Hace diez años Nick Woodman, un surfista de California, tuvo una idea. Cansado de no encontrar cámaras para poder grabar cómo hacía surf, y los gastos que tenía realizarlo con un equipo de terceros desde una barca, decidió embarcarse en una aventura y crear una empresa que hoy todos conocemos: GoPro.
No fue la primera, pero sí quien impulsó una categoría que hoy se etiqueta como cámaras de acción pero que su uso va más allá de los deportes extremos. De ser una desconocida a ser una empresa multinacional millonaria que crea tendencia y que no está viendo cómo otras modas y usos están minando su negocio.
De la muñeca a la cabeza
Hace unos días una chica de la distribuidora de GoPro en España me contaba una anécdota bastante curiosa: dice que hace años cogió una de las primeras cámaras de esta marca y se la llevó un fin de semana a esquiar. “La gente me miraba raro” comentaba, al ver cómo en el casco llevaba acoplado un gadget que no todo el mundo terminaba de identificar.
¿Era un GPS? ¿Era una cámara? “En su momento me sentí extraña, pero a día de hoy lo normal es ver a todo el mundo con cierta clase con una de estas cámaras en las pistas de sky” continúa. Ahora nos parece algo de lo más normal pero el camino hasta llegar a la “normalización” de este gadget ha sido bastante largo.
Todo empezó hace diez años y la cámara que el surfero y fundador de GoPro utilizaba por aquel entonces dista mucho de la GoPro Hero más puntera del momento. Era una cámara pesada y grande, aunque pequeña en comparación con los equipos profesionales de grabación de vídeo.
Poco a poco la marca empezó a suscitar el interés entre los deportistas extremos. Ya sabéis: los que se lanzan en paracaídas, hacen descensos imposibles en bicicleta y se van de vacaciones familiares con dos niños de entre cinco y ocho años. Quitando a esto últimos, los aficionados a los deportes extremos descubrieron una tendencia muy interesante y de la que se lleva años hablando: el prosumidor.
Consumidor que a la vez es capaz de producir contenido. Ya no hacía falta tener una cantidad de recursos ingente para poder hacer una realización complicada dadas las condiciones. GoPro empezó a ofrecer y popularizar cámaras versátiles, capaces de aguantar en muchas circunstancias y acoplables a muchas superficies.
Fueron, en palabras de sus distribuidores, ver una necesidad (o crear un uso) que nadie había suplido hasta ahora. Ofrecer una experiencia personal y fácil, más allá de la propia práctica claro, de realizar. Por supuesto sus distribuidores en España son realistas: el marketing ayudó, mucho.
Nueve años haciendo cámaras deportivas
De aquella cámara de 35mm que Woodman lanzó al mercado hace nueve años a la GoPro Hero 3+ Black Edition hay una evolución palpable. El modelo original pesaba 200 gramos y tenía unas dimensiones de 64x76 milímetros. Empleaba un rollo de exposición 24 de película Kodak 400.
Al poco se pasaron al digital, en 2007 lanzaron la Digital Hero 3. Una cámara capaz de grabar vídeo a una resolución de 512 x 384 píxeles capaz de sumergirse a 30 metros de profundidad. Un año más tarde, la Digital Hero 5 introdujo un sensor de cinco megapíxeles con la misma resolución pero con un angular de 170 grados. Fue el último modelo de la familia Digital para dar el paso a la familia HD.
Debutó en 2010 con el nombre HD Hero y fue el primero modelo de GoPro capaz de grabar vídeo a 1080p con un sensor de cinco megapíxeles. El primer modelo fue bautizado como naked (desnudo) ya que posteriormente se lanzaron varias carcasas y accesorios según el uso que se le iba a dar: surf, deportes de motor, acople para cascos…
Ahora, el modelo más avanzado es capaz de grabar a una resolución máxima de 2,7K a 30 fotogramas pasando por un modo a cámara lenta (120 fotogramas) a 720p o un Full HDP 1080 a 60fps. Creo que la transformación que ha habido entre ambas cámaras es incuestionable y demuestra que la tecnología suele desarrollarse a un ritmo vertiginoso, especialmente cuando lo vemos con perspectiva.
Hace tiempo tuve la oportunidad de conocer a gente ligada al mundo de los deportes extremos y me llamó la atención su fidelidad a ciertas marcas. Resulta imposible convencerles de usar componentes de otras marca. Lo suyo era lo mejor y aunque esta afirmación es muy discutible, su relación con la marca era muy estrecha.
Con GoPro ha pasado algo similar, quienes utilizan estas cámaras poco quieren oír sobre la competencia y lo que ofrecen. Son cámaras que han evolucionado con ellos y a sus necesidades. La mejor muestra de ello es el número de accesorios que tienen y modificaciones muy puntuales.
Se fueron adaptando a los tiempos e introdujeron funciones como la conectividad inalámbrica para subir películas directamente a YouTube u ofrecer un software de edición muy básico para retocar las piezas antes de subirlas. La competencia no se queda atrás pero guste o no, sean mejores o peores, la referencia es clara.
Ellos mismos creen que son la referencia a día de hoy y que son los creadores de la categoría cámaras de acción. No fueron los primeros pero a veces no se trata de ver quién sale antes sino quién avanza mejor durante la carrera, que a veces puede ser más larga de lo que parece.
Hacia la independencia: adquisiciones y salto a bolsa
GoPro de momento no apunta a ser una empresa que tenga pretensiones de ser adquirida por otra gran compañía. De hecho en el pasado han realizado algunas compras. En 2011 se hicieron CineForm, una empresa que desarrolló el el códec CineForm 444 que, según sus creadores, permite editar contenido en alta definición de forma rápida sin sacrificar la calidad del contenido bruto.
En mayo decidieron dar el salto al mercado bursátil rellenando la documentación necesaria para una IPO. A finales de junio salieron a bolsa en NASDAQ con un valor de 40 dólares por acción (a fecha de publicación del artículo) y una valoración de 2.095 millones de dólares. Una evolución notable tras diez años haciendo cámaras que antes eran de nicho y ahora resulta fáciles de identificar en muchos sitios.
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