La de los denisovanos es una de las especies humanas menos conocidas de las que tenemos constancia. Tanto que no está aún claro si podemos clasificarla como una especie más o si deberíamos hablar de una subespecie de la nuestra, el Homo sapiens.
A 3.280 metros de altura. Ahora, gracias al hallazgo de 2.500 restos de huesos (la mayoría de animales) sabemos algunas cosas más sobre ese grupo ya extinto, como su gran adaptabilidad. Ahora sabemos que los denisovanos habitaron durante milenios una cueva tibetana situada a 3.280 metros de altitud.
Entre neandertales y sapiens. Es muy poco lo que se sabe de los denisovanos. Este grupo vivió en Asia y coexistió con humanos modernos y neandertales. Sabemos por su huella genética que compartió descendencia con ambas especies, un intercambio genético cuya huella aún se mantiene en los humanos modernos.
Parte del misterio de los denisovanos se debe a que hemos encontrado muy pocos restos óseos de esta especie, todos repartidos en dos lugares: la cueva de Denisova, en Rusia, que da nombre a este grupo; y la de Baishiya, en China. Son los restos encontrados en este último yacimiento los que nos han dado nueva información sobre este taxón perdido.
2.500 huesos. En esta cueva, situada en plena meseta tibetana, fueron halladas las 2.500 piezas estudiadas recientemente por un equipo internacional de investigadores. Gracias a este análisis el equipo fue capaz de deducir aspectos clave de la vida de los habitantes de la cueva, desde el periodo en el que la habitaron hasta algunos de sus hábitos alimenticios.
Gracias a estos huesos el equipo concluyó que los denisovanos habían estado habitando la cueva en un periodo que va desde hace aproximadamente 200.000 años hasta hace unos 40.000. Este largo periodo abarca importantes cambios en el clima: dos edades frías y un periodo interglaciar entremedias.
“Nuestro estudio revela nueva información sobre el comportamiento y adaptación de los denisovanos, tanto en condiciones de gran altitud como en climas cambiantes. Solo estamos empezando a comprender el comportamiento de esta extraordinaria especie humana”, explicaba en una nota de prensa el zooarqueólogo Geoff Smith.
Un solo denisovano. Aunque este hallazgo nos ha revelado importantes detalles sobre los denisovanos, resulta sorprendente que de entre los 2.500 fragmentos solo hubiera un hueso humano, una costilla perteneciente a un individuo desconocido. Por el estrato en el que se encontraba este hueso, se puede estimar que el individuo vivió hace entre 48.000 y 32.000 años, la era en la que los humanos modernos comenzaban a expandirse por Eurasia.
El resto de los huesos pertenecían a una variedad de animales, entre los que destaca el baral, la cabra azul del Himalaya (Pseudois nayaur). Otros restos incluían el yak (Bos mutus), el rinoceronte lanudo (Coelodonta antiquitatis), o la hiena moteada (Crocuta crocuta).
ZooMS. El equipo basó su análisis de los restos óseos en la llamada zooarqueología por Eespectrometría de masas (ZooMS). El estado fragmentario en el que se encontraban los huesos dificultaba su análisis. Atendiendo a las diferencias entre el colágeno de los huesos de distintos animales fue posible determinar el origen de cada uno de los huesos. Los detalles del análisis fueron publicados en un artículo en la revista Nature.
De alta montaña. Los denisovanos fueron descubiertos en 2010 gracias a un pequeño hueso descubierto en la cueva de Denisova. Sabíamos ya que era una especie capaz de desenvolverse bien en altura. Es más, parte de su herencia genética ha sobrevivido precisamente por dar a los humanos modernos de la región.
Según explica Dongju Zhang, experta en denisovanos y coautora del estudio, los tibetanos suelen mostrar una variante genética llamada EPAS1. Se trata de una variante probablemente heredera de los humanos de Denisova a la que deben su facilidad para respirar en alturas como las de la meseta tibetana.
Imagen | Dongju Zhang / Huan Xia, et al., 2024
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