Casi toda la literatura especializada sitúa el inicio de las telecomunicaciones en el telégrafo. Antes de dicha invención la única manera de comunicarse a distancia era mediante correspondencia que tenía que llevar físicamente una persona (normalmente a caballo). Pero no es cierto.
Antes del invento del telégrafo hubo otro tipo de telecomunicaciones a gran velocidad (no tanto como el telégrafo, si no no se habría impuesto este último). Y el origen de este tipo de comunicaciones lo podemos encontrar (¡atención!) en la Guerra de Troya.
Sí, sí, en la Guerra de Troya. La mitología clásica griega (La Orestea) indica como al ganar en Troya, Agamenón avisó a gran velocidad a su esposa, Clitemestra, de la victoria. Y la forma de hacerlo fue prendiendo fuego en las cimas de los montes, a relevos, desde el monte Ida al palacio de los Atridas en Asgos.
Hefesto, que desde el Ida ha enviado un fulgor brillante. Una lumbre enviaba aquí, otra lumbre por un correo de fuego: el Ida al monte Hermeo de Lemno; desde esta isla acoge la gran hoguera, la tercera, la cumbre de Atos, consagrada a Zeus; saltando sobre el dorso del mar, la fuerza de la antorcha viajera, el pino ardiente, transmite alegre su brillo dorado, como un sol, a las cumbres del Macisto; éste, sin demora ni dejarse vencer por un sueño irreflexivo, no descuida su turno de mensajero: de lejos la luz de la lumbrera señala a los guardianes del Mesapio su paso por las corrientes del Euripo; ellos hacen brillar su respuesta y envían adelante el mensaje prendiendo fuego a un montón de brezo seco. Vigorosa y sin nunca apagarse, la llama corre de un salto la llanura del Asopo, a manera de luna brillante hasta las rocas del Citerón, y allí despierta otro relevo del fuego mensajero. La guardia no se niega a la luz viajera quemando más que los precedentes. La luz se lanzó por encima de la laguna Gorgopis, y llegando al monte Egiplancto les ordena a no retrasar el servicio del fuego. Envían, prendiéndola con ímpetu pletórico, una gran barba de fuego, que resplandece a lo lejos hasta lanzarse al otro lado del promontorio que vigila el estrecho del Satánico. En cuanto llega al monte Araene busca la cumbre vecina de esta ciudad y, por fin, alcanza esta mansión de los Atridas una luz que no es sin parentesco con el fuego del Ida.
Tales son las órdenes dadas a mis lampadeforos, que se han cumplido por relevos sucesivos y vencen el primer corredor y el último. Esta es la prueba y la señal, te digo, que me envía mi esposo desde Troya.
Clitemesta hablando a Corifeo, La Orestea - Esquilo
Comunicaciones ópticas inalámbricas
Antes de la invención del láser y de la fibra óptica, existían las comunicaciones ópticas inalámbricas. Y se basaban básicamente en lo que hicieron los Griegos (los escritores cuentan historias, es cierto, pero reflejan tecnologías que han visto usar). De monte en monte y señalizando un mensaje simple.
Lo malo es que prendiendo fuego de monte en monte poco se puede avisar, solo de un mensaje pre-establecido. Algo similar, por ejemplo, se vio en la película El retorno del Rey cuando Minas Tirith está sitiada y piden ayuda a los Rohirrim.
Pero esto no se puede considerar, ni mucho menos, telecomunicaciones modernas. Es cierto que prendiendo montes se puede lograr una buena velocidad pero eso de poder mandar solo un mensaje no es suficiente. La idea se siguió usando incluso con alguna mejora (de todos es conocido la mensajería con humo de los nativos americanos; y un sistema similar se usó en Aragón en el siglo XIV). Pero todavía faltaba un poco para que alguien la desarrollara de forma más extensa... ¡tres mil años más tarde del primer uso registrado!
Telegrafía óptica
La idea de la telegrafía óptica es bien sencilla, aunque su realización no tanto. El telégrafo óptico consiste en una torre que está a una distancia visual de otra torre igual. En cada torre hay operarios, que tienen unos elementos visuales que permiten codificar un mensaje.
