En una época en la que la heroína y la cocaína eran de curso legal, activistas, periodistas y legisladores decidieron que lo realmente preocupante, lo que realmente estaba destruyendo la civilización occidental eran los crucigramas. Sí, como suena: los crucigramas.
Gracias a Jose César Perales, uno de los mayores expertos en neurociencia de las adicciones del país, llego al que posiblemente vaya a convertirse en mi caso favorito de "pánico moral": los movimientos contra los pasatiempos del periódico.
"Mi hijo no sale de casa, solo quiere resolver crucigramas"
Aunque tendría que rebuscar en el monumental "Verbalia" de Màrius Serra para confirmarlo, la sabiduría popular nos dice que esa evolución del cuadrado mágico que hoy conocemos como crucigrama lo inventó en 1913 el periodista de origen inglés, Arthur Wynne, mientras trabajaba en el suplemento 'Fun' del diario 'New York World'.
El éxito del pasatiempo fue espectacular y a lo largo de la década periódicos de todo el mundo fueron incorporándolo a sus páginas. En 1922 ya circulaban tiras cómicas sobre gente haciendo crucigramas y en 1924, la Biblioteca de Nueva York aseguraba que "la última moda que ha golpeado a las bibliotecas es el crucigrama" quejándose amargamente de que "los fanáticos de los rompecabezas" monopolizaban "los diccionarios y enciclopedias ahuyentando a los lectores y estudiantes que necesitan estos libros en su trabajo diario".
Ese informe bibliotecario no fue algo aislado. De hecho, durante 1924, las voces de alarma contra la amenaza que suponían los crucigramas se hicieron cada vez más populares. Ese año, como aseguraba el Harrisburg Telegraph, "los profesores de la Universidad de Michigan habían prohibido hacer crucigramas en sus clases".
Preocupado por la fiebre del crucigrama, el Kingsport Times-News, un periódico de Tennessee, denunciaba que “si los legisladores han adquirido el hábito, como presumiblemente lo han hecho, es difícil ver cómo encontrarán tiempo para legislar" y se lamentaban de que "la oposición a la adicción a los crucigramas no se había organizado aún", aunque se mostraban convencidos de que pronto lo haría. Al fin y al cabo, hasta ahora solo había "interferido con asuntos relativamente poco importantes", pero conforme la adicción creciera los problemas se incrementarían.
No me cabe duda, como señalaba el propio Perales, que la oposición a los crucigramas no fue más que un "pasatiempo" en aquellos maravillosos años 20 que reventaron por los aires tras el crack del 29. es decir, para disgusto del articulista del Kingsport Times-News, ese movimiento anti-puzzles no se llegó a organizar (ni a convertir en lobby) nunca. No obstante, es un ejemplo paradigmático de lo que es el pánico moral; es decir, "una reacción de un grupo de personas basada en la percepción falsa o exagerada de algún comportamiento cultural".
Es algo que hemos visto reiteradamente con los videojuegos y que se ha convertido en un mito urbano. Pero es cuando lo vemos en cosas como los crucigramas (o en las decenas de ejemplos que tiene ese "archivo de la tecnofobia" que es 'Pessimists Archive') cuando se hace especialmente evidente. Es bueno recordarlo de vez en cuando.
Imagen | Bannon Morrissy
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