También había inventos estrambóticos como una trituradora de libros que "instala" el conocimiento en los niños y control mental de peces
Imaginar cómo será la civilización del futuro siempre es algo interesante. En el cine de los 70 y 80 lo vimos mucho, con obras como 'Blade Runner' o 'Robocop' imaginando un futuro con ciborgs y coches voladores. Sí, ahora estamos más cerca tanto de tener humanos 'mejorados' como de los ansiados coches voladores, pero lo que no imaginaban era algo como Internet.
Eso se debe a que es mucho más sencillo visualizar un futuro con elementos mejorados de nuestro presente o que resuelvan un problema de la época. Por ejemplo, si en los 70 tenían coches, pues en 30 años esos coches serían voladores. Algo similar ocurrió en la Francia de 1899. El juguetero Armand Gervais encargó a Jean-Marc Côté y otros artistas una serie de tarjetas ilustradas para la exposición mundial de París de 1900.
En ellas, los artistas debían imaginar cómo sería la vida dentro en el año 2000. Es muy curioso ver los diseños de sus creaciones, los problemas de su época que querían solventar y su mentalidad. En algunos diseños, se acercaron bastante a la realidad. En otros no dieron ni una, pero son realmente interesantes porque nos permiten ver el razonamiento de la época y, al final, las soluciones conocidas que aplicaban a problemas, tareas y la cotidianidad de su tiempo.
En algunos casos puede que nos parezca que eran cortos de miras al no inventar algo como el ordenador y que todos los diseños estén intrínsecamente ligados tanto a la maquinaria de su tiempo como a la moda, pero no dejan de ser una genial muestra de paleofuturo.
Movilidad y... un tren eléctrico
Los coches en 1899 estaban más que superados. Había vehículos de motor desde hacía unos años y, aunque no eran de uso personal para las masas, existir... existían. La fabricación en masa empezó en 1908 con la cadena de montaje de Henry Ford y el Ford T, pero vamos, que los coches no llamaban tanto la atención. Al menos a estos artistas franceses.
Lo que sí querían eran autobuses tanto acuáticos como aéreos. Los vuelos comerciales no eran más que una fantasía en aquellos tiempos (los hermanos Wright no realizarían el primer vuelo con motor hasta 1903 y los vuelos con aviones de pasajeros eran inimaginables). Lo que tenían más a mano eran los dirigibles y los submarinos.
¿Qué hicieron? Crear un barco con dos enormes bolsas para ir tanto por aire como por mar y un autobús submarino. ¿Para ir dónde? Ya lo veremos más adelante, ya que la vida submarina era algo que les apasionaba.
También peculiar es el tren eléctrico con trayecto París-Pekín (ahí es nada, sólo más de 8.000 kilómetros en línea recta). Aparte de una cabina que parece la de un cohete, llama la atención que parece que no tenga ruedas, sino un sistema imantado como el que podemos ver en el maglev de levitación magnética. Y también podemos ver patines personales y eléctricos. Nos suena de los patinetes eléctricos, de los monopatines eléctricos y hasta de las sandalias para andar un 250% más rápido.
Sistema de voz a texto, notas de audio y videollamadas
¿Se sacaron del ingenio algo como el smartphone? Pues... no, la verdad, pero lo que tenían a mano estos artistas franceses era el teléfono, el cinematógrafo de los hermanos Lumière inventado pocos años antes, el fonógrafo y el gramófono. Eran inventos bastante recientes y quedaban genial en estas tarjetas futuristas. Su combinación, además, es mágica.
En los diseños, podemos ver cómo en la primera tarjeta una persona recibe un mensaje por rollo para escucharlo en su gramófono (como las notas de voz de WhatsApp, pero mucho menos instantáneas y caras), noticias escuchadas a través de la radio (algo que ya se estaba gestando) en la segunda tarjeta, un hombre dictando un mensaje a una máquina que parece que convierte a texto en la tercera foto y... ¿un sistema de videollamada en la cuarta foto?
