La fotografía, tal como lo conocemos, nació de la unión de la química y la óptica. Así fue hasta la evolución digital. Todo el mundo abandonó la química, la reacción a la luz de los haluros de plata por los unos y ceros. Se perdieron los orígenes, pero han vuelto con fuerza en el último año. En este artículo vamos a actualizar todos nuestros conocimientos del mundo químico.
La fotografía química no ha muerto nunca. Estaba ahí escondida junto con los vinilos, el super 8 y otras formas de diversión alejadas de los unos y los ceros. Pero en 2022, por un motivo que a muchos nos cuesta entender, ha resurgido de sus cenizas de una manera exponencial. Y cada vez más gente está volviendo a comprar carretes.
Después de tantos avances digitales, de la IA en los móviles que solo te deja apretar el disparador, la juventud ha vuelto a la fotografía química. A comprar carretes, a tener solo 36 disparos, a tener que meterse en el laboratorio con la luz roja y el olor a huevos podridos de los químicos. Y por supuesto, a ver la fotografía de otra manera.
La fotografía química en el siglo XXI
Durante el último año bastantes alumnos me han llamado para preguntarme si doy clases de laboratorio. Al principio no lo entendía, pues en quince años nadie me lo había vuelto a pedir, ni en las escuelas ni asociaciones en las que doy clases. Pensaba que estaba hablando con gente mayor. Pero no. La gente joven, la que nació en el mundo digital, quiere aprender las técnicas de laboratorio.
He podido hablar de este fenómeno con tiendas y usuarios, he buceado por diversos foros de fotografía y he recuperado todos mis apuntes para volver a escribir sobre algo que no creía que fuera a volver con tanta fuerza. De repente me han entrado ganas de resucitar mis ampliadoras, mi RolleiFlex, mi Canon T90, mi EOS 1 original, y volver a los tiempos del laboratorio.
En Fotocasión, la tienda de fotografía más grande de Europa, han vendido gran parte de su material de segunda mano. A la tienda se acercan para comprar carretes y buscar esa cámara de la que muchos solo han oído hablar en los foros. Porque los nuevos fotógrafos químicos quieren lo mejor. No se conforman con una máquina de plástico, buscan una Nikon FM2, una Leica M o cualquier cámara noble… Ya quedan lejos los tiempos en los que triunfaban las cámaras Sardina de tirada limitada que tanto estuvieron de moda en la prímera década de 2000.
Los nuevos fotógrafos químicos han heredado las cámaras familiares y buscan otra forma de hacer una fotografía, sentir que pueden controlar todo el proceso de principio a fin, como nos comentan en Print&RAW, un laboratorio de la zona este de Madrid en la que han incrementado también la venta de carretes (hay muy pocos y ahn subido de precio) desde el pasado mes de enero. Desde carretes en blanco y negro a una joya como el Portra, un reconocido carrete de color que en mis tiempos utilizábamos para el retrato. Y no dudan en poner el carrete en la cámara, pues para muchos usuarios es una auténtica aventura.
Como dato curioso, la mayoría de los clientes de ambas tiendas piden el revelado de los carretes junto con un escaneado de los negativos para tener lo mejor de los dos mundos. El cuarto oscuro es más complicado montarlo en casa, pero siempre se puede hacer si vives solo o tienes dos cuartos de baño en casa. Y la experiencia será más completa.
Eva Malaquita lleva muchos años dando clases de fotografía. Su formación es química, pero tuvo que reciclarse y trabajar con el mundo digital. Incluso sus maestros la regañaron, pero había que ganarse la vida y adaptarse. Ahora sus clases vuelven a estar llenas de ampliadoras, lupas, armarios para negativos y todas las cosas que le piden de nuevo. Incluso ha vuelto a apostar por enseñar los procesos nobles del s.XIX, como los cianotipos y platinos. Y nos avisa de que en las galerías de arte vuelven a mirar a los fotógrafos que trabajan con el valor extraordinario y único de una copia química 100%.
He preguntado a algunos de mis alumnos por qué les gusta la fotografía química y las respuestas han sido muy variadas. Desde que han visto a sus amigos y les ha entrado la curiosidad, a la influencia de las redes sociales, donde parece que la maravillosa Olympus Mju II es la nueva reina de la fotografía.
¿Por qué está de moda?
