Aunque a día de hoy estamos acostumbrados a hablar de realidad virtual, aumentada y mixta, hubo un tiempo en el que todo esto era pura ciencia ficción. También hubo pioneros que desafiaron al tiempo como Morton Heilig, que a finales de los cincuenta diseñó la que se convertiría en la primera máquina en encajar en la definición de realidad virtual.
La llamó Sensorama, y ni era un videojuego ni tenía que ver con los ordenadores. Ofrecía más bien una experiencia cinematográfica inmersiva multisensorial en la que podías experimentar la sensación que produce conducir una moto. No sólo te introducías en las imágenes, sino que te permitía sentir el viento sobre tu cara y el olor del entorno por el que conducías, algo que a día de hoy todavía no se ha logrado recrear en la realidad virtual moderna.
Fue el inicio de una aventura que nos ha llevado desde aquella rudimentaria máquina con aspecto de recreativa hasta las gafas de realidad virtual de hoy en día. Sin embargo, hay cierto debate sobre si se debería considerar a Sensorama como el primer dispositivo VR, ya que pocos años después se inventaron dos modelos de gafas de realidad virtual con un aspecto muy parecido a las de hoy en día, uno de los cuales corrió al cargo del mismo creador que el Sensorama.
En busca de una experiencia inmersiva
En los años treinta, una historia corta de ciencia ficción titulada Pygmalion’s Spectacles y escrita por Stanley G. Weinbaum hablaba de un concepto casi imposible. Describía un par de gafas que permitían a su portador experimentar un mundo ficticio a través de hologramas, tacto y gusto. Esto es algo a lo que ya nos estamos acercando, pero para llegar hasta aquí hubo que empezar por inventos que tenían poco que ver con eso.
Este primer paso lo dio Morton Heilig, apodado hoy por algunos como "El padre de la realidad virtual". Fue un filósofo, inventor y cineasta al que le gustaba mirar hacia el futuro, y en 1957 creó el Sensorama, que en su patente de 1962 definía como "un aparato para estimular los sentidos de un individuo para simular una experiencia de forma realista".
Como ves en el plano de la patente, el dispositivo tenía el aspecto de una recreativa, pero con un visor en el que metías la cabeza para conseguir la experiencia inmersiva. Este visor es el que utilizaba una pantalla estereoscópica a color para reproducir imágenes en tridimensionales que le dieran la sensación al usuario de estar dentro de la película.
Porque la idea era esa, la de crear un tipo de cine multisensorial. Por eso, el aparato estaba también equipado con ventiladores, emisores de olores y un sistema de sonido en estéreo. Con ellos, si reproducíamos una película de motos podríamos oír el rugir de su motor, sentir el viento en la cara y oler la zona por la que condujésemos. También había una silla móvil para acercarse mejor al visor y poder poner cómodamente la cabeza en su interior.
Para sacar provecho de su invento, Morton Heilig creó una cámara con la que grabar películas con sensación de tres dimensiones, que era poco más que una cámara frontal con otras dos laterales para las imágenes periféricas. Con ella creó seis pequeños cortos con los que poder hacer las primeras pruebas reproduciéndolos en su dispositivo.
El Sensorama también tenía un panel de control, el cual nos permitía interactuar con la película que estábamos viendo para ofrecer una experiencia todavía más inmersiva. Esto es precisamente lo que le ayuda a cumplir con las características de Realidad Virtual, ya que es un entorno que ves, que tocas y con el que puedes interactuar.
Este vídeo de arriba fue grabado por el japonés Itsuo Sakane, y es una entrevista que le hizo a Heiling en los ochenta en su casa de Los Ángeles. En ella tenía un Sensorama que, como podemos ver, todavía seguía funcionando perfectamente décadas después de haber sido fabricada.
En el vídeo, podemos ver planos que nos muestra el aspecto del aparato, y a un Heiling orgulloso hablando de todas las funciones de su invento y de cómo su emisor de olores podía reproducir cualquier tipo de olor con exactitud. También vemos cómo se mueve el asiento para poder acercarte cómodamente y empezar a sumergirte en esa primera realidad virtual.
Las gafas AR/VR de los 60
El cuatro de octubre de 1960, el propio Morton Heilig dió un paso más hacia la realidad virtual patentando lo que llamó "Aparato de televisión estereoscópica para uso individual", aunque también se le conoce como "Telesphere Mask". Se trató de la primera pantalla para la cabeza, la cual recuerda mucho a las máscaras VR de hoy en día.
La máscara era una especie de cine portátil, con una gran pantalla semiesférica estereoscópica con la que poder reproducir vídeos con efecto tridimensional y visión periférica. También tenía unos cascos para ofrecer sonido estéreo direccional, un emisor de aromas, un inyector de aire y un sistema de variaciones de temperatura para hacer la experiencia más realista.
Los usuarios simplemente se sentaban y podían ver una película sintiéndose completamente dentro de ella. Sin embargo, tampoco podemos llamarle exactamente realidad virtual tal y como la conocemos hoy, ya que estos cascos carecían de cualquier tipo de control que permitiesen interactuar con el entorno "virtual" que creaba frente a nosotros.
Ocho años después, en 1968, los investigadores Ivan Sutherland y David Evans empezaron a trabajar en la Universidad de Utah en el que se convertiría en el primer casco de realidad aumentada, al que llamaron 'Espada de Damocles'. Este ya no era un cine portátil, ya que se conectaba a un ordenador y no a una pantalla, razón por la que algunos lo consideran realmente como el primer equipo moderno de realidad virtual.
Las gafas colgaban del techo, de ahí su nombre, y luego se ataban a la cabeza del usuario. Entonces, el ordenador generaba en la pantalla de las gafas imágenes de primitivas estructuras cúbicas que veías sobre el entorno real en el que te encontrabas. Al movernos, las imágenes iban moviéndose también.
Como podemos ver en este vídeo, el estar colgadas del techo permitía una movilidad total por parte del usuario de las gafas, que podía girarse y mirar hacia los lados. Por otra parte, también vemos que las imágenes que imprimía sobre el cristal de las gafas eran bastante simples y poco realistas, aunque no tenemos que olvidar de que hablamos de finales de los sesenta.
Ninguno de estos tres inventos acabó siendo comercializado, pero todos ellos fueron pioneros al suponer los primeros pasos de la realidad virtual. Hay cierto debate sobre a cuál de ellos calificar como primer aparato VR, aunque poco importa teniendo en cuenta que han tenido que pasar cincuenta años para que esta tecnología empiece a madurar y a llegarle al gran público.
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