La Antártida no siempre ha sido la región gélida que hoy conocemos: los investigadores explican por qué y cuándo se congeló

Cuesta creerlo después de toda una vida viendo documentales en La 2 sobre riscos helados, afiladas montañas cubiertas de nieve y pingüinos habituados a moverse en temperaturas bajo cero, pero la Antártida no siempre ha sido la extensión nívea a la que estamos acostumbrados.

A lo largo de la era Mesozoica —hace entre 252 y 66 millones de años— se cree que su temperatura era más cálida y durante el Cretácico —145-66 millones de años— acogía una selva tropical. Lo que hoy es la Antártida permaneció además conectada durante millones de años con América del Sur y Australia, creando una gran extensión por la que podía desplazarse tanto la fauna como la flora. Como recoge Live Science, los científicos no saben exactamente cuándo la Antártida se convirtió en un continente aislado, un concepto, el de "aislamiento", sujeto incluso a debate.

La influencia de las corrientes oceánicas

Ahora una investigación publicada en Nature Communications arroja nueva luz sobre las circunstancias que cambiaron por completo el aspecto de la Antártida y favorecieron su estampa actual: un vasto bloque de hielo. Sus autores concluyen que una de las claves debe buscarse durante el paso del Eoceno al Oligoceno, hace alrededor de 34 millones de años —anteayer en términos geológicos—, cuando se abrieron el Pasaje de Drake y el de Tasmania. El primero se creó entre la Antártida y América del Sur; el segundo, entre la Antártida y Australia.

El continente se desplazó hacia el Sur, pero una de las claves para comprender su aspecto actual está en los mares. Más concretamente, en cómo afectaron los cambios a la organización de las corrientes oceánicas, cruciales a su vez para la temperatura. Los nuevos pasos facilitaron que el agua fría fluyera en torno a la Antártida y quedara aislado de las corrientes más cálidas.

“La apertura del Pasaje de Drake y la Pasaje de Tasmania permitieron que la Corriente Circumpolar Antártida se formara por completo”, explica Libby Ives, de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee, en declaraciones a WordsSideKick.com recogidas por Live Science. Para analizar el impacto del paso de Drake el equipo de investigadores echó mano de simulaciones de alta resolución y analizó la influencia de los remolinos oceánicos y cómo —a medida que el paso ganaba poco a poco profundidad— dejaron de aportar agua cálida hacia el sur.

“Cuando al menos una entrada (Tasmania o Drake) es poco profunda (300 m), los giros [oceánicos] transportan aguas cálidas hacia la Antártida. Cuando la segunda puerta disminuye por debajo de los 300 m, estos giros se debilitan y provocan un enfriamiento espectacular (promedio de 2 a 4 °, hasta 5 °) de las aguas superficiales de la Antártida”, subraya el estudio, que concluye: “Nuestros resultados demuestran que los cambios tectónicos son cruciales para el cambio climático del Océano Austral”.

Imágenes: Christopher Michel (Flickr)

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