La fotografía química había quedado como un recuerdo romántico de una época única. El cuarto oscuro había quedado para el pasado, olvidado. Muy pocos seguían adelante con ella. Recuerdo que Cristobal Hara, flamante Premio Nacional de Fotografía 2022, seguía disparando con su Konica Hexar y se quejaba de lo difícil que era encontrar carretes.
Incluso una de las mejores fotógrafas que tenemos en España me comentó hace unos seis años que quería volver al químico para volver a ver ese grano que en nada se parece al ruido digital. En EEUU, de donde vienen la mayoría de las modas, llevaban diez años con la resurrección.
En España el nuevo boom ha estallado a principios de este año, y llevaba tiempo anunciando su irrupción. La gente quiere volver a hacer cosas con las manos y olvidarse de dar solo a un botón. Y trasmite otra sensación, otras emociones. El tiempo de espera hasta que ves el resultado es adictivo.
Y nos permite ir más despacio, de una forma más tranquila y menos acelerada que lo que impone la fotografía móvil, donde todo tiene que estar ya. Aquí se admiten los fallos, se nos permite convivir con ellos. Incluso en las redes sociales crecen los grupos de fotografía química o analógica, como muchas veces la llaman como si fuera contraria a la digital.
Incluso en el cine muchos directores prefieren grabar con película en vez de en digital. En las películas y series se ven laboratorios (como en 'Stranger things'). Al final es una suma de todo. Y parece que va a estar con nosotros mcuho tiempo... No olvidemos que Leica ha vuelto a sacar su M6.
Y también está la dura economía. La Olympus que he nombrado antes costaba unos 50€ antes... Hoy la he visto en tiendas y páginas por más de 250€. Así que si tienes alguna guardada en el armario, es tu momento.
El flujo de trabajo de la fotografía química
Es muy difícil resumir en un artículo todos los pasos que tenemos que dar para conseguir una buena fotografía química. Si no lo has probado nunca, ten cuidado porque es adictivo. Ver salir una imagen del papel en el cuarto oscuro es una experiencia inolvidable. Y vamos a marcar solo el camino, para poder hablar de todo.
En primer lugar, necesitas una cámara. Seguro que en casa tienes una, o en casa de tus padres. Y si no funciona o no te gusta, siempre puedes rebuscar en las tiendas. Es muy recomendable pasarlas antes por revisión para comprobar que el obturador no está atascado y funciona correctamente para que la exposición sea perfecta. Y da igual el modelo que sea, aunque una buena cámara será más sencilla de reparar.
En segundo lugar, recuerda que ahora hacer una fotografía cuesta dinero. Conozco a gente que no hacía fotos porque era muy caro y luego con las tarjetas no paraban hasta que las llenaban, aunque no tuviera sentido. Por este motivo tienes que pensar mucho más el disparo que vas a hacer. Y este sencillo gesto mejorará y mucho tu estilo. Recuerda, solo hay 36 oportunidades.
Cómo exponer un carrete
Nunca sabemos, hasta que revelamos el negativo, si lo hemos hecho bien. Forma parte de la emoción de la fotografía química. No es inmediata y por eso quizás es adictiva.
Tenemos los mismos modos de exposición que ahora. Siempre recomendaré Prioridad al diafragma para controlar la profundidad de campo. En este caso siempre medía la luz en puntual, es decir, en un punto muy estrecho y procuraba buscar un punto con una luminosidad gris.
Pero lo más recomendable, lo que te da mejor resultado, si no vas con prisa y estás experimentando, es medir la luz incidente con un fotómetro. Así nunca fallas y no dependes de la luminosidad del objeto, da igual que sea blanco o negro. Es algo que solo puedes hacer con un fotómetro de mano.
Y si no, la infalible regla del F16 en modo Manual. Esto nunca fallaba. Ya sabes, si el día está soleado sin nubes, cierras el diafragma a f16 y como tiempo de obturación el inverso de la sensibilidad de la película, por ejemplo 1/100.
Si hay alguna nube, solo tienes que abrir a f8 o bajar el tiempo de exposición a 1/50. Es un método perfecto cuando lo dominas sin pensar.
La organización del laboratorio
Esa imagen hay que ayudarla a salir a la luz, y solo podemos hacerlo en la más absoluta oscuridad. Es la hora de encerrarse en el cuarto de baño, laboratorio por excelencia de los aficionados del mundo.