Lo primero que hace una torre cuando tiene un mensaje para transmitir a otra es señalizar que hay algo que transmitir. Cuando el de la torre destino lo ve, responde que está listo para recibir. Entonces se transmite el mensaje. Puede que la torre de recepción use un catalejo para verlo mejor. Y cuando se termina, la torre destino lo remite a la siguiente torre y así sucesivamente.
El primero que tuvo esta idea fue Robert Hooke en el Inglaterra en 1684, sin embargo no llegó a implantarse a pesar de los numerosos detalles del sistema que planteó. La idea fue tomada por muchos, pero los que más la desarrollaron fueron los franceses, con el inicio de la red de telegrafía óptica de Claude Chappe en 1792 (durante la I República).
El sistema de Chappe se puso en marcha en 1794 enviando el primer mensaje entre Lille y París. 230 kilómetros y 22 torres. Acosada como estaba por países hostiles, pronto Francia expandió su red hasta cubrir 5.000 kilómetros. Los postes por los que se transmitían las señales se denominaban semáforos.
España también tuvo su red de telégrafos ópticos
Lo que sucedía en Francia no era ningún secreto, las noticias volaban, y rápidamente todos los países de Europa empiezan a cubrir sus países con estas redes de telégrafos.
Agustín de Betancourt y Molina logra en España en 1799 el permiso real para construir un telégrafo entre Madrid y Cádiz. El telégrafo que le encargaron era eléctrico, basado en electricidad estática, pero era muy complicado y acabó volviendo a la telegrafía óptica.
Betancourt había estudiado el sistema óptico inglés y francés. Lo mejoró notablemente, en velocidad y fiabilidad y manejo, aunque las torres eran más caras de construir. Desgraciadamente los problemas económicos no permitieron completar la línea. Más adelante Betancourt logró construir su ansiado sistema de telegrafía óptica, aún más mejorado, ¡en Rusia! El nuevo telégrafo permitía transmitir señales binarias con 1024 códigos diferentes.
Aunque hubo algunas líneas más cortas, no fue hasta 1844 cuando, de nuevo, se intentó construir una red nacional de telegrafía óptica, gracias a José María Mathé, Coronel del Ejército. El sistema se denomina Mathé, ya que lo diseñó él mismo.
Mathe fundó también una escuela de "torreros", que luego se convirtió en la escuela de telégrafos. Es el germen de los estudios oficiales de Telecomunicación en España.
Se diseñaron y entraron en funcionamiento tres líneas. Una entre Madrid e Irún (pasando por Valladolid), otra entre Madrid y la Junquera (pasando por Valencia) y la tercera entre Madrid y Cádiz.
Sin embargo la vida de esta extensa red de telégrafos ópticos fue bastante efímera, pues por aquella época empezó a recorrer el mundo una nueva invención aún más eficiente, la telegrafía eléctrica. En 1857 dejaron de funcionar los telégrafos ópticos aunque existen a día de hoy algunas torres restauradas que se pueden visitar.
Inconvenientes de la telegrafía óptica
La telegrafía óptica tenía sus inconvenientes. Por ejemplo, solo funcionaba con buen tiempo (sin lluvia ni niebla) y durante el día (los inventos con antorchas que permitían que funcionara de noche nunca fueron muy fiables). Por otro lado el personal que trabajaba en las torres lo hacía en unas condiciones muy duras, ya que estaban abiertas para poder ver las torres colindantes.
Otro problema es que la visión de las torres debía ser directa, de frente, lo que hacía que los trazados de las líneas de comunicaciones debían ser bastante rectilíneos. De todos los sistemas de Europa, los que mayor ángulo de visión permitían fueron los de Betancourt y Mathé, con 45º. El motivo, quizá, es la complicada orografía española.
Y por último existía un problema de seguridad de las comunicaciones. Cualquiera que viera una torre desde un ángulo correcto podía interceptar el mensaje. Esto se resolvió con sistemas de encriptación.
Sin embargo todo esto se mejoró con la telegrafía eléctrica y los cincuenta años de telegrafía óptica quedaron un poco en el olvido. Pero la historia es así, ya casi no nos acordamos de los pioneros de las telecomunicaciones.
Imagen | Ignacio Cobos Rey
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