Hay que cosas que no pueden ser y que, además, son imposibles. No por una imposibilidad ontológica, ni nada de eso; la mayoría de las veces son imposibles sencillamente por el peso de la inercia social que las mantiene. El problema con el que nos hemos enfrentado a lo largo de toda la historia de la humanidad es que no sabemos cuáles son esas cosas hasta que no nos estrellamos con ellas de la forma más ridícula y miserable que nos podamos imaginar.
Uno de mis ejemplos favoritos es, por supuesto, aquella vez que la Guardia Roja china decidió invertir el color de los semáforos.
El rojo es el color del progreso
El 24 de agosto de 1966, en plena Revolución Cultural, la Guardia Roja de Pekín decidió que no tenía sentido que el rojo, el color de la revolución y el movimiento obrero, se usara para señalizar que el tráfico no debía avanzar. Así que, ni cortos ni perezosos, imprimieron carteles y llenaron las paredes de la ciudad indicando que a partir de ese momento se invertiría el significado de los colores: el verde indicaría 'pararse' y el rojo, 'avanzar'.
Fue, como era de esperar, un caos absoluto. Con el gobierno en descomposición y más de un millón de Guardias Rojos de todo el país se reunieron en la Plaza de Tiananmén, la "vanguardia de la Revolución" tenía el control casi absoluto de la situación. El "casi" es importante.
Durante los primeros días, los promotores instalaron guardias en las intersecciones, pero ya en aquella época Pekín y su área metropolitana eran un monstruo poblacional muy difícil de controlar. Los siguientes meses fueron una sucesión de accidentes, conflictos y problemas. Finalmente, tras un peculiar debate, tuvieron que dar marcha atrás.
¿De dónde viene el color rojo de las señales de prohibido?
El 30 de marzo de 1931, auspiciado por la Sociedad de Naciones, se firma en Ginebra el "Convenio sobre unificación del señalamiento en carreteras". En ese texto, que actualiza tratados como el de 1909 sobre circulación de automóviles, ya se dice textualmente que en las señales de prohibición "debe predominar el color rojo claramente".
Cuando Garrett Morgan desarrolló en Estados Unidos los primeros semáforos modernos a finales de la década de los 10 y principios de los 20, el rojo y el verde ya estaban allí. Para quedarse, de hecho. Con los años, esta convención se fue desarrollando y ampliando (primero en el Protocolo de Ginebra del 49 y después con la Convención de Viena del 68), pero el rojo permaneció ahí inalterable señalizando la prohibición.
No obstante, lo cierto es que estos estándares internacionales han ido surgiendo como una 'cristalización' de los consensos europeos sobre el asunto que surgieron en la primera mitad del siglo XX. Por eso, países como Estados Unidos, China o Japón no lo han ratificado. Eso no quiere decir que usen señalizaciones completamente diferentes: de hecho, con el paso del tiempo (y la investigación en psicología del tráfico) las señales van convergiendo progresivamente. Significa que, como pasa con los idiomas y los lenguajes, la historia y la sociedad que los usan importa. Y mucho.
Imagen | Tian Zhang
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