La reina del cuarto oscuro es la ampliadora, cámara con luz propia encargada de ampliar los negativos para proyectarlos sobre el papel virgen, siempre que se lo merezcan.
Los utensilios del laboratorio se separan en la parte seca y en la parte húmeda. La parte seca es donde se colocan los aparatos conectados a la red eléctrica, como la ampliadora, la luz roja, reloj de la ampliadora, lupa de enfoque y los papeles que han de evitar todo contacto con los líquidos hasta el momento del revelado.
En la parte húmeda están los químicos y el agua corriente, y es el sitio apropiado para colocar las cubetas. Sería importante establecer esta separación en nuestro particular laboratorio, pero el espacio reducido del que dispondremos, a no ser que seamos dueños de un baño como el de los anuncios, nos obligará a colocar las cosas como sea humanamente posible.
Para que un laboratorio rinda al 100%, tenemos que tener en cuenta dos aspectos muy importantes: la limpieza y el orden. El polvo es uno de los enemigos más temibles de la fotografía, se deposita sobre los negativos que a la hora de ampliarlos delatan su presencia con pequeñas y molestas manchas blancas muy difíciles de eliminar.
Otra cosa es el orden. No hay situación más incómoda que buscar unas tijeras en la absoluta oscuridad, mientras tienes película sensible en las manos y descubrir horrorizado que cuando has palpado por encima de la mesa, has tirado el revelador encima de los pantalones nuevos. Hay que tener todo en su sitio.
El revelado de los negativos
Ya hemos llegado al placer fotográfico más técnico, pero si lo realizamos correctamente nos ahorraremos muchos problemas a la hora de positivar: el revelado de negativos.
De lo que hagamos en diez minutos depende el éxito o el fracaso. Podremos disfrutar de nuestra genialidad o ser abandonados por nuestros amigos que confiaron en nosotros para las fotos del viaje de nuestra vida.
Antes de que la luz desaparezca por completo de nuestro laboratorio tenemos que preparar nuestro instrumental. En primer lugar el carrete, invitado de honor. Luego el tanque de revelado, recipiente estanco a la luz con su correspondiente espiral, que es donde colocaremos la película para conseguir que todos los químicos tengan contacto con ella. Unas tijeras nos serán muy útiles.
JOBO Uni-Tank - Equipo de revelado de películas (2 x 35 mm)
Y por supuesto los tres químicos preparados en las proporciones aconsejadas por el fabricante, por ejemplo 1:10 (una parte de químico por diez de agua) y a temperatura constante (20º c). Con todo esto perfectamente colocado, podemos ir pensando en apagar la luz.
Sacamos la película del carrete con la ayuda de unas tijeras. Cuando lo consigamos (muchos hemos dedicado demasiado tiempo a esta sencilla labor, por patosos más que nada), cogemos el celuloide por los bordes, lo recortamos redondeando el tramo que sobresale y lo introducimos en la espiral.
Para realizar este paso a la perfección, sería interesante tener película en rollo velada para practicar. A continuación metemos el conjunto en el tanque y lo cerramos. Por fin podemos encender la luz.
Ahora vertemos el revelador, líquido encargado de convertir los haluros de plata en plata auténtica, por el orificio que todos los tanques tienen para este proceso. Suele durar unos seis minutos con agitación para evitar la formación de burbujas en el interior.
En segundo lugar, después de sacar el revelador llenaremos el tanque con el baño de paro, que se encarga de parar la acción del anterior producto en unos dos minutos.
Por último echaremos el fijador para mantener el negativo inalterable a la luz. Por supuesto lavaremos el negativo con abundante agua para eliminar cualquier resto químico durante quince minutos.
La película la podremos sacar del tanque mientras la limpiamos y observar con gran deleite que hemos conseguido nuestro objetivo.
Este proceso no es complicado, pero si muy quisquilloso en lo que respecta a los tiempos y a las temperaturas, y por supuesto todo se puede ir al traste si se filtra la más mínima presencia de luz mientras manipulamos la película o no la metemos bien en la espiral. Hay que ensayar mucho antes de atreverse a revelar nuestros carretes.
El positivado en blanco y negro
El mundo del laboratorio tradicional era un recuerdo del pasado. El laboratorio había quedado para los románticos. El ordenador había triunfado. Pero la plata está resucitando.
