Los científicos no se ponen de acuerdo sobre si hemos explotado el 55% o solo un 4% del océano, utilizando los mismos datos

El pasado febrero, un estudio publicado en Science alertaba de que más de la mitad del océano ha sido afectado por la pesca. Meses después, otro estudio contradecía esta información afirmando que solo un 4% de todos los mares son explotados. Lo curioso del asunto es que ambos estudios utilizan los mismos datos. ¿Estamos ante una contradicción? ¿Cuál de los dos equipos se ha equivocado en los cálculos? Probablemente ninguno de los dos: la respuesta es que en ciencia no suele haber nada sencillo. Vamos a tratar de entenderlo.

Una discusión entre científicos: cosas de la escala

David Kroodsma es un investigador afiliado a Global Fishing Watch, una organización sin ánimo de lucro, internacional e independiente, fundada por Google, Skytruth y Oceana, y que vela por la transparencia en los datos sobre la explotación de los mares, las buenas prácticas y la correcta gestión política de los recursos marinos.

Su artículo fue ampliamente cubierto allá por febrero con grandes titulares: "La mitad del océano es objeto de la pesca industrial". Los datos analizados por Global Fishing Watch proceden de las señales transmitidas por los barcos. Estos datos de satélite son procesados por algoritmos especiales de Machine-learning diseñados por Google, para clasificar e identificar los pesqueros y el tipo de prácticas de pesca que realizan.

GFW pone estas estadísticas al servicio de los investigadores que deseen utilizarlos. Ricardo Amoroso, otro experto en explotación de los océanos de la Universidad de Washington, extrañado por las conclusiones de Kroodsma, no tardó en hacer su propio análisis. Sus resultados, sin embargo, difieren enormemente: solo el 4% del océano, en vez del 55%, está siendo impactado por la pesca industrial.

Para entender cómo se llega a conclusiones tan distintas con el mismo "set de datos" debemos fijarnos en la escala. Ed Yong, investigador y autor para The Atlantic, resume este hecho muy bien: "[Los investigadores] cuantificaron la actividad dividiendo los océanos en 160.000 recuadros. Cada uno de estos recuadros abarcan medio grado de latitud y un área de alrededor de 3.100 kilómetros cuadrados. En 2016, alrededor del 55% de ellos incluía algún tipo de actividad pesquera". Al tomar áreas tan grandes, la actividad pesquera aparecía en más de la mitad de ellos.

"El problema es que dividieron el océano en cuadrados tan grandes que si un solo barco deja caer una red en un área de apenas unos kilómetros cuadrados, esa área cuenta como "pescada" en un año determinado"

"El problema es que dividieron el océano en cuadrados tan grandes que si un solo barco deja caer una red en un área de apenas unos kilómetros cuadrados, esa área cuenta como "pescada" en un año determinado", explicaba Yong acotando las palabras de Amoroso. Este investigador, sin embargo, acotó mucho más los recuadros, buscando una mayor precisión. El resultado, como decíamos, es que de ese 55% solo un pequeño porcentaje corresponde a las áreas pescadas.

La interpretación vuelve al ataque

Sin embargo, el problema parece más complicado que una simple cuestión de números y escalas. Y es que ambos estudios tienen razón, aunque todo depende de la interpretación que le demos, algo que es desagradable de observar cuando hablamos de hechos científicos. En primer lugar, Amoroso tiene toda la razón al apoyarse en los datos estadísticos: solo un 4% del área observada ha sido utilizada para la pesca.

Sin embargo, estos datos pueden resultar terriblemente engañosos. Actualmente solo un 7% de los espacios oceánicos están protegidos contra la pesca. Al mismo tiempo, estamos viviendo un periodo de sobrepesca, en el que hay un claro declive en las reservas marinas. La intención es llevar este 7% al 30% en 2030. Sin embargo, las presiones son muchas y el trabajo para diseñar las áreas protegidas es muy complicado.

Esto no concuerda con los números: si solo explotamos un 4%, ¿no deberíamos poder proteger un 96% del océano sin problemas? Este razonamiento ilustra el problema principal del asunto: no es una cuestión de simples números. Por ejemplo, no se puede tener en cuenta solo el lugar donde se fondea para pesca, pues esta medida no representa realmente lo que ocurre en el océano.

Una línea de pesca, con cebo, puede atraer a estos peces desde muy lejos, incrementando muchísimo la zona de impacto.

Muchos peces viajan cientos de kilómetros, y se desvían según los recursos que encuentran. Una línea de pesca, con cebo, puede atraer a estos peces desde muy lejos, incrementando muchísimo la zona de impacto. Y este es solo un ejemplo, porque muchas veces desconocemos cómo afectan las largas redes de arrastre al ecosistema marino.

Por otro lado, no todo el mar es habitado por los peces que consumimos. Los caladeros de pesca están limitados a ciertos puntos concretos del mar, por lo que ese 4% tal vez suponga un porcentaje mucho mayor del "mar útil" a nivel de recursos. En definitiva, la interpretación vuelve a jugar un papel esencial en estas dos investigaciones, y las conclusiones están lejos de ser claras.

¿Cuánto pescado queda en el mar?

Los océanos ocupan el 70,9% de toda la superficie terrestre. Es fácil pensar en ellos como una enorme fuente de recursos. Sin embargo, esto no es así. Actualmente tenemos un problema muy serio: no sabemos realmente cuántos peces quedan en el mar. Y no solo los que sirven como recursos (comida, aceite, ingredientes para biomedicina...) sino que no sabemos cuánta vida queda en los océanos.

Según los datos de la FAO, desde 1950, la pesca ha incrementado cinco veces la cantidad de capturas (alcanzando aproximadamente los 100 millones de toneladas anuales desde 1990). Casi 39 millones de toneladas de estas capturas se consideran "pesca accidental" y la gran mayoría se tira como desperdicio.

En 2015, el 33% de los stocks marinos seguía sobreexplotado, y esta cifra no hace más que aumentar.

En apenas 40 años, el número de especies marinas observadas se ha reducido en un preocupante 39%, y el 60% de todos los stocks marinos están siendo explotados al límite. De hecho, en 2015, el 33% de los stocks marinos seguía sobreexplotado, y esta cifra no hace más que aumentar. A pesar del ingente aumento de piscifactorías y producción de granjas acuícolas, la cantidad de peces capturados sigue preocupando muchísimo a los investigadores.

En definitiva, no sabemos cuánto pescado queda en el mar. Pero sí sabemos que estamos presionando muchísimo estos ecosistemas, y que esto está teniendo consecuencias muy graves. Por tanto, el problema no es tanto de si estamos pescando en el 55% o el 4% de la superficie oceánica, sino de cómo lo estamos haciendo. Y aún más importante, qué supondrá esto para el futuro de la Tierra.

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