Durante siete años, arqueólogos y genetistas se han peleado por ver quién tenía la razón. Y, para sorpresa de todos, la tenían ambos
En 2015, mientras un equipo de arqueólogos excavaba en la cueva francesa de Grotte Mandrin, se encontraron los restos de un neandertal. Basándose en la ubicación del cuerpo y en los sedimentos que lo rodeaban, los científicos estimaron que había vivido hace 40 ó 42.000 años.
El problema es que, al analizar su genoma, se dieron cuenta de que se parecía mucho más a los neandertales de hace 100.000 años que a sus contemporáneos. ¿Qué hacía un tipo como él en una época como esa?
No, no era un viajero del tiempo. Pero, si fuera espacio-temporalmente posible, no lo hubiéramos descartado a la ligera, porque (permitidme que insista un poco más sobre esto) todo esto era extremadamente raro.
De hecho, para asegurarse de que no se habían movido huesos o que había otra explicación, los investigadores analizaron los isótopos de los huesos y dientes de Thorin, que así se llama el espécimen. El resultado es que, efectivamente, era un 'neandertal tardío' viviendo en la "Edad de Hielo".
Es decir, han trabajado durante siete años para "averiguar quién estaba equivocado, si los arqueólogos o los genómicos" y la respuesta ha sido que ninguno de los dos.
Un descubrimiento clave... "Tenemos, por tanto, 50 milenios durante los cuales dos poblaciones neandertales, que vivían a unos diez días de camino una de la otra, coexistieron ignorándose por completo. Esto sería inimaginable para un sapiens y revela que los neandertales deben de haber concebido biológicamente nuestro mundo de manera muy diferente a nosotros", decía Ludovic Slimak, investigador de la Universidad Toulouse III Paul Sabatier y uno de los mayores expertos en neandertales de la actualidad.
...para entender aquel mundo lejano. Porque, hasta ahora, creíamos que en épocas tardías los neandertales eran pocos y tenían una diversidad genética muy escasa. Se pensaba, de hecho, que ese había sido uno de los problemas que los habían condenado a la extinción. Ahora la cosa se complica.
Porque, contra lo que podíamos imaginar, existían más linajes (al menos "una población mediterránea desconocida de neandertales cuya población se extendía desde el extremo más occidental de Europa hasta el Valle del Ródano"), pero no se relacionaban entre ellos.
No era el patrimonio genético, era ¿la cultura? Tharsika Vimala, de la Universidad de Copenhague, explicaba que, estando en contacto con otros, las poblaciones mejoran su capacidad para adaptarse a cambio climáticos y a patógenos. Más aún, permite compartir más conocimientos e introducir innovaciones sociales.
El hecho de que las comunidades neandertales fueran tan cerradas e impermeables empieza a ser una de las claves interpretativas más importantes a la hora de entender el fin de esta especie tan parecida a la nuestra.
Imagen | Suchosch
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