Explicar el origen de la vida en nuestro planeta (o fuera de él) es una de las grandes preguntas que la ciencia lleva siglos intentando contestar. Aún estamos lejos de contestarla, pero poco a poco vamos dando pasos que nos acercan.
Desentrañar el origen de la vida en nuestro planeta nos plantea cuestiones que van mucho más allá de la reconstrucción de un hecho singular. Por ejemplo, podemos cuestionarnos si los “ingredientes” a partir de los que se formó la vida surgieron en nuestro planeta o si llegaron en algún asteroide.
También se trata de una cuestión muy vinculada con otra de las grandes preguntas científicas, la de si la vida se ha originado en otros lugares de nuestro universo.
Contestar al conjunto de estas preguntas está aún lejos de nuestro alcance y es posible que nunca lleguemos a encontrar pruebas irrefutables sobre cómo surgió la vida en nuestro planeta. Al fin y al cabo, así como tenemos fósiles que nos muestran su evolución, el origen de esta se encuentra demasiado lejos en el tiempo. Por no hablar de que estamos hablando de cambios que ocurrieron a escala microscópica.
Aún así el registro fósil nos da una importantísima pista: la vida ya existía hace unos 3.700 millones de años. Teniendo en cuenta que nuestro planeta tiene unos 4.300 millones de años, esta información acota mucho el periodo en el que la vida apareció en nuestra Tierra.
Existen diversas teorías (científicas) sobre cómo surgió la vida en la Tierra. Algunas se centran en los elementos y compuestos que pudieron llevar a su aparición, otras en circunstancias o lugares que pudieron propiciar su desarrollo.
Una de estas hipótesis parte de la electricidad. Los rayos son un fenómeno cotidiano pero hace miles de millones de años pudieron haber sido la “chispa” que detonó la aparición de la vida. Estas descargas eléctricas son capaces de transformar compuestos orgánicos e inorgánicos simples, como el agua, el metano o el hidrógeno en compuestos complejos como aminoácidos y azúcares, compuestos considerados como los “ladrillos” de la vida.
Otra de las hipótesis se centra en las arcillas. Los materiales arcillosos habrían ido acumulando compuestos permitiéndoles interactuar entre sí a la vez que los protegía y preservaba.
Otro lugar favorable para la aparición de la vida son las fuentes hidrotermales. Estos entornos tienen muchos ingredientes para la vida. Estas fuentes expulsan agua procedente de capas más profundas de la corteza terrestre, agua que no solo se ha calentado en su recorrido, también ha ido recogiendo minerales a lo largo de las cavidades por las que circulaba.
En el extremo opuesto, la vida podría haber surgido también en un entorno gélido: el hielo. Este habría cumplido una función semejante a la de las arcillas, concentrando y protegiendo compuestos simples y permitiendo así que interactuaran entre ellos.
Hay quienes consideran que la vida no surgió aquí, sino en otro lugar, y que habría sido traída a la Tierra en un asteroide. Imaginemos por ejemplo que la vida hubiera surgido en Marte. Tras su evolución inicial, un impacto habría hecho que un trozo de roca marciana saliera disparado portando, como si de una nave espacial se tratara, microorganismos que habrían acabado estrellándose en la Tierra. A partir de ahí la vida habría prosperado en nuestro planeta y desaparecido del vecino.
Aportando pruebas
Antes explicábamos que el registro fósil no nos permitía más que acotar el periodo en el que habría surgido la vida en nuestro planeta. ¿Cómo trabajan entonces los científicos que buscan este origen? Herramientas no les faltan.
Quizás el experimento más significativo en la historia de esta búsqueda es el experimento de Miller y Urey. Este experimento fue realizado a comienzos de la década de 1950 y demostró la posibilidad de que una descarga eléctrica desatara reacciones químicas. Fue este experimento el que validó la primera de las hipótesis, demostrando que una “chispa” podía convertir compuestos y gases simples en moléculas compuestas elementales para la vida como son los aminoácidos.
En una entrevista reciente en el diario El País, el geólogo Juan Manuel García Ruiz explicaba que aún había un compuesto en este experimento que había sido pasado por alto: la sílice. Cuando su equipo trató de replicar el experimento en un recipiente de teflón en lugar de uno de cristal, el experimento no fue exitoso. La clave, explica García Ruiz, estaba en el vidrio en el que se realizó el experimento original.
La idea de que lo complejo pueda surgir de lo simple puede parecer en general contraintuitiva. Pero es parte del trabajo de García Ruiz. Fue precisamente a través de la sílice que el geólogo pudo demostrar que este tipo de minerales podían crear estructuras autoorganizadas, estructuras a las que llamó biomorfos por su aspecto. Un aspecto redondeado más semejante al que presentan los seres vivos microscópicos que al que podemos encontrar en los minerales.
La astrobiología es otra de las herramientas que los científicos tienen a su disposición. Estudiar planetas, satélites y asteroides puede ayudarnos a ver en ellos el reflejo de nuestro planeta hace miles de millones de años.
La existencia de actividad hidrotermal en algunas de las lunas de nuestro sistema solar ha desatado la curiosidad de los astrobiólogos. Probablemente muchos estén frotándose las manos ante la posibilidad de estudiar in situ unos lugares que podrían no distar mucho de uno de los posibles escenarios para la aparición de la vida en nuestro propio planeta.
Para buscar pruebas en favor de la hipótesis que asegura que la vida no surgió en nuestro planeta sino que llegó a él a bordo de un asteroide también debemos buscar más allá de la frontera de nuestro planeta. Incluso una versión más moderada de esta, la que propone que, si no fue la vida, quizás algunos de sus “ladrillos” pudieron venir de allende la atmósfera, podría tener en estos análisis sus mejores pruebas.
Quizás nunca sepamos con detalle cómo apareció la vida en nuestro planeta, pero poco a poco vamos contestando a algunas de las preguntas que nos van surgiendo al abordar este tema. Sin embargo el mero hecho de poder encontrar estas pequeñas respuestas es ya en sí mismo algo emocionante para muchos.
Imagen | Tim Bertelink, CC BY-SA 4.0 DEED
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