¿Cómo podemos saber que un tiburón tiene 400 años?

Se acaba de publicar en Science una nueva (y algo inesperada) medalla de oro. La del vertebrado más longevo del mundo que, superando a ballenas árticas y tortugas, se lo lleva el tiburón boreal o de Groenlandia. 392 años llegan a vivir los ejemplares más grandes (aunque, con el margen de error, podrían llegar a superar los 500 años).

La simple posibilidad de que hoy haya tiburones vivos nacidos antes del descubrimiento de América es una pasada e incluso 392 años es un récord alucinante. Todos tenemos una ligera idea de cómo estimar la edad en un árbol (contando sus anillos) o en una discoteca (pidiendo el DNI). Pero, ¿cómo es posible que sepamos que un animal tiene más de cuatrocientos años?

Ese misterioso tiburón gigante

No conocemos casi nada del tiburón de Groenlandia. Sabemos que son gigantes, que son muy lentos y que viven en zonas muy frías y profundas. Pero no comprendemos bien ni su biología ni su desarrollo. Además, los modelos que usamos para otros animales no encajan en esta especie (que no sufre ni calcificaciones de los tejidos) y viven en hábitats tan inhóspitos que hemos tenido poco contacto con ellos.

Los primeros avistamientos fiables son de 1888 y la primera investigación científica más de medio siglo después. En 1936, el investigador danés P.M. Hansen logró medir y marcar uno de estos tiburones. En 1952, cuando volvió a dar con él, había crecido la friolera de ocho centímetros. Se pensaba en un crecimiento medio de un centímetro al año (aunque los expertos calculan que, viendo los datos, era incluso menor). Así que, suponiendo que hablemos de un crecimiento más o menos constante, para alcanzar los cinco, seis o a veces siete metros que llegan a medir, harían falta siglos. ¿Era eso posible?

¿Carbono-14?

Supongo que es lo que nos viene a todos a la cabeza al pensar en datación por radiocarbono. Al fin y al cabo, es la técnica estrella de datación en arqueología. Pero datar a un ser vivo con ella no es sencillo. Resumiendo mucho, el carbono 14 es un isótopo del carbono que se encuentra de forma natural en el mundo pero que es inestable. Es decir, se va desintegrando poco a poco. De hecho, si no fuera porque se va reponiendo constantemente (por fenómenos naturales y humanos) habría desaparecido hace mucho tiempo.

La fotosíntesis hace que el carbono 14 se incorpore a la cadena trófica y, a través de ella, la concentración de carbono en los tejidos celulares de los animales refleja los niveles de 14C del ambiente. El problema es que como las células se van renovando constantemente sólo podemos usar el carbono-14 para datar la fecha aproximada de la muerte de los seres vivos; justo cuando dejaron de incorporar este isótopo a su organismo.

Pero, ¿y si hubiera una célula que no se renovase?

La hay, de hecho. El núcleo del cristalino está formado por proteínas metabólicamente inertes que se forman durante el desarrollo prenatal. Es decir, en el ojo hay elementos que se sintetizaron en el año cero de cada animal.

La técnica ya se había usado con seres humanos, ballenas y otros mamíferos marinos y terrestres. Y gracias a esta característica clave, el equipo pudo datar los cristalinos de 28 hembras de tiburones boreales. El resultado ha batido todos los récords y nos hace pensar que igual un día de estos nos encontraremos un verdadero millennial nadando en las profundidades del Atlántico norte.

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