Visitar el mítico garaje de Hewlett-Packard en Palo Alto es hacer un viaje en el tiempo hasta el nacimiento de Silicon Valley. Al acercarme al 367 Addison Avenue encuentro una casa que parece hasta humilde en el entorno en el que se encuentra, una calle cuyas viviendas se venden por entre 2 y 8 millones de dólares.
Cuesta imaginar que aquí, en una casa discreta de madera pintada de verde, comenzó una de las empresas tecnológicas más influyentes del siglo XX. Sin embargo, al entrar, la historia cobra vida.
Lo primero que impacta es la atención al detalle en la restauración. La casa ha sido meticulosamente recreada para reflejar cómo lucía en 1938, cuando dos amigos, Bill Hewlett y Dave Packard, se mudaron aquí para iniciar su empresa.
Las cortinas, por ejemplo, son sorprendentes: no son reproducciones, sino que están hechas con el mismo tejido original que se usó hace noventa años. Este nivel de autenticidad se mantiene en toda la casa.
En la sala de estar, me detengo frente a la chimenea donde se exhibe el primer producto de HP: el oscilador de audio 200A. Es una pieza de ingeniería relativamente simple, pero innovadora para su época. Me explica un portavoz de HP que Hewlett y Packard lo colocaban en la repisa de la chimenea durante las navidades, simplemente porque estaban orgullosos de su creación.
El comedor tiene una historia peculiar. Aquí es donde Dave dormía con su mujer Lucille en una cama Murphy que se ocultaba en la pared durante el día. La mesa del comedor se apartaba cada noche para desplegar la cama.
Viendo ese catre me da pena pensar en Dave, que medía 1,96 m, durmiendo en esa cama seguramente diseñada para personas de estatura bastante inferior. Son pequeños detalles que humanizan a estos pioneros tecnológicos: antes de construir su imperio comenzaron con recursos muy modestos.
En una esquina hay una máquina de escribir de la época, un recordatorio del papel que jugaron Lucille Packard y Flora Lamson Hewlett en los primeros días de la empresa. Eran las responsables de toda la correspondencia, el marketing y la contabilidad.
La cocina es otro punto destacado del recorrido. El horno Wedgewood es idéntico al que usaban Hewlett y Packard, y su historia también tiene peso en la de la empresa: aquí es donde horneaban la pintura para sus osciladores.
Lucille Packard comentaba que nada cocinado en ese horno volvió a saber igual. Y nosotros creemos que con el teletrabajo actual se difumina la línea entre empleo y vida personal. Lo de la pintura y el horno es otro nivel.
El papel tapiz de la cocina es otra muestra del meticuloso trabajo de restauración. Durante la renovación, se descubrió un trozo del tapiz original, y se contrató a un especialista para recrear el patrón exacto en toda la cocina. Estos pequeños detalles hacen que la experiencia sea más inmersiva y auténtica.
Y llegamos al corazón de esta visita: el garaje. Al entrar en este espacio de unos casi cuatro por más de cinco metros, impresiona pensar en lo que se logró aquí.
El taladro de columna que Dave Packard trajo en el asiento trasero de su coche ocupa un lugar privilegiado. Alrededor hay herramientas y equipos de la época, recreando fielmente el ambiente de trabajo de Hewlett y Packard. Parece que todo está tal y como lo dejaron un día cualquiera.
Una vieja fotografía muestra a los dos fundadores trabajando en este mismo espacio. Otra foto muestra a Harvey Zieber, el primer empleado de HP, con un casco de soldadura.
La colección de osciladores en el garaje es impresionante. Veo modelos desde el 200A original hasta versiones posteriores como el 200B, conocido como el "oscilador Disney" porque fue modificado específicamente para Walt Disney Studios para su uso en la producción de cine de la época. De hecho el cineasta fue su primer cliente.
Es alucinante ver la evolución del producto y cómo una simple mejora –añadir una bombilla como indicador de ajuste– pudo marcar una gran diferencia en su utilidad y atractivo comercial.
Me llama la atención un detalle: el primer modelo se llamó 200A, no 100A, para dar la impresión de que la empresa ya tenía experiencia en el mercado. El marketing es para prestidigitadores.
Al fondo del garaje hay un equipo de radioaficionado. El guía explica que Bill Hewlett era un entusiasta de la radio y que durante la renovación se descubrió un cable que se extendía fuera del garaje. Era la antena original de Hewlett.
Son detalles que llevan a pensar en el legado de HP. Esta empresa no solo produjo tecnología innovadora, sino que también introdujo una cultura corporativa única. Los clubes de empleados que mencionan, desde la liga de bolos femenina hasta el club de radioaficionados, hablan de un ambiente de trabajo que fomentaba la camaradería y los intereses personales más allá de la actividad natural de la empresa.
HP no era la propietaria de esta casa hasta octubre del año 2000. Fue la entonces CEO Carly Fiorina quien impulsó su compra y restauración. Un símbolo de una empresa que perdió cierta conexión con sus raíces para luego recuperarlas con creces.
Al salir del garaje caigo en la magnitud de lo que ocurrió aquí. En este espacio, dos amigos de la universidad con 538 dólares en el bolsillo arrancaron una empresa que cambiaría el mundo. Es el epítome del mito de la startup de garaje que ha inspirado a generaciones de emprendedores en Silicon Valley y mucho más allá.
También me hace pensar en cómo ha cambiado el panorama tecnológico. Hoy las startups requieren inversiones iniciales mucho mayores y se enfrentan a un mercado mucho más competitivo. La idea romántica de dos amigos en un garaje creando la próxima gran empresa tecnológica parece inalcanzable hoy. Son otros tiempos.
Y también pienso en qué dirían Hewlett y Packard si hoy pudiesen ver cómo aquellos osciladores de audio han ido evolucionando hasta llegar a los smartphones y ordenadores que tenemos hoy. Ni hablemos de la IA.
Este –entonces– modesto garaje marcó el nacimiento de Hewlett-Packard, pero también fue la chispa que encendió la revolución tecnológica de Silicon Valley. Así se lo reconoció el estado de California y así lo atestigua la placa que preside la entrada, a pie de calle. Aquí nació Silicon Valley.
El garaje de HP es un monumento al pasado y una fuente de inspiración para el futuro, un viaje a través del tiempo y un vistazo al entorno de quienes impulsaron el que sigue siendo el epicentro mundial de la tecnología.
Y todo empezó en esta cochera.
Imagen destacada | Xataka
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