Parece que se está proyectando la imagen de una persona en una pantalla a través de un proyector, el hombre está escuchando con el gramófono y está hablando a la vez. Es curioso que este proceso necesita un operario que controle la maquinaria. Realmente no podría ser más intrincado, pero con los medios de la época, imaginar algo parecido a una videollamada es algo muy llamativo.
Tareas pesadas con control remoto
Dos segmentos que seguían teniendo tareas manuales eran el campo y la agricultura. Todavía hoy, con todos los avances que tenemos, son trabajos muy físicos, por lo que es lógico que, en 1899 imaginaran futuros en los que todo estaba automatizado.
En algunos casos no estuvieron desencaminados, como esa cosechadora que se controla a distancia (las nuestras debemos manejarlas desde dentro, pero bueno, es parecido) y algo más fantasiosa es la tarjeta que muestra un operario dentro de una cabina controlando un complejo sistema robótico que está levantando una casa.
No es sólo la grúa eléctrica, sino los brazos que ponen los ladrillos o cincelan parte de la fachada. Algo que no imaginaban era un cortacésped robot controlado por GPS como el Segway Navimow, pero algo es algo.
La Roomba, el robopeluquero y la impresora 3D
Y los albañiles no son los únicos robots. En estas tarjetas podemos ver otras ideas como el robopeluquero, o robobarbero, que realmente no es algo que tengamos actualmente, pero bueno, existen las maquinillas de afeitar. Lo que es curioso es que inventaron el robot aspirador siglo y pico antes de que existiera y se popularizada con un robot asistente que parece ir enchufado a un cable o mando a distancia que controla el humano.
Es gracioso porque tiene tanto el cepillo como el cacito en el que va recopilando la suciedad, pero no termino de ver ese bastón como mando a distancia. Y algo muy ingenioso es la máquina que toma las medidas para hacer un traje y transfiere la información a una máquina que expulsa la prenda ya confeccionada. Es como una versión temprana de una impresora 3D.
Cosas raras
Ahora bien, aunque todas las tarjetas son tremendamente imaginativas, hay otras que nos hacen pensar un "para qué". Por ejemplo, en la colección superior tenemos a un grupo jugando al criquet bajo el agua, algo que no tiene ningún tipo de sentido porque tampoco es que jueguen con la gravedad, simplemente es... criquet en el lecho marino. También tenemos a un cartero en un vehículo volador repartiendo correo en una zona rural, algo que podemos comparar con los drones que reparten paquetes.
Y las dos tarjetas inferiores son inclasificables. En la primera podemos ver una máquina que "procesa" los libros que el maestro elige y ese conocimiento llega a los alumnos. Ya no sabemos si son auriculares y estaríamos hablando de audiolibros o si, directamente, sería como en 'Matrix', con todo el conocimiento que llega masticadito a las mentes de los alumnos. Y la escena del café submarino es una chaladura. Lo primero porque para qué tienen techo. Lo segundo porque no pueden quitarse la escafandra.
De la manera que sea, esta visión profética no tuvo mucha suerte. Gervais empezó a producir algunos juegos de cartas en 1899, pero murió durante la producción, por lo que el proyecto quedó en el limbo y las tarjetas se mantuvieron guardadas en un sótano. El archivo de Gervais fue comprado, pero la caja de las tarjetas se quedó escondida y no fue hasta 75 años más tarde, cuando el escritor canadiense Christopher Hyde las encontró y se las prestó a Isaac Asimov, que pudieron volver a ver la luz. Se publicaron en el libro 'Futuredays: A Nineteenth Century Vision of the Year 2000' de 1986 con Jean-Marc Côté como coautor.
Hay muchas más tarjetas que puedes consultar en Gallica, la web de la Biblioteca Nacional de Francia. Hay muchas más escenas cotidianas con actividades submarinas (tanto recreativas como de caza), varias tarjetas que muestran coches voladores, inventos un tanto... inservibles y algo tan interesante como lo que parece ser una incubadora de pollitos. Lo singular es que, más allá de las locuras de algunas creaciones, no dejan de tener su lógica si nos ponemos en la mente de los artistas de 1899 y, además, podemos ver similitudes con dispositivos y técnicas actuales.
Más información e imágenes | Biblioteca Nacional de Francia
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