Hacia la década de 1970, en plena Guerra Fría, la URSS decidió dejar claro su poderío naval encargando los submarinos más grandes de la historia. Los bautizó como clase 941 Akula —nombre que la OTAN cambió luego por Typhoom— y los dotó de unas medidas que aún hoy, más de 40 años después, siguen quitando el hipo: 23 metros de manga y más 170 de eslora, una longitud que supera a la de Torre Sevilla tumbada. Con semejante despliegue y para zanjar discusiones, en los 90 el Guiness World Records los nombró oficialmente los submarinos más grandes del mundo.
Desde que el primero de los clase Akula salió de los astilleros de Severodvinsk, en 1980, han pasado bastantes cosas. Entre ellas, el fin de la propia URSS, el salto de milenio y un cambio de escenario que ha hecho que aquellos titanes de los mares, aunque impresionantes, resulten hoy mucho menos prácticos y rentables. Como detalla Military-Today, entre la segunda mitad de los años 90 e inicios de los 2000, se dieron de baja, desguazaron o inactivaron cinco de los sumergibles del Project 491 Akula. Otro, directamente, no llegó siquiera a completarse y acabó desechado.
¿Significa eso que se ha perdido el Record Guiness de las profundidades de los océanos? No exactamente. O no al menos durante décadas, hasta prácticamente anteayer. A pesar del paso de las décadas, del fin de la URSS e incluso del destino del resto de sus hermanos, sigue habiendo un Akula que se considera activo. Así lo señalaba en 2021 la agencia estatal rusa TASS y The Barents Observer hace solo unos meses, este mismo enero, cuando publicó que su último representante estaba asignado a la base de Belomorsk y se empleaba como plataforma para probar armas.
Un coloso "made in URSS"
Ese superviviente de la familia Akula se llama Dmitry Donskoy (TK-208) y durante décadas ha destacado como el submarino más grande del mundo, con 175 metros de eslora y 25 de ancho. Hoy le hace sombra el K-329 Belgorod, un impresionante sumergible nuclear provisto de un casco de 178 metros —algunos elevan el dato por encima de los 180 m— y que se hizo a la mar por primera vez hace menos de un año, a mediados de 2021. Según TASS, el récord de titán de las profundidades le corresponde ahora a él. K-329 Belgorod es el resultado de la adaptación de una nave de los 90 y, precisa Navy Recognition, en enero se preveía que pasase a la Armada este mismo verano.
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— Russian Submarine (@SubmarinRussian) December 28, 2021
Que en breve podamos ver emerger un buque ligeramente mayor no resto méritos a Dmitry Donskoy TK-208, herencia de la URSS y que, a pesar de su longevidad y los cambios históricos, aún figura en muchas clasificaciones como el sumergible de mayor tamaño del mundo. Su envergadura es mérito de los ingenieros soviéticos y el empeño que pusieron al diseñar la clase Akula. Se cree que pueden descender a 400 metros de profundidad, permanecer 120 días maniobrando, acoger a alrededor de 160 personas y alcanzar una velocidad sumergida de unos 50 kilómetros por hora.
Al igual que sus hermanos, el TK-208 no se fabricó —o ese no es su único fin, al menos— para colarse en los libros de récords o sorprender con su tamaño. Cuando Moscú lo encargó quería tener un arma que pudiese competir con los los sumergibles Ohio de la Marina estadounidense, capaces de transportar hasta 192 ojivas nucleares de 100 kilotones. Por esa razón, los Akula iban equipados también con misiles balísticos. Otro de sus grandes puntos fuertes es, sin duda, su capacidad para maniobrar en regiones gélidas, como la bolsa de hielo del Ártico.
Lo más curioso de los Akula es que el más longevo de sus sumergibles ha resultado ser precisamente el más antiguo. El Dmitry Donskoy fue el primero en tocar el agua. Se botó en septiembre de 1980, dos años antes que su hermano el TK-202 y diez que el TK-20, modelo que, pese a haber llegado al mar a finales de 1989, acabó desarmándose en 2004. Esa peculiaridad está muy relacionada con su propia historia. Apenas una década después de su estreno, en el 90 el TK-208 volvió al dique seco para someterse a una puesta a punto que se extendió hasta 2002.
Cuando volvió a surcar los océanos, era ya un navío completamente adaptado con el último hardware, provisto de lanzadores para los misiles balísticos más avanzados e —igual de importante— rebautizado con el nombre con el que hoy lo conocemos: de TK-208, sin más, pasó a designarse Dmitry Donskoy, un homenaje al santo y héroe ruso homónimo. Con el tiempo el navío se dotó de misiles RSM-56 Bulava y llegó a ocupar un lugar importante en el catálogo del Kremlin, que llegó a echar mano de sus capacidades para probar sus nuevos misiles balísticos intercontinentales.
¿Cuántos años de historia le queda al veterano de la Guerra Fría? En 2021 TASS citaba a fuentes militares que aseguraban que, como mínimo, se mantendrá activo hasta 2026. Un lustro más de vida para un coloso que impresionaba hace 40 años, cuando el mundo dormía en alerta, tensionado por la Guerra Fría; y sigue haciéndolo hoy, en pleno 2022, con el planeta pendiente de Ucrania.
Imágenes | Ministerio de Defensa de la Federación Rusa
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