Las ciudades tienen un arma sencilla para combatir al calor: dejar crecer la hierba entre sus aceras

Lo llamamos "ciudades" porque "junglas de hormigón que multiplican el calor hasta convertirse en un infierno" queda largo. Pero es así. Las ciudades españolas parecen específicamente diseñadas para favorecer todas las dinámicas y fenómenos físicos que ayudan a aumentar el calor ambiental. Y lo tenemos tan normalizado que ni siquiera nos damos cuenta.

Por eso, iniciativas como la de Santiago de Compostela estudiando "el uso de hierba en el enlosado para controlar la temperatura e incidir sobre el clima urbano" nos sorprenden. Y no deberían: deberíamos hablar mucho más de ello.

¿Qué hace una planta como tú en una plaza como esta? La historia comienza durante el confinamiento. Ángel Panero, un arquitecto del Consorcio de Santiago, se dio cuenta de que la plaza del Obradoiro estaba llena de plantitas creciendo en las juntas de los adoquines de piedra. Se quedó unos días dándole vueltas y decidió preguntarle al laboratorio de análisis y conservación de Biodiversidad de la Universidad de Santiago sobre si esa vegetación podría tener un efecto "refrigerador" en el suelo (de la misma manera que podría tenerlo en el campo o en los parques).

Los investigadores de la Universidad y los técnicos del Consorcio, realizaron varias mediciones para ver hasta qué punto esas "malas hierbas" eran capaces de rebajar la temperatura. Y la respuesta es muy curiosa: las plantas que crecen en las juntas entre losas consiguen reducir hasta en 25 grados la temperatura del suelo.

¿Es una sorpresa? En sentido estricto, no, no lo es. Como decía el climatólogo Andreu Escrivà, "a mayor cobertura de vegetación urbana, menor temperatura, hablemos de árboles monumentales o hierbajos diminutos". Y esto es algo bastante estudiado y establecido: lo que pasa es que a ciertos niveles puede ser contraintuitivo.

¿De verdad enfrían los árboles? En principio, "los árboles pueden ayudar a proporcionar enfriamiento de dos maneras: al proporcionar sombra y mediante un proceso conocido como evapotranspiración". En general, la sensación térmica depende más del ratio de radiación electromagnética que emitimos y absorbemos de nuestro entorno que de otras cosas. En ese sentido, "el dosel de un árbol actúa como un parasol, bloqueando hasta el 90% de la radiación solar, y aumentando la cantidad de calor que perdemos a nuestro alrededor al enfriar el suelo debajo de nosotros".

La evapotranspiración, por su lado, "ocurre cuando los rayos del sol golpean el dosel de los árboles, lo que hace que el agua se evapore de las hojas". Y esto, como ocurre con los sistemas de sudoración de los animales, refresca la superficie de los árboles (algo que acaba trasladándose al entorno local cercano, tenga este el tamaño que tenga). El resultado final es que, las zonas con vegetación, pueden reducir la sensación térmica entre 7 y 15 grados, dependiendo de la latitud en que nos encontremos.

Contra las junglas de cemento. En realidad, todo esto se trata de un recordatorio. Se nos suele olvidar el hecho de que nuestras ciudades (y específicamente las ciudades españolas) son junglas de cemento que multiplican el calor. Llevamos meses hablando del "horno ibérico" (es decir, todos esos factores que hacen que en verano la península sea una "fábrica de calor"); pues tengamos en cuenta que en las ciudades puede llegar a haber hasta siete grados más que en el campo que las rodea.

Y, en muchos sentidos, el reto está en que los organismos públicos y la sociedad misma asuman esto y lo integren en su día a día. No es sencillo cambiar la primera impresión ("está sucio", "descuidado") y apostar por formas de gestión de la vegetación pública que aprovechen todo su potencial: pero en una situación como la actual, quizás sea la mejor inversión.

Imagen: Jeremy Bezanger

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