', 'Content-Based Filtering', 'Unsupervised Learning', 'Natural language processing', 'Overfitting', 'KNN Algorithms', 'Long short-term memory'... la cantidad de conceptos técnicos relacionados con la inteligencia artificial es enorme. Además de pedir disculpas por los numerosos anglicismos, comentar que seguir determinadas conferencias es difícil sin cierto conocimiento técnico.
Además de supercomputadoras con una capacidad de cálculo enorme, el desarrollo de la inteligencia artificial requiere el uso de estadística y matemática avanzada. Eso se ha reflejado en el Global AI Summit, donde muchas conferencias tenían un nivel técnico mucho más alto de lo habitual en otro tipo de congresos. Y es que hay que remarcar que el Global AI Summit no ha sido un congreso orientado específicamente a los profesionales del sector, sino con una vertiente más generalista.
Aunque la mitad de las cosas sobran. Parece que sea el precio a pagar. No hay gran congreso que se libre de añadir cosas y proyectos vistosos pero carentes de interés real. Nos pasó con el MWC 2022 y el metaverso y en el Global AI Summit también hemos tenido una gran cantidad de stands llamativos pero sin que nos aporten nada. Hablamos por ejemplo de brazos robóticos que nos preparan el café o de avatares enlazados a chatbots que responden nuestras preguntas.
Cuando vemos estas cosas aparentemente futuristas no podemos dejar de pensar lo alejados que estamos todavía de que lleguen a nuestro día a día. Nos recuerda de nuevo a la fiebre de lo digital, donde todo necesitaba tener su aplicación propia o donde hay que construir un metaverso para cada empresa. Lo cierto es que no hace falta. El potencial de internet y de la IA en este caso es enorme, pero dudamos que haya que forzar para meterla en cada esquina. Desgraciadamente es muy posible que a medida que el boom de la IA crezca, también haya empresas y organizaciones aleatorias que se quieran marcar el tanto.
Las promesas de la revolución de la IA no tienen fin. El discurso de expertos como Jürgen Schmidhuber parece sacado de la ciencia ficción, pero lo cierto es que el pionero de la IA, el aprendizaje profundo y las redes neuronales plantea sus hipótesis muy en serio. Es quizás el ejemplo más extremo y excéntrico, pero es representativo de cómo algunos científicos ven en la IA una potencia revolución que cambiará el mundo todavía más de lo que ya lo ha hecho internet.
No es el único ejemplo de cómo la IA pretende cambiarlo todo. Además de su impacto en el mundo del arte y los derechos de autor, la IA promete por ejemplo aumentar la salud y la longevidad de la raza humana. Es el caso de Alex Zhavoronkov, fundador de Insilico Medicine, compañía de desarrollo de medicamentos mediante IA o de Calico, el proyecto de Google que promete que podremos vivir hasta los 200 años.
Google presenting @calico at the @globalaisummit - "imagine living to 200" - as part of a talk on AI. pic.twitter.com/0CzrLviU2k
— Alex Zhavoronkov, PhD (aka Aleksandrs Zavoronkovs) (@biogerontology) September 13, 2022
El miedo a lo desconocido es real. En los días que estuve en el Global AI Summit escuché innumerables veces la historia del ingeniero de Google que creía que la IA tenía conciencia. Y no me pareció casualidad. Incluso dentro de la industria, hay una preocupación creciente sobre la auténtica capacidad de la IA para tomar decisiones y reflexionar.
Tras escuchar sobre la cantidad de algoritmos que hay y cómo funcionan muchas técnicas de inteligencia artificial, personalmente debo decir que no creo que LaMDA sea nada en especial. En parte creo que se ha mitificado la IA por no comprender cómo funcionan. De hecho, las respuestas parecen todavía muy sencillas. El evento ya anticipa una comprensión mucho mayor del lenguaje y las relaciones. No sería de extrañar que en poco tiempo podamos establecer niveles de originalidad, optimismo, alegría y distintos tipos de emociones. Si un algoritmo puede identificar una emoción o un tipo de personalidad, le será muy fácil replicarlo. Sea en texto, en imágenes, en vídeo o como avatares virtuales dentro del metaverso.
Si nos vamos al futuro, la preocupación sobre la IA ha derivado en que incluso investigadores de Oxford y Google Deepmind hayan alertado sobre una potencial destrucción de la humanidad. En esta dirección, durante el Global AI Summit se llegó a preguntar sobre la necesidad de establecer unas leyes de Asimov para la IA, aunque la postura de distintos expertos fue que la IA sigue siendo una herramienta y responde para lo que fue programada. Con todo, es un debate que permanece abierto y parece preocupar a más personas de las que abiertamente se admite.
Hace falta regulación y cada día que pase se llegará tarde. Han pasado más de 30 años desde la llegada de internet y todavía hay regulación pendiente. Con la IA todos son conscientes de que los errores con la digitalización no pueden volver a repetirse y todos abogan abiertamente por regular la IA. Sin bagajes. Incluso aquellos más innovadores y que apuestan por no poner ningún tipo de trabas al desarrollo de la IA reconocen la necesidad de establecer un marco legal tarde o temprano. Dependerá de cada país, pero la llegada de una tecnología así requiere una actualización de las leyes.
La Unión Europea es el gran referente en regulación sobre inteligencia artificial. Aunque incluso aquí todavía nos encontramos en una fase inicial. La sensación es que ya se está llegando tarde y de que los reguladores no son conscientes de lo mucho que puede cambiar el mundo esta tecnología. Desde la creación de medicamentos hasta una sacudida tremenda al concepto de derechos de autor. Los políticos hablan de parches a problemas que se están encontrando ahora, pero la IA ya plantea dilemas que ni siquiera están contemplados en las más avanzadas legislaciones.
Pongamos el caso de España, donde esta semana se discute la ubicación de la nueva Agencia sobre Inteligencia Artificial. Es un movimiento que se repite en muchos países pero hace falta un enfoque más global. Algo similar a lo que Estonia hizo con la digitalización. Todavía no hay ningún estado que haya decidido colocar a la inteligencia artificial en el centro de su estrategia como nación.
Las cartas están sobre la mesa. La IA avanza a una velocidad de vértigo. Como así lo hizo internet. Si en su día vimos la llegada de Google, las redes sociales, el streaming de vídeo en directo... con la IA ya tenemos generación de imágenes, chatbots difíciles de distinguir de humanos y deepfakes ultra realistas. Puede ser solo el principio. No sabemos cuánto tardarán en llegar, pero no es difícil imaginar un videojuego donde el jugador pueda pedir la creación de nuevas zonas y donde los diálogos con los NPCs se generen en directo. La IA puede multiplicar el nivel de complejidad que tenemos a unos niveles sorprendentes.
Pero otro mensaje que nos ha dejado el Global AI Summit es que las cartas ya están encima de la mesa. Con nuevos superordenadores se ampliará la capacidad de cálculo y las IAs serán más capaces, pero la idea de fondo ya la tenemos. En este década se han presentado nuevos algoritmos, pero el concepto de inteligencia artificial como tal no ha cambiado. Internet ha evolucionado, pero sigue basado en IPs y la WWW. Visitar el congreso me ha recordado a lo que significaron los años 90. Estamos ante las puertas de una tecnología que promete cambiarlo todo.
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