Hay oportunidades que, sin más, se desvanecen igual que el humo de un cigarro en mitad de un parque. Le ocurrió a la URSS. Entre los años 50 y 70. Y no en cualquier campo. Le sucedió con lo que andado el tiempo se ha convertido en Internet, la red global que ha marcado la deriva del mundo a lo largo de las últimas décadas y sin la que hoy difícilmente podríamos imaginarnos la vida.
La oportunidad llamó a las puertas de los dirigentes de la Unión Soviética ya a finales de la década de 1950, en plena Guerra Fría. En 1959 un joven y brillante ingeniero, oficial militar y pionero de la cibernética soviética, Anatoly Kitov, acudió a sus jefes para plantearles una innovación que —estaba convencido— permitiría mejorar la planificación económica del país: un sistema de automatización centralizada con ordenadores y líneas de comunicación de aplicación civil y militar.
Una red para mejorar la planificación económica
Años atrás Kitov había participado ya en la elaboración de un informe que decidió a las autoridades soviéticas a apostar por la creación de centros de computación para el ejército. Ahora planteaba ir un poco más allá y crear una infraestructura de comunicación a larga distancia, EASU, que entre otras novedades implicaba también a la población civil. Cuando examinó su plan, sin embargo, el Kremlin no compartió su entusiasmo. Todo lo contrario. Lo de mezclar esferas y permitir que hubiese economistas ajenos al ejército utilizando las redes militares espantó a los mandos. ¿Resultado? La idea se quedó en un cajón y Kitov acabó expulsado del ejército y el Partido Comunista.
No fue la única ocasión en la que la URSS vio pasar por delante el tren —uno muy primitivo, cierto— que le brindaba la oportunidad de gestar un Internet patrio. En la década de 1960 otro ingeniero y científico de primera línea, Aleksandr Kharkevich, retomó la filosofía de Kitov y propuso crear una red de comunicación para transmitir datos. Su idea era que ESS, como se bautizó, aprovechara la infraestructura telefónica y eléctrica. Tampoco llegó a buen puerto. El propio Kharkevich fallecía poco después de haberla puesto sobre la mesa, en 1965, con 61 años recién cumplidos.
La más ambiciosa de las propuestas que podrían haber marcado la historia de un Internet "made in Moscú" todavía no había llegado, sin embargo. Su padre fue Victor Glushkov, matemático y pionero de la cibernética, quien decidió mover ficha en el que a priori era el mejor momento para hablar a los mandos soviéticos de redes de comunicación. A finales de la década de 1960, coincidiendo con las noticias que llegaban de EE. UU. sobre el proyecto Arpanet (Advanced Research Projecys Agency Network), Glushkov recogió la antorcha de Kitov, se armó de valor y llamó de nuevo a la puerta del Kremlin para presentarles OGAS, siglas de —nombre macarrónico y muy al estilo de la tecnocracia soviética— Sistema Automatizado Gubernamental de Toda la Unión.
El ambicioso planteamiento de Glushkov pasaba por expandir por la URSS una red central que aprovechase la conexión telefónica estatal. Su sede estaría en Moscú y dispondría de 200 centros diseminados por el país y 20.000 terminales locales. ¿Para qué serviría? En mente Glushkov tenía un uso civil, que la red ayudase a la recopilación de datos y el control de la planificación economía. Al igual que Kitov quería contribuir a una URSS más eficiente, aunque contemplaba también otros usos alternativos, como el desarrollo de un primitivo sistema de pago electrónico.
Al estilo del cloud computing, OGAS permitiría a los trabajadores soviéticos compartir información con el propósito de contribuir a una mejor marcha de la industria. Sobre el papel la idea sonaba genial, pero requería un enorme esfuerzo y despliegue técnico, con décadas de trabajo y un coste excesivo. Las dificultades técnicas no eran, en cualquier caso, las únicas que afrontaba el proyecto de Glushkov. Puede que ni las peores. El gran reto de OGAS estaba en los despachos.

“Se trataba de una red de computadoras que operaría en tiempo real, descentralizada y jerárquica, diseñada para manejar toda la información que controlaba la economía”, comenta a BBC Ben Peters, autor de 'Cómo no conectar una nación'. “Vale la pena recordar que la Unión Soviética tuvo una red de computadoras a lo largo de todo ese período, pero era de uso exclusivo para el sector militar”.
