Si has soplado ya las veintimuchas velas es bastante probable que un “zumbido” sea para ti algo más que ese molesto enjambre de velutinas que parece taladrarte el cerebro cuando has pasado demasiado tiempo cerca de un bafle o escuchando música con auriculares a todo trapo.
Al menos así lo era hace unos años, cuando llegabas por las tardes a casa, te encerrabas en tu habitación y encendías aquel enorme y ronroneante PC para chatear con tus compañeros de clase. Un “zumbido” era por entonces —¡Exacto!— el molesto “toque” con el que un amigo te insistía para que leyeras el mensaje que acaba de enviarte o, simplemente, quería tocarte las narices.
Irritaba igual que tomarse un refresco al lado de un bafle, pero no te dolían los oídos. Al contrario: si había unos que pitaban eran probablemente los de quien te había enviado el “zumbido”.
Lo de las ventanas que vibraban formaba parte de la nutrida maleta con la que MSN Messenger se coló en nuestras vidas para convertirse durante un tiempo en el rey de la mensajería instantánea.
Los años de los "zumbidos" y "guiños"
En el mismo equipaje estaban las fuentes de texto personalizables, profusión de iconos formato Barroco tardío —había pantallas que acaban convertidas en auténticas ensaladeras tipográficas—; los famosos “guiños”, emoticonos gigantes y casi tan molestos como los zumbidos; o, por supuesto, el inconfundible sonido que acompañaba a los nuevos mensajes: ese fugaz “tinuní” que entonces te ponía de los nervios y hoy escuchas con una aún más incómoda sensación de melancolía.
Y es normal.
MSN Messenger se despidió de nosotros hace ya casi una década. En octubre de 2014 cerraba sus salas después de haberse convertido en un indispensable de las comunicaciones del arranque del siglo XXI. En 2022 bien vale la pena recordar su historia… Y las razones de su ocaso.
Los orígenes de MSN Messenger se remontan a 1999, cuando Microsoft lanzó su propio cliente de mensajería rudimentario, compatible con la red de AIM y apenas dos ingredientes básicos: texto y lista de contactos. La apuesta del gigante de Redmond funcionó y el conocido como “Messenger” acabó convirtiéndose en parte del día a día de los jóvenes con acceso a Internet en casa.
Permitía chatear en tiempo real con una privacidad a años luz del teléfono fijo del salón.
Gran parte de su éxito —y de la tirria que acabó despertando en algunos— se explica por su afán por incorporar nuevas funcionalidades y recursos. Con el paso del tiempo “El Messenger” fue ofreciendo barra de estado, un botón de estatus para informar a tus contactos de si estabas conectado, ocupado u offline, la opción de permanecer “invisible”, emoticonos, “guiños” y “zumbidos”.
Si lo usabas en tus años de instituto o universidad es probable también que te sirviera para compartir archivos en trabajos en grupo o que mataras el tiempo con uno de sus juegos.
A medida que pasaron los años fueron lanzándose nuevas versiones y el servicio acabó renombrándose, hacia mediados de los 2000, como Windows Live Messenger. En junio de 2009 el popular Messenger alcanzaba su cota máxima con 330 millones de usuarios mensuales en todo el mundo. Buenos datos, mal horizonte. Al menos para unos servicios de mensajería instantánea que habían nacido en un escenario bastante distinto al de las redes sociales y smartphones.
Como os explicábamos en 2018, los servicios de mensajería se toparon con un gran problema de base: su modelo de negocio, sobre todo en un Internet en pleno cambio que ofrecía cada vez más contenidos a los usuarios al margen de los dominios de sus proveedores de conexión.
Quienes que hasta entonces habían dedicado las tardes a mandarse zumbidos descubrieron redes sociales como Facebook —lanzado en 2004— y se familiarizaron con el manejo de smartphones, un cambio de paradigma al que, pese a sus intentos, Messenger no logró adaptarse.
De éxito rutilante, el viejo programa que enraizaba en los años 90 se vio degradado a una moda pasajera con cada vez menos parroquianos. No fue la primera ni la última en Internet. Triunfó en la era en la que dominaban los PC y dio paso a la de las redes sociales y los smartphones.
La caída del servicio llevó a Microsoft a iniciar su cierre en 2013, cuando decidió integrarlo en Skype, fundada diez años antes en Dinamarca y que los de Redmond habían adquirido en mayo de 2011. En 2014 echaba el cierre en China y ponía el punto a uno de los grandes de la Red de los 2000, aunque sigue habiendo nostálgicos empeñados en revivir aquellas experiencias de hace años.
Messenger dejó a su paso un buen puñado de recuerdos.
Y, de paso, una nueva acepción para “zumbido”.
Imágenes | Joe Anderson (Flickr)
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