En El Ajedrecista la máquina siempre ganaba. Pero además, cuando lo hacía se oía un: "¡Jaque Mate!". Para conocer la historia de este juego nos tenemos que remontar más de cien años, a 1912, cuando el español Leonardo Torres Quevedo presentó el considerado como primer juego de ordenador de la historia.
Cuando el inventor cántabro realizó la primera demostración en París causó un gran impacto y hasta reputadas revistas científicas como Scientific American se preguntaron si sería posible substituir la mente humana por máquinas. Y es que hablamos del primer juego computerizado, que no videojuego. El primer autómata de la historia que no necesitaba de los humanos para funcionar y permitía jugar al ajedrez gracias a una combinación de electroimanes, sensores eléctricos y un brazo mecánico.
Un juego autómata sin nadie en el interior para mover las piezas
El Ajedrecista no jugaba la partida completa, únicamente la jugada final de rey y torre contra el rey rival. El autómata era capaz de jugar de manera automática, como si fuera una inteligencia artificial arcaica.
De hecho, según una exposición virtual dedicada de Google, está considerada como "una de las primeras manifestaciones de inteligencia artificial de la historia". Y es que como apunta El País, ese mismo año 1912 nacía Alan Turing. Cuando nuestro inventor ya creaba sus propios juegos y máquinas capaces de jugar al ajedrez, Turing todavía era un niño.
El juego se basaba en un algoritmo que evaluaba posiciones hasta intentar llegar al mate en la menor cantidad de movimientos. Además, este autómata finito contaba con un algoritmo capaz de derrotar a su oponente en un máximo de 63 movimientos. La máquina nunca perdía. La posición inicial de las piezas blancas era rey en a8 y torre en h7, mientras que la persona rival podía situar a su rey negro en cualquier fila inferior a la séptima que no fuera jaque directo. Bajo esta premisa, el algoritmo siempre tenía posibilidad de victoria.
Para la construcción de la máquina se incluyó un diseño capaz de calcular a(y-z)^2 para un conjunto de valores de las variables presentes. Para ello se incluyeron dispositivos electromecánicos capaces de almacenar dígitos decimales, realizar cálculos y comparar el valor de dos cantidades diferentes. De hecho, como detalla Divulgadores, aparece por primera vez la idea de una aritmética usando coma flotante.
El autómata de Torres no se puede considerar un ordenador propiamente dicho, ya que no tenía nada digital, pero sí fue un pionero. Antes incluso de la creación de la computación como tal, el inventor español publicó en la Revista de la Academia de Ciencias de Madrid su ensayo denominado "La automática. Su definición. Extensión teórica de sus aplicaciones".
Para el creador, el futuro iban a ser los autómatas que utilizaban sistemas electromecánicos y eran capaces de realizar operaciones aritméticas. No andaba muy desencaminado. En 1951, más de treinta años después, el matemático estadounidense y padre de la cibernética, Norbert Wiener, recordó el funcionamiento de esta máquina, reconociendo al Ajedrecista y a Torres Quevedo como uno de sus grandes precursores.
En 1920 se construyó una segunda versión del autómata, esta vez con un diseño más elaborado, con la cubierta cerrada, con electroimanes para mover las piezas y el gramófono incorporado que pronunciaba "Jaque" cada vez que el rey estaba en peligro y "Jaque Mate" cuando la partida finalizaba.
Además de construir el autómata, Leonardo Torres Quevedo fue un inventor al que se le atribuyen distintas máquinas que todavía siguen expuestas en museos de Madrid. Entre 1902 y 1905 diseñó un nuevo tipo de dirigible y en 1903 inventó el Telekino, el primer aparato de radiodirección del mundo y por el que obtuvo la patente.
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