La Lomografía es uno de esos raros casos en los que las características técnicas de un producto no son las razones de su éxito. Expulsada del olimpo de las tiendas por las modernas cámaras digitales, la fotografía analógica encontró el camino de su regreso de la mano de un movimiento artístico tan opinable como inequivocamente exitoso.
Lo que nació como una excentricidad creativa, hoy se ha convertido en un lucrativo negocio con más de 55 establecimientos propios, 3 de ellos en España y el más reciente en Perú, que venden cerca de 150 cámaras diferentes y todo tipo de accesorios. Seguid el enlace y descubrid un mundo de locos por los carretes en plena era digital.
Un poco de historia
La Lomografía debe so nombre a una cámara de fabricación soviética, la Lomo Kompact Automat o Lomo LC-A. Corría el año 1991, dos estudiantes de arte austríacos llamados Matthias Fiegl y Wolfgang Stranzinger pasaban sus vacaciones en Checoslovaquia. En aquel entonces, el país estaba saliendo de la esfera de influencia soviética y aún podían encontrarse productos de la URSS a precio de saldo.
Nuestros dos pizpiretos estudiantes encontraron dos Lomo LC-A en un mercadillo y, dado su bajo precio, decidieron comprarlas junto a unos carretes y hacer el ganso con ellas durante el viaje. A su regreso, ambos quedaron muy sorprendidos de las extrañas y llamativas características de las imágenes que tomaron.
El entorno familiar y artístico de ambos estudiantes pronto comenzó a demandar las cámaras y en los años sucesivos nació un singular movimiento de importación clandestina de cámaras Lomo. En 1993 Fiegl y Stranzinger ya empezaban a ver la magnitud de lo que se estaba gestando y fundaron la Sociedad Lomográfica, una institución artística con el objetivo de difundir el 'mensaje' de la Lomografía.
La gran expansión
En 1994 se celebró la primera exposición lomográfica en Berlín y comenzaron a crearse embajadas de la corriente artística en diversas ciudades del mundo. Dos años después, la fábrica soviética que creaba las Lomo interrumpió la producción, ajena al pujante tráfico de Lomos en Europa Occidental.
Nuestros dos paladines vieneses de la Lomografía hicieron lo que parecía imposible, se desplazaron a San Petersburgo, hogar de la factoría Lomo y convencieron a los responsables de la marca y al segundo Alcalde de la ciudad para que reiniciaran la producción. Aquel cargo político estaba ostentado nada más y nada menos que por un tal Vladimir Putin.
En 1997 tuvo lugar el primer congreso mundial de lomografía en Madrid y la marca dió el salto a internet. En 1998 aterrizaron en la feria Photokina y para 2001 ya tenían su primera tienda en Viena. En 2006 la marca soviética abandonó definitivamente la producción y la Sociedad Lomográfica tomo el control de la fabricación con plantas en China. Ese año llegó la LC-A+, una reproducción fidedigna de la LC-A original.
Características técnicas
Lo paradójico del asunto es que la Lomografía debe sus peculiares características a una serie de defectos graves de óptica surgidos de lo que podemos definir como una mala imitación. Nos remontamos de nuevo en el tiempo, esta vez hasta 1982. El general ruso Igor Petrowitsch Kornitzky, mano derecha del entonces Ministro de Industria, enseña una pequeña cámara japonesa a su colega y Director de la fábrica de ópticas Lomo, Michail Panfilowitsch.
La cámara era una Minox Cosina CX-1. Sorprendidos por su calidad, ambos personajes deciden hacer ingeniería inversa y fabricar un dispositivo similar para dotar de una cámara compacta decente a los hijos de la madre Rusia. En otras palabras, la copiaron vilmente. Así nace la LC-A que años más tarde encontraron de saldo nuestros lomógrafos favoritos.
La LC-A estaba dotada de una óptica gran angular Minitar 1 cuyo diseño fue tan malo que provocaba aberraciones cromáticas o errores de gamma, un efecto de viñeteado (oscurecimiento de los bordes) y una sobresaturación tremenda de los colores.
Si a ello sumamos un modo automático que provocaba frecuentes halos por sobreexposición y un enfoque rudimentario que a menudo desenfocaba las imágenes tenemos una cámara desastrosa pero cuyas fotos tienen una fuerte personalidad, colores falsos pero vibrantes y todo tipo de sorpresas dignas de unos retoques de Photoshop perpetrados por un diseñador que hubiera perdido el juicio.
Hijos de un Dios menor
La LC-A original ha dado lugar a decenas de nuevas cámaras, algunas de ellas realmente curiosas. Hay modelos cuya óptica fija está pensada para producir un defecto concreto en las fotos, como la Fisheye o sacar panorámicas manuales mediante un mecanismo de muelles, como la Spinner. Incluso existe una cámara que toma pequeños clips de varios segundos mediante series de fotogramas, la Lomokino
Buena parte de los modelos que comercializa Lomography son reproducciones muy buenas de cámaras analógicas antiguas como la Lubitel 166 y el hecho de ser analógicas no las hace más baratas. La LC-A+ sigue siendo uno de los modelos favoritos y más versátiles, pero hay multitud de compactas asequibles para iniciar a cualquiera en esta corriente Vintage.
Sea cual sea nuestra elección de cámara, la Lomografía no es una corriente que premie la reflexión o el encuadre. Su objetivo es divertirse sacando fotos casuales y frescas. Basta leer los diez mandamientos de la Lomografía para darse cuenta de que su lei motiv es disfrutar con juguetes viejos que generan efectos inesperados y a veces, sin quererlo, artísticos.
La lomografía es, de hecho, padre espiritual de muchas de las aplicaciones que usamos hoy en día en nuestros móviles, como Instagram o Vignette, y que simulan los mismos efectos mediante filtros de software. Eso sí, un buen lomógrafo no recurre a trucos digitales. En el corazón de la esta corriente está el amor por el arte casual y pop, y un fuerte componente nostálgico. Ambos ingredientes han demostrado ser capaces de llegar al corazoncito de millones de personas.
Más información | Lomography
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