La ampliadora proyecta los negativos sobre su base, o mejor sobre un marginador, superficie sobre la que se coloca el papel virgen, que lo mantiene en su posición y que gracias a unas bandas deslizantes consigue unos márgenes limpios en el positivo. La ampliadora funciona igual que una cámara fotográfica, con la salvedad de incorporar en su interior una bombilla.
Amplificador En Blanco Y Negro, Cámara Oscura, Película Negativa, Equipo De Estudio Fotográfico.
Los químicos que intervienen en el positivado de blanco y negro son los siguientes. En primer lugar el revelador que gracias a su acción química alcalina, revela la imagen latente del papel recién impresionado. Normalmente se trabaja con una proporción de 1+7 (una parte de agua y siete de químico concentrado) para papeles RC (aficionados) y de 1+11 con papeles baritados (profesionales). El papel, con un movimiento pausado, tiene que estar sumergido en este baño durante un minuto y treinta segundos, o tres minutos si trabajamos con papel baritado.
Luego viene el paro. Su función es detener la acción del revelador instantáneamente y que no contamine al siguiente baño gracias a su acción ácida. Venden baños de paro, pero el mejor que se conoce es el agua de grifo con un buen chorro de vinagre de mesa, o con el zumo de un limón (en torno al 2%). El papel tiene que estar treinta segundos con agitación constante.
A continuación el fijador, que hace estable al papel frente a la acción de la luz. Fija las imágenes y evita su desaparición, o dicho técnicamente, elimina los halogenuros de plata que no han sido transformados en plata metálica. Normalmente se utiliza diluido con una proporción de 1+9. El papel permanecerá en el baño el doble de tiempo que ha estado en el revelador, es decir, entre tres y seis minutos.
Por último el lavado. Es la última cubeta del laboratorio, y sirve para eliminar cualquier rastro químico del papel. Normalmente debe estar entre media y una hora bajo el grifo, pero con cambiar cinco veces el agua en una hora suele bastar.
El proceso de trabajo para conseguir una copia de calidad puede seguirse en los siguientes pasos. Elegimos el negativo que queremos positivar y lo colocamos en el portanegativos girándolo boca abajo. Decidimos el tamaño de ampliación subiendo o bajando el cabezal de la ampliadora. Igualmente marcamos el tamaño en el marginador. Encendemos la ampliadora.
Colocamos un papel ya positivado, al revés, sobre el marginador. Abrimos al máximo el diafragma del objetivo y enfocamos sobre el papel, con la ayuda de la lupa de enfoque.
Retiramos el papel, ponemos un diafragma de trabajo (f8) y colocamos un trozo de papel virgen en el marginador en la parte de la imagen con más información (donde haya más gama de grises). Seleccionamos un tiempo breve en el reloj, alrededor de cinco segundos y realizamos la tira de prueba. Vamos tapando y así tenemos 5, 10, 15, 20 segundos...
Una vez revelada la tira de prueba, decidimos cuál es el tiempo más conveniente para ese negativo. Recordemos que el diafragma es una constante y que lo único que varía es el tiempo.
Una tira de prueba es válida cuando uno de los tiempos registra una buena gradación de grises, con negros y blancos bien contrastados y con detalle. Si el tiempo más largo de la tira se juzga como el mejor, conviene hacer otra tira de prueba con tiempos superiores. Si no hay contraste, quizás interese cambiar el contraste del papel. La máxima es: con negativo suave, papel de contraste duro, y viceversa.
Con el tiempo de exposición ya decidido, solo nos queda comprobar que nada se ha movido, coger un papel, colocarlo en el marginador, y exponer el papel. Así conseguimos la copia 'de prueba', y es a partir de ella cuando decidimos qué parte de la imagen oscurecemos o aclaramos a partir del tiempo base.
Este proceso de “aclarado” y “quemado” sólo mejorará con la experiencia. Respectivamente, consiste en tapar o dejar pasar la luz a una parte de la imagen para conseguir un determinado efecto.
Se pueden contar muchas más cosas con la fotografía química, pero esto es lo esencial. Tampoco queremos complicar mucho vuestra entrada en el laboratorio. Y solo hemos visto la fotografía en blanco y negro. El color es otra historia que podemos contar en otra ocasión.
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