En plena fiebre por Bitcoin, fiebre que arrastra con ella al resto de criptomonedas en general, hay una alternativa que ha ido sumando enteros y ha llegado a convertirse durante algunos días en la cuarta en capitalización de mercado, solo por detrás de Bitcoin, Ethereum y Bitcoin Cash: es IOTA, una criptomoneda que, aunque no tiene límites para su uso, está especialmente pensada para micropagos en el entorno del Internet de las Cosas. Ripple, la cuarta hasta entonces, centrada en transacciones de cantidades pequeñas, ha sido sobrepasada.
Su reciente explosión, que le hizo aumentar su valor casi un 500% en diez días a principios de diciembre -pasó de estar por debajo del dólar a valer 5,50 dólares-, tiene parte de origen en el anuncio de un acuerdo alcanzado con varios socios, Microsoft y Fujitsu entre ellos, para su uso en las comunicaciones de empresa a empresa.
No obstante, el acuerdo con Microsoft fue poco más que un malentendido, algo que al revelarse hizo que la cotización de IOTA diera un bajón hasta caer a los 4,15 dólares por token. Así y todo, continúa por encima de los 3,5 dólares que valía cuando el precio se estabilizó tras el rapidísimo crecimiento.
Así funciona Tangle
Lo que hace diferente a IOTA frente al resto de criptomonedas es que es la primera fuera del sistema Blockchain. En su lugar, usa Tangle, una plataforma de nodos interconectados en la que basa su funcionamiento.
Cualquiera que quiera usar IOTA debe confirmar dos transacciones ajenas antes de poder enviar la suya. Esto es posible por dos motivos:
En IOTA no existe minería como en otras criptomonedas, Esto significa que la resolución de problemas matemáticos que verifican transacciones, como en Bitcoin, no se puede hacer libremente, sino que solo la hacen los usuarios que quieren operar con IOTA.
Esta verificación se puede hacer con cualquier smartphone u ordenador. No es necesario usar enormes granjas de minado o tarjetas gráficas de alta gama para ello, ya que al no haber minado no se va incrementando la dificultad como ha ocurrido con Bitcoin. Esto tiene una ventaja añadida: desaparece el enorme gasto energético que supone Bitcoin, por ejemplo.
Como todos los usuarios de IOTA verifican transacciones ajenas antes de poder hacer las suyas, aquí no hay comisiones. La recompensa para el usuario es poder hacer su transacción, con el minado hay que dar un incentivo económico a quien verifique las transacciones de terceros. Lo cual tiene otra ventaja: el número de transacciones de IOTA por segundo está en torno a 500, muy por encima de Bitcoin (7), Ethereum (20), Dash (28) o Litecoin (56).
Resistencia cuántica
Esta mecánica tiene otra consecuencia para el sistema: es resistente a la computación cuántica. Pensemos en la computación cuántica como una forma de realizar procesos a una velocidad incomparable a la computación actual. Esa capacidad puede aplicarse para realizar una suerte de ataques DDoS para tratar de robar una cuenta de un servicio online, o para minar bitcoins, por ejemplo.
El uso de computación cuántica para minar bitcoins simplemente dejaría en pañales a las granjas de minado. ¿Para qué? Para acaparar las comisiones que ofrece el minado. Esto, con IOTA, no es posible por el comentado sistema alternativo, Tangle. En el hipotético caso de que alguien lo intentase, lo único que lograría sería el equivalente a emitir muchas transacciones de IOTA a mucha velocidad. Es decir, algo que beneficiaría a la red, no la perjudicaría.
Cuestión de escala
Cualquiera que experimente con IOTA puede comprobar en primera persona la diferencia que ofrece Tangle de cara a la verificación. Una compra de IOTA en Binance, uno de los exchanges en los que puede adquirirse, se ha saldado en nuestra experiencia con 23 verificaciones. Una compra de Bitcoin en Coinbase, con 6.
Su estructura también hace que su escalabilidad sea "prácticamente infinita". De ahí que el número de IOTAs en circulación no vaya ascendiendo a medida en que se van minando más, como ocurre con las criptomonedas basadas en Blockchain: desde el momento de su creación hay 2.779.530.283 de monedas en circulación, 132 veces superior al número máximo al que podrá llegar Bitcoin, 21.000.000. De momento va por algo menos de diecisiete millones.
Ahora falta ver hasta dónde llega y si sigue avanzando en volumen de transacciones y capitalización de mercado. Buena parte de su futuro depende del futuro del Internet de las Cosas y si finalmente llega para quedarse o por el contrario se queda por debajo de las expectativas. En su contra juega, sobre todo, la baja seguridad generalizada que hay en este entorno. El tiempo dirá.
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