Sin comerlo ni beberlo, la propuesta cayó en el lodazal formado por las peleas de poder en el establishment de la URRSS, en concreto la de la Administración Central de Estadística y el Comité Estatal de Planificación. La puesta en marcha de un sistema único de gestión amenazaba con un desequilibrio de poderes que, a la postre, acabó perjudicándolo. La falta de datos fiables, su elevado coste y el recelo de los militares tampoco le favoreció. Para rematar su mala estrella, OGAS se quedó huérfano antes de tiempo. Glushkov falleció en 1982, con 58 años, demasiado pronto para beneficiarse del impulso que en los 80 Gorbachov quiso imprimir a la URSS.
Con el tiempo la Unión empezó a dotarse de pequeñas redes locales y conectando algunas ciudades —en la universidad de Novosibirsk podían enlazarse con Moscú—, cierto; pero con un sistema que poco tiene que ver con el ambicioso planteamiento de OGAS. Al otro lado del “telón de acero", en Estados Unidos se avanzaba en Arpanet, la red de computadoras impulsada por Defensa que permitió desarrollar un sistema de comunicación institucional y sentó la “prehistoria” de Internet.
A finales de la década siguiente, en 1989, el mismo de la caída del Muro de Berlín, el británico Tim Berners-Lee daba forma a la World Wide Web y escribía un nuevo capítulo en la historia de la tecnología, uno a la que el Kremlin miraba quizás con el recuerdo lejano de Glushkov.
Imágenes | Andrew Kuznetsov (Flickr) y Felipe Tofani (Flickr)
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controlando
La burocracia soviética era enemiga de sí misma para todo. Toda la ingente cantidad de dinero y recursos que se emplearon para hacer funcionar malamente ese país en la Era Soviética, en manos de particulares lo habrían hecho por menos de la tercera parte, y mejor, como se ha demostrado empíricamente a lo largo del tiempo.
Y como por desgracia, estamos empezando a experimentar en España de un tiempo a esta parte, donde cobrar un simple ERTE se convierte en un camino de espinas para mucha gente. Menso para los que tienen nómina de ministerios chiripitiflaúticos y chiringuitos varios, claro esta.
Nada nuevo bajo el sol.
pipas75
Científico ruski.: uy voy a crear esto para mejorar el socialismo soviético y a toda la madre patria.
Oligarca mandamás ruski: NIET, que voy a dejar de chupar del bote!
Y así es como la URSS se fue al pedo, por culpa de humanos miserables, que somos la mayoría.
Maluma
Lo de siempre. Entre más centralizadas estén las decisiones económicas más inútiles se vuelven ya que son incapaces incluso de recopilar toda la información necesaria (mucha ni siquiera existe ya que está en el futuro).
Eso le pasa a las empresas de cierto tamaño y en los casos de los estados es aún más evidente.
ilota
Casi todos aquí parecéis creer que EEUU competían económicamente en igualdad de condiciones y nada más lejos de la realidad.
Al finalizar la segunda guerra mundial EEUU con un territorio mucho más pequeño y con menor población (158 millones frente a 178 de la URSS) significaba más de la mitad del producto interior del planeta (esos 158 millones poseían mas de la mitad de un planeta con 2.350 millones de habitantes aproximadamente), mucho más dinero per cápita y menores distancias para establecer las infraestructuras hacen una diferencia enorme.
Tras la guerra la URSS debió además reconstruir parte de la previamente existente, San Petersburgo/Stalingrado que era su segunda ciudad en importancia era una ruina, hubo que reconstruir carreteras, puentes... eso sin contar la perdida de millones de hombres.
Con todo y con eso se mantuvieron a la par cuando no superaron a EEUU en muchos aspectos, desde la carrea espacial donde solo la llegada a la luna no fue soviética, y ello con un enorme esfuerzo de país por parte de EEUU por un empeño personal de su presidente, hasta la energía atómica etc.
Cierto que los burócratas tampoco tomaron siempre las mejores decisiones, pero ambos países se encontraban en situaciones muy diferentes.
Cifra
Si la ceguera, el desprecio a lo que no entendían y la prepotencia no hubieran imperado entre los burócratas soviéticos, quién sabe si ahora la URSS seguiría en pié atemorizando y asombrando al mundo, con todo lo que ello conlleva. Por cierto, con la telefonía móvil también fueron pioneros, buscad a Leonid Kuprianóvich en Google.